Crítica de «[REC]4 - Apocalipsis» (**): Zombis en altamar
Balagueró le da sentido al número 4, pues relaciona la trama como una consecuencia de lo visto en las dos primeras y la envuelve en la misma protagonista, la reportera Ángela Vidal
El número 4 delator del título nos indica que no tendrá un espectador desorientado y que conocerá la naturaleza de lo que va a ver: una película de zombis que comenzó hace años de modo sorprendente (entonces, sí) en un oscuro edificio de Barcelona; un gran arranque dirigido por Paco Plaza y Jaume Balagueró que exprimieron en un número 2 y que se repartieron ya individualmente las siguientes entregas, la tercera de Paco Plaza, más humorística y descacharrada, y esta cuarta que firma Balagueró y que presumiblemente cierra la saga, aunque su desenlace lo desmienta.
En esta película, Balagueró le da sentido al número 4, pues relaciona la trama como una consecuencia de lo visto en las dos primeras y la envuelve en la misma protagonista, la reportera Ángela Vidal que interpreta Manuela Velasco ; no tanto sentido tiene lo que precede al número, el [REC] insólito y original, ese elemento clave del punto de vista a través de la grabación de una cámara digital, que aquí se cambia por el punto de vista más tópico (salvo excepciones recuperadas del primer REC) del pan nuestro de cada día que alimenta el subgénero. Se cambia el edificio barcelonés por un gigantesco buque aislado en el océano, aunque el escenario huela parecido: pasillos, camarotes, oscuridad, ruidos, gritos, carreras y el mal rollo propio de fulanos ensangrentados persiguiendo a inminentes fulanos ensangrentados.
Los entendidos o amantes de este tipo de películas suelen valorarlas por sus niveles de creación de miedo, susto o respingo, pero supongo que esa escala de los terrores es subjetiva (personalmente, me da más miedo un diálogo del protagonista de "Sueño de invierno", de Nuri Bilge Ceylan , con su hermana o con su mujer, que un zombi en la pantalla), a pesar de ello (me) da la impresión de que este [REC] está lejos de producir ese horror oscuro y ese canguelo que lograba el insólito espacio [REC] de la película original. Hay tensión, claro, y cierto regodeo en el mal rato, pero no pasa de correría desmelenada de la que ya sospechas que en algún momento aparecerá el artilugio para picar carne, aquí un motor de barco. Y por supuesto, se cuenta con ese tipo de interpretación de "hip-hop", entrecortada por los sustos y carreras que se debate entre los dos significados de la palabra espanto, de la que ya, en cierto modo, estamos curados.