Crítica de «La sombra del actor» (***): Prodigioso y terminal Pacino

Todo en la película es decaído, terminal, salvo el talento de ese actor que ha perdido el talento, y que le permite a este portentoso actor ser él y su némesis con un sentido de la tragedia emparentada con enorme jocosidad

Crítica de «La sombra del actor» (***): Prodigioso y terminal Pacino

oti rodríguez marchante

Tal vez Philip Roth no pensaba en Al Pacino cuando creó a Simon Axler, ese actor sesentón y shakespeariano que ya es incapaz de engañarse a sí mismo y que ni siquiera puede interpretar con solvencia al personaje del suicida que lleva dentro. Pero Pacino es Axler, de los pies a la cabeza, y si el escritor Philip Roth no fue capaz de sospecharlo, afortunadamente para su adaptación al cine el director Barry Levinson vio claramente que nadie podía ser en la pantalla esa sombra de actor que levanta Pacino en una especie de esfuerzo sublime por levantar algo.

Todo en la película es decaído, terminal, salvo el talento de ese actor que ha perdido el talento, y que le permite a este portentoso actor ser él y su némesis con un sentido de la tragedia emparentada con enorme jocosidad. No obtener el exceso en una interpretación de Pacino es como negarle el gol al fútbol o el éxtasis al sexo, y en esta película, tan ansiosa de interpretación, Al Pacino se derrama hasta ese punto más allá del exceso con el que logra la perfecta confusión entre él y su histrión, entre su personaje y su aceptación de sí mismo.

No hay mucha más película que él, pues Levinson «focaliza» (perdón por el verbo) todo el amargor de la obra, «La humillación», de Roth, en la fortuna de posarla sobre los hombros del único actor capaz de sujetarla en plano corto desenfocando todo el mundo de alrededor. Pierde viveza el fondo, incluido el personaje casi romántico de Greta Gerwing, ese amor joven y frescachón que actúa como la pócima de Astérix en el ocaso vital y actoral de Simon Axler, o esa otra galería de complementos extravagantes, como los padres de su joven amante o la loca furiosa que lo persigue para involucrarlo en el asesinato de su ex marido… Hay algo de « Birdman » en ese viejo actor que no encuentra el modo ni la puerta para volver al teatro, o que ha de resignarse a que su gran momento en la escena es cuando se precipita al vacío…, y comparte también su risa sarcástica, la ironía de bufonear el drama y de encontrar esplendor en la decadencia. No es la gran película de Pacino, pero en ninguna como en ésta consigue traducir la pura exageración en un puro equilibrio.

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