lotería de navidad
Lotería de Navidad, una tradición más
«Acabar con esos agujeros que un día sí y otro también nos llevan por el camino de la amargura, pagar, por fin, el curso de inglés en Irlanda de la niña, devolver el crédito a los abuelos»
![Lotería de Navidad, una tradición más](https://s2.abcstatics.com/Media/201412/08/navidad--644x362.jpg)
Ya está llamando a nuestras puertas a bombo (nunca mejor dicho) y platillo y con ese anuncio de la tele que muy pronto todos nos sabremos de memoria. El único anuncio que no nos molesta cuando sale todos los días (y todas las noches… y todas las tardes) en la pantalla: el anuncio de la suerte (la buena) y la ilusión, ese que nos hace soñar con que por fin nos podremos tomar unos días de merecido descanso en el Caribe (o en Honolulú, ¡qué más da si nos da lo mismo!), acabar con esos agujeros que un día sí y otro también nos llevan por el camino de la amargura, pagar, por fin, el curso de inglés en Irlanda de la niña, devolver el crédito (con interesillos, más que intereses) a los abuelos, o por fin, veinte años después, a realizar un viaje de luna de miel en condiciones.
«Será capicúa»
El día 22, las voces de los niños y las niñas de San Ildefonso (que ahora provienen de las dos orillas del Atlántico, como debe ser) sonarán por todos los rincones (plazas, calles, avenías y glorietas), bares y cafeterías, casas y casonas, ministerios y farmacias, tiendas de chuches y carnicerías, tiendas de toda la vida e hipermercados, estancos y kioskos (los poquitos que nos quedan), porque dicen que el año pasado hasta los chinos compraron una participación, una, que ya saben que son ahorrativos, o sea, rácanos (más que el de Molière)… Empezará por un 1 y acabará en 5 como todos los años pronostica la suegra, empezará en 3 y terminará en 7, como nos asegura el «cuñao», será capicúa, como ironiza la abuela. Doña Manolita, a pesar de los años de experiencia, estará de los nervios, y la Bruja de Oro, también, y tantos loteros españoles que tienen uno de los oficios más hermosos del mundo: vender ilusión, ganarse la vida vendiéndonos sueños.
Son ciento cincuenta años los que lleva Lotería Nacional haciéndonos cosquillas en el corazón, poniéndono los tripas boca abajo, llenando de mariposas benefactoras nuestro estómago.
Estamos hartos de que esos billetes (¡ay, querido décimo!) juguete en nuestros bolsillos y carteras), en el estanque secreto de casa y hasta en la caja fuerte, que los hay muy desconfiados, y hasta alguno habrá, otro ¡ay!, que lo pierda, o se lo deje en el asiento de un taxi, que el chófer, después de algunas dudas (pocas), le devolverá, porque la Lotería es cosa de buena gente y maravillosas e ilusionadas personas, aunque todos sabemos que la suerte (la buena, repetimos) siempre acaba en la casa que le apetece, donde a ella le da la realísima gana.. Ciento cincuenta años (muchos, muchísimos sin el calvo calvísimo: nunca hubo en España tantos fenómenos de alopecia súbita), regalándonos (y arreglándonos) la vida: por los bombos ha pasado el futuro (mejor, mucho mejor) de mecánicos, conductores de la autobús, «seguratas» del Metro, oficinistas y secretarias, ingenieros y galenos, farmacéuticos y torneros, abogados y convictos, jueces y condenados, políticos (¿pero nunca tienen bastante?), picapleitos y hasta cajeras del Eroski.
Ciento cincuenta años así, repartiendo suerte generosamente, pero sin embargo muchísimos ustedes no se habrá dado cuenta, no habrán reparado con sus cándidos y esperanzados ojos, en una bellísimo detalle las ilustraciones, dibujos y caricaturas que ilustran nuestros décimos. A que son preciosas. A que ninguno de ustedes sabe de dónde han salido ni a quién se le ocurrió la magnífica idea de acompañar el décimo de la suerte (la buena, volvemos a insistir) con una ilustración. Y no de las malas, precisamente. Santos y santas, vírgenes y sagrados corazones, chicos y chicas, pastorcillos y pastorcillas, científicos, poetas y poetisas, famosos y famosas, pintores, novelistas, bueyes y bueyas (con perdón), campos de Castilla y de que no es Castilla, buenos y no tan buenos, ilusionistas y magos, artistas y sus paisajes,… ¿A quién, cuándo y por qué se le ocurriría tan feliz idea?
Falta apenas quince días para que llegue el bombazo (de bombo, no se nos asusten), y el que más y el que menos («no creo en la lotería, el mejor premio es la salud», ja,ja, ja) ya tiene sus décimos y participaciones bajo siete candados en casa, y cuentan que algunos no se lo dicen a sus mismísimas algunas... ¿no será usted uno de esos?
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