la larga guerra del siglo xx. segunda guerra mundial (XlIV)
De las heladas tierras de Narvik a las cálidas arenas de Bir Hakeim
Periplo de los republicanos españoles encuadrados en la Legión Extranjera francesa. La división combatirá en el río Volchov y en Krasny Bor, y su compañía de esquiadores se distinguirá sobre las aguas congeladas del lago Ilmen
Para muchos soldados republicanos la Guerra Civil española no acabó cuando traspasaron la frontera francesa y fueron internados en unas condiciones extremadamente duras durante largos meses en diversos campos en el sur de Francia. Con el tiempo y la guerra en Europa ya declarada, para los más aventureros, decididos o desesperados se les abrió una nueva puerta al poder optar por alistarse en la Legión Extranjera.
La mayor parte de estos voluntarios españoles fueron concentrados en la 13ª Demi-Brigade y, tras un periodo de adiestramiento, los nuevos legionarios tendrían ocasión de demostrar su veteranía en una contienda a gran escala. El enfrentamiento directo con Alemania en las fronteras entre ambos países aún estaba lejano, pero la invasión de Noruega, en abril de 1940, aceleró la intervención aliada en el país escandinavo y Francia, en concreto, envió varias de sus mejores unidades a Narvik.
Algo más de medio millar de españoles formaban parte de la 13ª Demi-Brigade, que desembarcó en Bjerkvik, formando parte del contingente aliado. Su intervención más importante fue la lucha por la cota 220. El sargento Gayoso, de origen gallego, ganaría allí la máxima condecoración francesa al valor militar. Otros muchos españoles se destacaron en la lucha por esas heladas tierras y no fueron pocos los que quedaron en ellas para siempre.
En Bir Hakeim
Posteriormente, la Legión, y con ella la 13ª Demi-Brigade, tendría oportunidad de cubrirse de gloria en un escenario bien distinto, el Norte de África. Esta unidad, formada en gran parte por los republicanos españoles, se incluía en el contingente francés que tenía por misión defender el box de Bir Hakeim, el punto más meridional del sistema defensivo británico en la línea de Gazala, cuando fue atacada por Rommel en 1942.
El general Koenig, cuya misión era la de resistir hasta siete días, contaba con cuatro batallones de infantería, un regimiento de artillería, una compañía anticarro y otras unidades de diversa procedencia. En total, 3.600 combatientes, víveres para doce días, agua para diez, y un total de 20.000 proyectiles de 75 mm.
Durante las primeras fases del ataque germano, el box permaneció tranquilo, pues los combates se concentraron en el norte y centro, pero pronto cambió la situación ante la tardanza de los alemanes en lograr una ruptura. El siguiente punto donde Rommel concentraría sus esfuerzos fue el box de Bir Hakeim, que había quedado abandonado a su suerte por el resto de los aliados al retroceder varias unidades británicas en total desorden.
Tras algunas escaramuzas iniciales, se incrementaron los ataques de la Luftwaffe contra las posiciones de la Legion y, al día siguiente, la división italiana Trieste y la 90. Leichte de panzer-grenadier alemanes rodearon las posiciones en torno al box y comenzaron un intenso fuego artillero. A lo largo de los días siguientes, se sucedieron los ataques y los bombardeos, día y noche, y las bajas comenzaron a hacer mella entre los defesores.
La 15. Panzer se unió a la ofensiva y Rommel dirigió varios de los asaltos, pero no consiguió su ansiada ruptura. Poco a poco, sin embargo, la situación se fue convirtiendo en desesperada para los hombres de Koenig y, finalmente, tras 16 días de combates, los supervivientes realizaron una salida nocturna. Abriendo un pasillo en los campos de minas, unos 2.500 hombres (de los 3.600 iniciales) lograron romper el cerco y alcanzar, tras una dramática carrera por el desierto, las lejanas líneas británicas.
Muchos de ellos estaban gravemente heridos y habían perdido la mayor parte de su equipo, pero habían forjado una leyenda y el propio Rommel les rindió un justo tributo. En palabras de von Mellenthin, «en el curso de toda la guerra en el desierto, nunca encontramos una defensa tan firme y heroica». Como en Narvik, los legionarios españoles se destacaron por su arrojo en la lucha y frialdad ante los intensos bombardeos.
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