la larga guerra del siglo xx. segunda guerra mundial (XLIV)

Apoyo español a los perseguidos por los alemanes en toda Europa

Desde la protección de judíos por representantes diplomáticos a las redes de evasión de los pilotos aliados derribados

Apoyo español a los perseguidos por los alemanes en toda Europa

JAVIER GARCÍA ANDRÉS

La participación española en la Segunda Guerra Mundial no se ciñó a las unidades combatien­tes de uno y otro bando. Espionaje, re­des de escape, unidades partisanas, so­porte a los refugiados…, muchos fue­ron los ámbitos en los que españoles tuvieron especial significado.

La resistencia francesa se benefició de la presencia de excombatientes es­pañoles en gran medida. Aunque miles de ellos fueron deportados desde los centros de internamiento del sur de Francia al campo de concentración de Mauthausen, en Austria, donde per­manecerían hasta el final de la guerra, muchos otros escaparon a este destino y nutrieron los cuadros iniciales de la resistencia, llegando a formar incluso unidades «autónomas», como el XIV Cuerpo de Guerrilleros Españoles.

Ac­tivos desde el mismo momento de la caída de Francia en junio de 1940, tan­to frente a los ocupantes como contra las autoridades colaboracionistas de Vichy, se integrarían posteriormente de forma plena en la estructura de la Fuerzas Francesas del Interior, unión de todos los resistentes franceses.

La experiencia en combate y en acciones de sabotaje de los «maquisards espag­nols contribuirá» a la formación de los inexpertos partisanos galos, así como al esfuerzo de guerra aliado, sobre todo en las fases previas al Desembarco de Normandía, entorpeciendo las comu­nicaciones y el transporte de tropas alemán y contribuyendo de manera decisiva a la liberación de ciudades y pueblos, sobre todo del Midi y la Pro­venza, lugares con una amplia presen­cia de refugiados españoles. Parte de estos «maquisards» participaron en la Operación Reconquista, un intento de ocupación del Valle de Arán, en Léri­da, que fue rechazado fácilmente por el ejército español.

Las redes de escape

Más desconocida es la labor realizada por los españo­les en las redes de escape, que, desde la Europa ocupada, tenían por objeto conducir a refugiados y sobre todo a pilotos de la RAF y de la USAAF cuyos aparatos eran derribados por las fuer­zas germanas sobre los cielos del Reich o de los territorios conquistados, ha­ciéndolos llegar a la relativa seguridad de la frontera española.

Dichas «redes» se beneficiaron tanto del amplio con­tingente republicano español presente en Francia como de ciudadanos que a este lado de la frontera, bien por ideo­logía o por motivos menos altruistas, contribuyeron al escape de los que huían del nazismo.

Aunque muchas fueron las vías de escape hacia Espa­ña a través de los Pirineos, una de las más «utilizadas» y más exitosas fue la belga Comète, que desde Bruselas lle­gaba hasta el País Vasco. Más de 700 pilotos pudieron escapar del seguro cautiverio gracias a Comète, en la que tuvieron una labor destacada Alejan­dro Elizalde, Martín Hurtado y otros, en su mayoría militantes del proscrito Partido Nacionalista Vasco, pero que conformaban un grupo heterogéneo en cuanto sus orígenes e ideologías, como, por otra parte, lo había sido el bando republicano. El miembro más destacado de esta red fue el mugalari Florentino Goikoetxea, condecorado por los aliados tras el final de la con­tienda en reconocimiento a su labor.

Diplomáticos

Sin duda alguna uno de los ciudadanos españoles más signifi­cados en el salvamento de refugiados fue el diplomático español Ángel Sanz Briz, el «Ángel de Budapest», veterano de la Guerra Civil en el bando nacional con el Cuerpo de Ejército Marroquí. Sanz Briz es en 1944 el agregado de co­mercio y negocios de la embajada es­pañola en Budapest, donde se topa con la cruda realidad de las deportaciones de judíos húngaros hacia los campos de exterminio.

En 1944, Hungría ha caído bajo el gobierno de los filonazis de la Cruz Flechada que, junto a las fuerzas alemanas, comienzan a enviar a los hasta ahora relativamente a sal­vo judíos húngaros hacia Auschwitz y Birkenau, principalmente. Tras in­formar a Madrid de las condiciones de vida y destino de los judíos —los campos de exterminio—, Sanz Briz puso en marcha un plan para salvar la mayor cantidad posible de aquéllos.

Inicialmente contó con el permiso del gobierno para otorgar protección di­plomática y salvoconductos a todos los judíos húngaros que pudiesen alegar raíces sefardíes, lo que les ga­rantizaba la ciudadanía española y automáticamente la protección fren­te a las autoridades húngaras y ale­manas.

A pesar de que inicialmente sólo disponía de 200 salvoconductos para otras tantas familias, Sanz Briz, con la inestimable ayuda de Giorgio Jorge Perlasca —italiano, veterano de la CTV en la Guerra Civil— y la cola­boración del diplomático sueco Raoul Wallemberg, consiguió salvar a más de 5.000 judíos, a los cuales, indepen­dientemente de su origen, hizo pasar por sefardíes. Tan encomiable tarea fue reconocida por el estado de Israel concediéndole el título de «Justo en­tre las Naciones», entre otros muchos reconocimientos de diversos países.

Pero, aunque el más exitoso, Sanz Briz no fue el único diplomático es­pañol que se volcó en rescatar judíos de las garras nazis. Sebastián Romero Radigales, cónsul español en Atenas, había luchado ya denodadamente en 1943 por salvar, bajo su protección diplomática, a los hebreos de Saló­nica. Con Sanz Briz y Romero Radi­gales, una decena de representantes diplomáticos españoles en distintos países europeos se implicaron perso­nalmente en mayor o menor grado en el salvamento de los condenados por la política nazi de la Solución Final.

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