Yom Kippur, la guerra que estuvo a punto de perder el ejército israelí
Los sirios atacaron en el Golán, mientras los egipcios lograban cruzar el Canal
La llamada Guerra de los Seis Días no trajo la paz a Oriente Medio. Al contrario, marcó el origen de una escalada terrorista por parte de los palestinos, que habían sido nuevamente desplazados de su tierra, y de enfrentamientos convencionales entre Egipto e Israel en lo que se conoció como «Guerra de Atrición», con operaciones constantes, fundamentalmente en el Sinaí y en el Canal de Suez. Los combates intermitentes se prolongarían hasta la repentina muerte de Nasser, en 1970, sucedido por Anuar-el-Sadat, quien, aunque menos carismático, demostró más visión política, inteligente y práctica.
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El terrorismo de las facciones armadas de la OLP, que además venían ejerciendo un creciente control del territorio jordano, llevaron al rey Hussein a atacar las bases palestinas en su país mediante una acción que se conoció como «Septiembre Negro». La operación se produjo en medio de una escalada de atentados, que llegó a su culmen con el secuestro del equipo olímpico israelí en Múnich, en 1972, por un comando que tomaba precisamente el nombre de esa acción en Jordania. El asesinato de once de los secuestrados supondría una conmoción mundial.
Acuerdo
Mientras los palestinos acaparaban los titulares de la prensa, Sadat manejaba hábilmente sus relaciones con la Unión Soviética para conseguir un adecuado rearme con material moderno, algo que en menor medida también logró Siria. Reorganizados sus ejércitos y puestos al día sus equipos bélicos, ambos países llegaron a un acuerdo para lanzar un ataque sorpresa contra Israel, con el objetivo de recuperar tanto la mayor parte del territorio perdido en 1967, como de restaurar el herido orgullo árabe y su posición en el mundo.
El 6 de octubre de 1973, durante el primer día del Yom Kippur (la más sagrada celebración judía), y tras una magistral operación de decepción y engaño, los sirios atacaron en los altos del Golán, mientras los egipcios cruzaban el Canal de Suez y arrollaban los puestos que conformaban la denominada línea Bar-Lev. En un exceso de confianza, los israelíes contraatacaron a los egipcios con sus unidades acorazadas sin apoyo y se estrellaron contra la firme línea defensiva de la infantería enemiga, que destrozó a los M 60 y Centurion con salvas de lanzagranadas y misiles Sagger.
También la formidable fuerza aérea israelí sería diezmada por la hábil combinación de artillería antiaérea (ZSU-23) y misiles de alta, media y baja cota utilizados por el enemigo, entre los que destacaron los SA-6, si bien es cierto que el número de ellos utilizado por los egipcios resultó escandalosamente alto, incluso para los estándares soviéticos. Pero, tras rechazar un ataque blindado egipcio, más forzado por las peticiones sirias que por la estrategia de El Cairo, los israelíes lograron cruzar el Canal a su orilla africana, a pesar de las desafortunadas actuaciones de algunos de sus generales. La 162 División, dirigida por Abraham Adan, conseguiría cercar a parte de los ejércitos egipcios, al tiempo que Tel Aviv recuperaba de nuevo la superioridad aérea al abrir brecha en el cinturón egipcio de misiles.
El Golán
Entre tanto, en el Golán, las escasas unidades israelíes presentes lograron detener la oleada de carros sirios. En lo que se bautizó como el «Valle de las Lágrimas», el 77º Batallón de Kahalani, con sus carros Centurion, pudo detener a los T 55 y T 62 sirios, aunque a un elevadísimo precio. En otros sectores, las tropas de Damasco casi arrollaron a los defensores, pero la hábil estrategia de las escasas fuerzas israelíes, reforzadas a cuentagotas por los reservistas, lograron parar in extremis el ataque.
Exhaustos, los sirios se detuvieron y esperaron el contraataque enemigo. Este llegó finalmente tras varios días de impasse, después de que los israelíes lograran activar a sus reservistas y aprender de sus errores: el fuerte contraataque no progresó más debido a la actuación de las unidades iraquíes y jordanas que reforzaron a las sirias.
La Unión Soviética y los Estados Unidos, además de rearmar a sus clientes, consiguieron finalmente forzar el alto el fuego y evitar una peligrosa escalada. Aunque militarmente los israelíes se habían impuesto a un alto precio, Sadat restableció el orgullo egipcio y conseguiría su objetivo de recuperar el Sinaí. Los sirios, sin embargo, no alcanzaron sus pretensiones y decidieron continuar su política agresiva en Líbano.