cómic

Ibáñez: «Seguiré con Mortadelo mientras que el lápiz aguante en la mano»

El Círculo de Bellas Artes de Madrid se rinde ante el mago del humor con una exposición sobre su vida y obra que se inaugura este martes

Ibáñez: «Seguiré con Mortadelo mientras que el lápiz aguante en la mano» inés baucells

david morán

Asegura entre risas, siempre entre risas, que no le dejan jubilarse, pero a Francisco Ibáñez (Barcelona, 1936) cuesta imaginárselo haciendo otra cosa que no sea poniendo a prueba ese matrimonio que forman sus nalgas y su taburete y afilando una vez más el lápiz para convertir a Mortadelo, el más «mimado» de sus personajes, en infalible catalizador de risa y carcajadas. Una fórmula que el historietista barcelonés ha perfeccionado durante más de medio siglo y a la que se rinde ahora el Círculo de Bellas Artes de Madrid con una exposición que, hasta el 18 de enero, presenta a Ibáñez como lo que realmente es. Esto es: un auténtico mago del humor.

-¿Cómo se lleva eso de verse convertido de repente en carne de museo y exposición?

-Sencillamente se ve que ya hay muchos años encima. Esto hace cuarenta años no pasaba, pero es una satisfacción pensar que lo que has estado haciendo durante cincuenta años todavía goza del favor del público.

«Para dotar de humor los asuntos políticos ya están los chisteros de los periódicos»

-No sé si en todo este tiempo ha pensado alguna vez que lo suyo podría acabar siendo arte.

-No exactamente. Piense que hace sesenta años estaba sentado delante de un tablero haciendo unos bocetos y me salió un muñeco… Mortadelo. «A ver si me dura un añito y luego ya pensamos otra cosa que dure más», me dije. Ese era el primer pensamiento. Y ese añito se va a convertir en cerca de sesenta. Y los que van a seguir. Porque, claro, no me dejan parar. A veces digo en la editorial. «Oye mira, que estoy cansado, que me quiero jubi...», y no me dejan ni acabar. Y en esas estamos: trabajando.

-El día que por fin le dejen jubilarse, ¿se imagina a Mortadelo y Filemón en la cola del paro o en manos de otro dibujante?

-Mire, yo no soy como aquel hindú que dice «el día que yo muera pues la viuda conmigo a la hoguera». El Mortadelo que siga. Y puede seguir perfectamente, porque aquí en nuestro país hay dibujantes de primera línea, magníficos. Otra cosa es el guión, que igual cuesta más. Pero si hace falta uno que haga el guión y otro el dibujo, el personaje puede tirar muchos años. Pero no depende de los futuros genios que lo hagan, sino de que a la gente le toque. Todo depende del lector.

-Siempre ha dicho que como dibujante no era muy bueno, pero algo tendrá para haber llegado hasta aquí.

-Es unir las dos cosas, claro. Un historietista no es solo un dibujante. Es un tío que dibuja y además tiene unas ciertas ideas. Siempre he dicho que si algo me hubiera gustado en esta vida es saber dibujar. Algún día lo conseguiré. Pero al unir el dibujo y el guión surge la historieta, y ahí sí que puedo defenderme un poco.

-¿El gran secreto de la longevidad de Mortadelo es el saber reinterpretar la actualidad o incluso adelantarse a ella, como en el caso de los espías?

-Claro. Todo esto empezó como la clásica historieta de una página, con el guardia persiguiendo al caco. Eso, con el tiempo, vi que iba a ser un aburrimiento, y empecé a meter las Olimpiadas, los Mundiales de fútbol… Y luego algunas figuras políticas, deportivas… Figuras de todas clases. El último grito, vamos. Para que el lector se diese cuenta de que el tema de la historieta era el mismo que estaba viendo por televisión o en los periódicos. Darle un toque de actualidad para evitar aquella horrible carta del lector que al final dice: «ya está bien, cambia el rollo». La actualidad es como la lechuguita fresca que encuentra el lector.

-¿Hace mucho caso a lo que le dicen los lectores?

-Bueno, afortunadamente son de una amabilidad tremenda. Inicialmente la inmensa mayoría eran críos, pero con el tiempo ha ido gustando más a los adultos. O quizá eran esos críos que se han vuelto adultos. A veces me escriben una carta o me dicen que terminan el día de problemas pero se meten en la cama con un libro mío y se duermen tan felices. ¡Hasta he pensado en vender alguno en las farmacias, como somníferos! Pero cuando digo adultos quiero decir adultos: quizá personas de 80 años.

-Gente que ha crecido con usted, vamos.

-Claro, claro. ¡Es que no hay ningún personaje de cómic que haya durado tanto! Y lo que te rondaré, morena.

-Viendo como crecen en edad sus lectores, ¿no le tienta acercarse aún más a la actualidad y tratar temas de un perfil más político?

