Dennis Lehane: «Echaba de menos escribir desde una perspectiva más humana»
El rey de la novela negra se multiplica por tres con «La entrega», obra que nació como un cuento y se transforma ahora en película y novela
A Dennis Lehane (Dorchsester, Boston, 1965) nadie le discute su condición de maestro del suspense y atinado renovador del thriller contemporáneo, pero el autor de «Shutter Island» y «Mystic River», amén de creador de los detectives Kenzie y Genaro, ha querido ir un poco más lejos con «La entrega» (Salamandra Black), un libro que en realidad son tres. Esto es: un cuento, una película con guión firmado por él mismo y, finalmente, una novela. Una versión multiplicada de sí mismo con la que el escritor estadounidense entrelaza bajas pasiones, apuestas ilegales, mafia chechena y crímenes aparentemente menores y exprime un poco más ese gris ceniza que amortaja los barrios obreros de Boston.
A punto de publicar «World Gone By», tercera entrega de la serie protagonizada por el pérfido aunque encantador Joe Coughlin, Lehane sigue sumando galones y, tras estrenarse como guionista en series como «The Wire» y «BoardwalkEmpire», se acaba de licenciar con honores gracias a la versión cinematográfica de «La entrega» por la que se llevó el premio al mejor guión en el pasado Festival de San Sebastián. Un broche de oro para una historia que, apunta el autor, le ha acompañado durante más de una década. «Ha sido muy emocionante. He vivido con Bob desde el invierno de 2001 y ha sido una relación muy gratificante para los dos», apunta. El Bob con el que ha pasado todos estos años no es otro que el enigmático y huidizo camarero del Cousin’s Marv, un bar que un día fue de su primo Marv (James Ganfoldini en el filme) pero que ahora pertenece a la mafia chechena.
–Ha dicho recientemente que empezaba a estar cansado de las grandes mentes criminales, y da la sensación de que «La entrega» es un intento por dar voz a personajes pequeños con grandes historias detrás. Tenemos a Marv, por ejemplo, un tipo duro pero no lo suficiente como para enfrentarse a la mafia chechena.
–No recuerdo haber dicho eso, pero sí que es verdad que, después de tres epopeyas históricas, echaba de menos escribir desde una perspectiva más humana y a una escala más reducida. Al fin y al cabo, me siento más cómodo escribiendo sobre gente obrera con vidas anónimas; vidas con algo de violencia y pérdida pero también con una gran dignidad y mucho significado.
–Es curioso, porque en «Vivir de noche» , su anterior novela, JoeCoughlin encarnaba una suerte de visión idealizada del gánster, mientras que «La entrega» se mueve a través de un tipo de violencia más doméstica.
–Es Joe quien se idealiza a sí mismo, no yo. Es una distinción que se le escapó a una gran cantidad de lectores. La mayoría de la gente está sólo vagamente conectada a sus propios fallos morales; racionalizan y justifican sus peores acciones, y Joe es sólo un ejemplo extremo. Él es un gánster y un asesino que considera que toda una vida de malas acciones se puede eliminar y redimir por un segundo acto en el que hace el bien.
–En este sentido, su retrato de la mafia chechena es especialmente crudo, como si incluso en el mundo de la delincuencia pudiésemos hablar de buenos y malos.
–Es complicado ya que, de nuevo, la mayoría de gente cree que incluso sus peores actos son necesarios. Chovka (el mafioso de la novela), por ejemplo, tiene un código: si eres lo que él considera un hombre con un «centro moral», entonces serás una persona que paga sus deudas, mantiene la boca cerrada y nunca se involucra en la traición, por lo que estarás a salvo de su «justicia». La mayoría de la gente «mala» no se considera como tal. Y la mayoría de gente buena no lo es tanto como le gustaría pensar. Sólo eres tan bueno como las pruebas morales que seas capaz de superar.
–Pese a presentarse como un relato negro, «La entrega» parece más bien una historia sobre grandes perdedores. Gente que hace lo que puede con lo que le ha tocado en gracia.
–Es una historia de envejecimiento y de cómo un tiempo y un mundo concretos se escapan ante los ojos de los protagonistas. Los que se adaptan consiguen salir adelante. Los que no, acaban en la cuneta.
–¿Qué es para usted lo más importante, el punto principal que desea reflejar cuando se empieza a escribir?
–No tengo idea. Simplemente coloco una palabra detrás de otra y veo adónde me llevan.
–Después de ver que muchos de sus libros se han acabado convirtiendo en películas , ¿no existe la tentación de escribir pensando ya en una posible adaptación?
–Cuando escribo una novela pienso en la novela y en la persona que lo leerá. Nada más. No veo una pantalla grande o imagino a determinados actores para interpretar los personajes. Nada de eso. Es algo que nunca ha afectado a mi trabajo así que, llegados a este punto, sospecho que nunca lo hará.
–Es fácil oír que actualmente los mejores escritores están trabajando en series televisivas. ¿Qué tiene la televisión para que autores como Richard Price, George Pelecanos o usted mismo se acaben involucrando de este manera?
–La televisión por cable produce un trabajo de una profundidad asombrosa. ¿Por qué ir al cine cuando se puede ver «Breaking Bad» o «Juego de tronos» o incluso repeticiones de «Los Soprano»? La razón es que se trata al creador-guionista y a su equipo de guionistas con gran respeto y los escritores, a su vez, devuelven toda la confianza que se ha depositado en ellos. Así que la pregunta no es tanto por qué los novelistas nos involucramos, sino más bien por qué razón no deberíamos hacerlo.
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