la larga guerra del siglo xx. segunda guerra mundial (XLIII)
El emperador habló por primera vez a sus súbditos para rendir Japón a los aliados
«Ha llegado el momento en que debemos de soportar lo insoportable»
El 9 de agosto los americanos lanzaron sobre Nagasaki la segunda bomba atómica , al tiempo que los soviéticos, después de haber declarado el día 8 la guerra a Japón, comenzaban la invasión de Manchuria. Esa misma noche se celebró en el bunker subterráneo del Palacio Imperial una conferencia presidida por Hirohito a la que asistieron los principales miembros del gabinete y las más altas autoridades militares, divididos entre los defensores de la resistencia a ultranza y los partidarios de aceptar la rendición incondicional exigida en Potsdam por los Aliados.
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El emperador se inclinó por poner fin a la lucha inmediatamente: «La continuación de la guerra sólo significaría la destrucción del país...ha llegado el momento en que debemos soportar lo insoportable».
Intento de golpe de Estado
El día 10 por la mañana los japoneses contactaron con los Aliados aceptando rendirse a condición de que se conservase la figura del emperador, encarnación del kokutai (esencia nacional). Como la respuesta norteamericana del 12 no fue clara en este aspecto, los japoneses siguieron debatiendo la conveniencia o no de rendirse.
Entretanto, elpresidente Trumanordenó que continuasen los bombardeos navales del litoral japonés y las incursiones aéreas sobre ciudades y fábricas. Finalmente, a través de sus embajadas en Suiza y Suecia, los japoneses aceptaron sin reservas los términos de la rendición el 14 de agosto. Esa noche, el propio Hirohito gravó el Rescripto Imperial sobre la Terminación de la Guerra, que sería retransmitido al pueblo japonés el día 15, después de que se hubiera sofocado un golpe de estado protagonizado por oficiales del ejército partidarios de resistir a ultranza.
Los norteamericanos respondieron solicitando el envío a Manila de una delegación japonesa para recibir los términos de la rendición y organizar la ocupación del país. Resueltas todas las formalidades, el 28 de agosto aterrizaron en la base aérea de Atsaugi, Prefectura de Yokohama, los primeros soldados estadounidenses que pisaban territorio japonés: Pertenecian a la 11ª División Aerotransportada. Dos días más tarde llegó MacArthur , el flamante Comandante Supremo de las Fuerzas Aliadas. Al mismo tiempo, arribaban a la Bahía de Tokio los primeros buques de la 5ª Flota, sucesores de los que llegaron en 1853 al mando del comodoro Perry para imponer por la fuerza de las armas un tratado comercial a los japoneses que despertaría la vocación imperial de un Japón hasta entonces aislado del mundo.
La rendición en el «Missouri»
La elección de los encargados de firmar el documento de rendición sobre la cubierta del acorazado «USS Missouri», fondeado en la bahía de Tokio, no fue fácil. En EEUU, los celos entre la marina y el ejército se resolvieron con un compromiso: el general MacArthur encabezaría la delegación aliada y el almirante Nimitz firmaría en nombre del gobierno norteamericano.
Presidió la delegación japonesa, por orden expresa del emperador, el ministro de Asuntos Exteriores, Shigemitsu, al que acompañaban el general Umezu, jefe del Estado Mayor del Ejército y el contralmirante Tomioka, oficial de operaciones del Estado Mayor de la Marina. Aunque la ceremonia se abrió con un discurso conciliador de MacArthur, se cerró, después de las firmas de rigor, con un desfile aéreo en el que participaron cientos de aviones estadounidenses, una impresionante demostración del poderío militar que había sometido al orgulloso Imperio del Sol Naciente.