Aquellos maravillosos años en los que España se instaló en el futuro
«Redes internacionales de la cultura española, 1914-1939», en la Residencia de Estudiantes
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El siglo XIX había sido terrible, dantesco, para España. La escabechina entre los nuestros y la gabachería, la desidia despótica de Fernando VII, la pérdida de nuestra América, la desmesura de Isabel II, una Restauración fallida, Mendizábal que incendió nuestro patrimonio religioso, el bipartidismo corrupto e incompetente, los militarotes y su perpetuo ruido de sables, obreros y campesinos que morían matando... y el Desastre del 98, los últimos de Filipinas, pero ya saben, más se perdió en Cuba y todos volvieron cantando.
Sin embargo, el espanto del 98 trajo consigo la aparición de unos hombres (Unamuno, Ramiro de Maeztu, Azorín, Baroja...) que venían con las luces encendidas del cambio en sus plumas y una generosa valentía intelectual bajo el gabán, más allá de garbanzos y garbanceros. A su vez, hombres y mujeres tan ilustrados (ilustradísimos, diríamos) como Emilia Pardo Bazán y Francisco Giner de los Ríos, sin olvidar a los pensadores anarquistas (cuando no andaban dándole a la mecha) como Federico Urales (padre de Federica Montseny, la primera mujer que fue ministra en España), el pedagogo Ferrer i Guardia, Anselmo Lorenzo... fueron sembrando los tiempos del cambio, y empezaron a abrir las puertas de nuestra Nación al vendaval de la renovación.
Siglo XX: vivito y coleando
Así, el siglo XX nació vivito y coleando, y cuando los europeos decidieron matarse con denuedo y crueldad dignos de mejor causa en la Gran Guerra , España, milagrosa y afortunadamente, se declaró neutral (una decisión en la que, por una vez, los dioses de la Historia se pusieron de nuestra parte), y nuestro país echó, veinte siglos después, a andar. A galopar, mejor dicho.
El cinematógrafo, los aeroplanos, la física y la química, la aritmética ( «las estrellas son niños que ignoran la aritmética», que cantara Alberti ), el jazz, los ismos... España, corre que te corre, se incorporaba a la vanguardia. Pero para ello fue necesario el concurso de un puñado de patriotas que hicieron de la inteligencia (otros se encargarían veinte años después de degollarla) su cruzada. A ellos (no decimos «y ellas» para no pecar de coleteril progresismo) está dedicada la exposición «Redes internacionales de la cultura española, 1914-1939» , que, inaugurada en la Residencia de Estudiantes (¡ay, colina de los chopos!, cuánto amor entre tus paredes), ha sido organizada por la propia «Resi», Acción Cultural Española (AC/E)y la Institución Libre de Enseñanza.
El arte, la ciencia y en resumidas (resumidísimas) cuentas la cultura vieron en esos años un luminoso período de esplendor que intentó poner a España en el mundo. Para empezar, la muestra recuerda a nuestro Nobel Ramón y Cajal, y luego se adentra en el esfuerzo, más que denodado, de la mencionada Institución Libre de Enseñanza y su adalid, Francisco Giner de los Ríos, la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE) y un sinfín de artistas. La exposición brinda también el encuentro con nombres tan propios de nuestro arte como Sofía Delaunay, los Sert, Picabia, Gris, Blanchard, Dalí, Maruja Mallo, Fortuny, Sorolla, Zuloaga, Miró, Picasso...
También se muestran documentos desconocidos como la correspondencia entre Zuloaga, Rodin y Rainer Maria Rilke, fotografías sobre la presencia aquí de Madame Curie, dibujos de Ramón y Cajal o el trabajo de Miguel Catalán, becado por la JAE, con Alfred Fowler, lo que propiciaría el descubrimiento de los multipletes, hecho trascendental para el desarrollo de la Teoría Cuántica y de la Astrofísica. Entonces sí que fuimos europeístas.