Crítica de «Mortadelo y Filemón contra Jimmy el cachondo» (****): La cita perfecta, Fesser esquina con Ibáñez

Todo es brillante, todo es Bruguera, todo es Ibáñez y todo es Fesser, y el doblaje, las voces de actores insospechados, le pone exactamente la voz que ya tenían los tebeos

Crítica de «Mortadelo y Filemón contra Jimmy el cachondo» (****): La cita perfecta, Fesser esquina con Ibáñez

oti rodríguez marchante

Entrar al universo del genio, encontrar la llave, abrir el cofre de su esencia y exponerla en toda su grandeza en otro escaparate muy distinto… ¿Lo consiguieron Orson Welles o Laurence Olivier con Shakespeare?, ¿Llegó hasta allí Elia Kazan con Tennessee Williams?, ¿Le extrajo Passolini el alma a San Mateo?... Mientras le dan unas vueltas a esto como si fuera un torrezno, cambiamos pregunta por respuesta: Javier Fesser entra al universo de Ibáñez, encuentra la médula y la fija con unos pernos y unos remaches a la pantalla. La esencia de Ibáñez se camufla tras esa innegociable divisa del “todo a golpes y a voces”, y tratándose de historia gráfica uno no puede ser más gráfico.

El Mortadelo y Filemón de Fesser, segundo intento de llegar al fondo del genio de Ibáñez, es brutalmente animado (en su anterior incursión, « La gran aventura de Mortadelo y Filemón », usó la carne y hueso, pero con vocación de dibujo) y de una fidelidad sorprendente al vuelo de las hojas del tebeo, que, con el añadido del 3D, da la impresión de que uno está en medio de un álbum gigante de tapa dura de Mortadelo y llega, pongamos, el “Tronchamulas” y lo cierra de un manotazo convirtiéndote en rosa seca o mariposa plana.

El arranque es espectacular, contradictorio (¿serán ellos?, ¿habrán progresado?), tan entretenido que uno va postergando las risas para después por no perderse ni un detalle, cosa imposible con Ibáñez y también con Fesser, en cuya viñeta o en cuyo plano hay más guiños, chistes, ingenio, segundos términos, segundas intenciones, talento y venenillo que en una reunión de vecinos del barrio de Lavapiés. Siempre faltan ojos para encontrar el caracolillo zumbón en una esquina de la página de Ibáñez o en el plano de Fesser, cuajado de alimentos y sustancias como la nevera de una madre.

La aventura de los agentes de la T.I.A. es insólita, genuina, única…, como todas, y coloca frente a la caótica pareja a dos villanos, una especie de orco llamado “Tronchamulas” que busca a Filemón para hacerle “el aquello”, o algo así, que consiste en darle la vuelta como a un calcetín metiéndole la mano por el último orificio (quizás los más jóvenes no le encuentren la sutileza al asunto, pero los papás juntarán mucho las rodillas), y el otro villano, terrible, como de James Bond, es el Jimmy el cachondo del título, que tiene una risilla como de vicepresidenta.

Sobran los lugares, los momentos, los golpes en los que la risa se pone muy, muy terca, aunque quizá las alusiones a Julio iglesias y su “Me cansé de vivir” o a Mercedes Milá y su telegenia lo cojan a uno desprevenido, más desarmado. En fin, todo es brillante, todo es Bruguera, todo es Ibáñez y todo es Fesser, y el doblaje, las voces de actores insospechados, le pone exactamente la voz que ya tenían los tebeos.

Este “Mortadelo” es una ocasión de oro para la risa tonta, para la risa lista y para los que no se reían desde que les pusieron los brackets.

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