la larga guerra del siglo xx. la guerra fría (XLVIII)

La invasión judía del Líbano sólo logró cambiar un mal enemigo por otro peor

Las matanzas de Sabra y Chatila obligaron a dimitir a Ariel Sharon. En 1982, y como respuesta a la ocupación israelí, nacía Hezbolá, el Partido de Dios, un grupo radical chií apoyado por Siria e Irán

La invasión judía del Líbano sólo logró cambiar un mal enemigo por otro peor

JULIÁN MORÓN GREGORIO

Desde 1968 venían operando en el sur del Líbano diversos gru­pos guerrilleros palestinos con el apoyo más o menos encubierto de Siria. Para frenar sus actividades, Is­rael había llevado a cabo varias ope­raciones en territorio libanés (la más importante fue la Operación Litani en 1978) sin lograr desalojar más que temporalmente a los palestinos.

El ataque

El 3 de junio de 1982, un di­plomático israelí sufrió un grave aten­tado. Aunque la OLP negó su autoría, el ministro de Defensa, Ariel Sharon, deseoso desde su nombramiento de intervenir en el Líbano, convenció al primer ministro, Menájem Beguín, para que autorizase una acción mili­tar. Y así, el 6 de junio de 1982, comen­zó la Operación Paz para Galilea con el objetivo de erradicar la presencia palestina en el Líbano y enlazar con las milicias cristianas en Beirut, divi­dida por la Línea Verde entre el este cristiano y el oeste musulmán durante la guerra civil libanesa. Los israelíes avanzaron a lo largo de tres ejes, a tra­vés de un terreno en general montaño­so, boscoso y con escasas carreteras, inadecuado para la guerra mecaniza­da, pero perfecto para emboscadas en las que unos pocos guerrilleros podían detener a toda una división.

A lo largo de la costa, dos divisio­nes, ayudadas por una operación an­fibia, alcanzaron Beirut el 11 (tres días más tarde de lo planeado), después de ocupar los campos de refugiados palestinos próximos a Tiro y Sidón. Y por el eje oriental progresó otro cuer­po de dos divisiones con la misión de enfrentarse a una división siria situa­da en el valle de la Bekaa y cortar la carretera Beirut-Damasco, por la que discurrían los abastecimientos desti­nados a las fuerzas sirias en el Líbano.

El día 9, la fuerza aérea israelí atacó las posiciones antiaéreas en el valle —una operación para la que había estado preparándose desde que Siria decidió emplazar misiles antiaéreos en el Líbano en abril de 1981—, des­truyéndolas completamente y derri­bando 100 aviones enemigos a cambio de sólo uno propio. Y en los combates terrestres del 10, los carros israelíes Merkava se impusieron a los T 72 si­rios obligándoles a retirarse.

Ejes del avance

Por el eje central avan­zaron con gran lentitud otras dos di­visiones encargadas de cooperar en la ocupación de Sidón primero y en el corte de la carretera Beirut-Damasco después, sin llegar a alcanzarla cuan­do, el 11, israelíes y sirios acordaron un alto el fuego ante la presión de EEUU. El frágil acuerdo se rompió pronto, aprovechando los israelíes para cor­tar la importante carretera y cercar la parte oeste de Beirut. Sometidos a un implacable bombardeo, 11.000 palestinos y 3.500 soldados sirios la evacuaron a finales de agosto.

A los pocos días, las tropas de Israel ocupa­ron la ciudad y encomendaron a la Fa­lange (la principal milicia cristiana) el registro de los campos de refugiados palestinos de Sabra y Chatila en busca de terroristas. Allí, entre el 16 y el 18 de septiembre, los falangistas asesinaron a unos 3.000 civiles desarmados ante la pasividad israelí. La comisión Kahn, formada en Israel para esclarecer lo ocurrido, no encontró ninguna prueba de la complicidad de los mandos is­raelíes en la matanza, pero recomendó que Sharon, entre otros, presentara su dimisión.

En el territorio que ocupaban, los israelíes se vieron pronto envueltos en las luchas intestinas entre facciones, por lo que decidieron retirarse hasta el río Awali en septiembre de 1983. En mayo de 1985, se replegaron hasta una franja de seguridad de una decena de kilómetros al norte de la frontera. Ese mismo año nació oficialmente Hezbo­lá (el Partido de Dios). Tras grandes sacrificios y la muerte de 1.216 solda­dos, todo lo que había logrado Israel fue cambiar un mal enemigo por otro aún más peligroso.

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