-Mira, yo saco a veces personajes de la política, pero no es para hacer una crítica; es una cuestión de actualidad. Para dotar de humor los asuntos políticos ya están los chisteros de los periódicos. Si yo pretendiera hacer eso… Para hacer un álbum tardo un promedio de dos meses, después colorearlo, grabarlo, imprimirlo… Eso saldría a los seis meses, y la gente diría: «pero, ¿en qué mundo vives? ¿en la prehistoria?». Además, los chisteros de los diarios lo hacen la mar de bien. Así que cada uno en su terrenito.

«Lo que quiere el público es lo que quiere el editor y lo que quiere el editor es lo que tienes que hacer»

-Ultimamente le hemos visto lamentarse por la crisis del tebeo y la historieta en España.

-Es que es algo que veo hasta con mis propios nietos. Hace años, en cualquier quiosco veías cientos de tebeos, uno al lado del otro. El Capitán Tormenta, el Capitán Trueno, el Capitán Relámpago… Cualquier fenómeno atmosférico tenía su capitán. Y los críos lo cogían, lo pasaban, lo revendían… La cosa ha cambiado mucho. A mis nietos, por ejemplo, les gusta el tebeo pero porque lo hago yo, pero con lo que verdaderamente disfrutan es dándole al dedo, con esas pantallitas… Casi se fabrican ellos mismos su propia historieta. Tienden a ir más a eso, a la cosa digital. Y todo lo demás va decayendo. En eso estamos. Aunque tampoco me preocupa demasiado: si tuviese 30 años me preguntaría que haría el día de mañana, pero estoy rozando los ochenta.

-Además, supongo que después de que el ordenador que le regaló su hija acabase convertido en urinario, su relación con la tecnología es irreconciliable.

-Del todo, absolutamente. A veces alguien me pide al meil o el mail o lo que fuere, y cuando digo que no tengo me mira de una forma como diciendo «¿pero cómo puedes vivir así?». Pues mire usted: vivo perfectamente.

-¿Le apena que todo el legado de dibujantes de la Escuela Bruguera se pueda acabar perdiendo?

-Hombre, claro. Es un trabajo al que has dedicado toda tu vida. Además no es un trabajo que venga por imposición del estómago, sino porque ha gustado. Que eso tenga que desaparecer es una lástima, pero qué le vamos a hacer. El público manda.

-Pero precisamente ahora, que el humor parece más necesario que nunca...

-Sí, pero no pasa solo con la historieta: antes los periódicos y las revistas estaban llenos de chistes sueltos, y esto ha ido desapareciendo. ¿Qué es lo que ocurre? No sé. Quizá la gente no está para bromas.

-Quizá tenga que ver con que el humor nunca se ha considerado algo serio.

-Eso me apena bastante. Miras en el mundo del cine y que nunca se haya llevado un Oscar un película cómica… Películas que te hacen reír de verdad y nunca se han llevado un premio. Pasa lo mismo con las novelas y los libros: nunca se ha llevado uno de esos premios sesudos una novela cómica.

«El Mortadelo que siga. Y puede seguir perfectamente, porque aquí en nuestro país hay dibujantes de primera línea»

-Hablando de cine , ¿alguna vez pensó que vería a Mortadelo dando el salto a la gran pantalla

-Bueno, ya se hicieron unas peliculitas que más que animadas eran desanimadas, pero cuando Fesser hizo la primero con personajes reales… Esa era magnífica. Era el cómic pasado a la pantalla.Y la de ahora también es una cosa magnífica: una acción continua sin parar. Maravillosa de verdad. Creo que gustará muchísimo.

-¿Ha sido Mortadelo un hijo demasiado exigente?

-Me ha quitado el tiempo completo. Antes hacía una o dos páginas de Mortadelo, de Sacarino, de la Rue del Percebe, de mi querido Rompetechos… Pero luego empezaron a llegar cartas de que querían más mortadelos y ya no hubo tiempo para nada más. El público manda. Lo que quiere el público es lo que quiere el editor y lo que quiere el editor es lo que tienes que hacer.

-En la exposición se habla de las técnicas, estructuras y las «motivaciones» de Ibáñez. ¿Cuáles serían estas motivaciones?

-La verdad es que las motivaciones a veces eran cubrir un vacío que dejaba un página. Te venía un editor y decía. «Mira, Ibáñez, queda una página en blanco: créate un nuevo personaje, algo distinto que tenga gracia». Y se trataba de eso. Que ese personaje tuviese más o menos éxito dependía de la acogida del público.

-Y a estas alturas, ¿qué le queda por hacer a Ibáñez?

-Uy, no queda tiempo para nada. Cumplir simplemente con lo que deciden cada semana en la editorial. Y hasta que la mano aguante. Hasta que la cintura aguante. Seguiré con el Mortadelo hasta que el lápiz aguante en la mano.

Ibáñez: «Seguiré con Mortadelo mientras que el lápiz aguante en la mano»

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación