Crítica de «Torrente 5: Operación Eurovegas» (***): Santiago Segura en la estela de Bergman

Como el sueco, le introduce al ser de su época un termómetro que nos señala su moral, su integridad, su filosofía, su camino

Crítica de «Torrente 5: Operación Eurovegas» (***): Santiago Segura en la estela de Bergman

oti rodríguez marchante

Supongo que es bastante fácil encontrar tres docenas de diferencias entre Santiago Segura y Bergman , pero no tendrían mayor interés. Sí lo tiene, en cambio, encontrar un solo parecido. Pues aquí está: igual que Bergman, Santiago Segura le introduce al ser de su época un termómetro que nos señala su moral, su integridad, su filosofía, su camino. Sí, es cierto, uno lo introduce en el alma y otro en el primer agujero que encuentra, otra temperatura, otro paisaje, pero la idea, allá muy en el fondo, es la misma: en Bergman la sugería la carcoma y en Santiago Segura, el mondadientes.

Todo el mundo tiene su propia idea del viaje de José Luis Torrente hasta aquí, este número 5, y una estampa perfecta hecha del personaje, detalles y circunstancias, o sea, que eludo insistir en la descripción porque da su poquito de arcada. Todo en esta película es viejo, usado, salvo lo esencial, que es provocadoramente nuevo y cuajado de intención bergmaniana, o incluso peor: sitúa al individuo en un futuro inminente y afortunadamente de predicción muy errónea, una España fuera del Euro, de la que ya se ha descolgado (se despreocupa de hacia dónde) Cataluña y con un Torrente que sale de la cárcel y al que un par de detalles (El Fari, el Vicente Calderón) lo alientan a dar un paso impensable: dejará de ser la buena persona que ha sido hasta ahora y se convertirá en un maestro del mal. Y comienza la Operación Eurovegas, un Ocean's eleven, una misión imposible con Torrente en plan Clooney o Cruise, pero con su camisa fritanga y un equipo integrado (¡!) por Julián López , Jesulín, Esteso , Carlos Areces , Florentino Fernández y un espécimen llamado Cañita Brava, inenarrable y un poco también entre Bergman y Dreyer.

Mientras que uno se puede reír, si eso le provoca, con lo habitual de la filosofía vital, alimentaria y sexual de Torrente y con el sudoku cerebral de sus acompañantes, Santiago Segura trama dos «operaciones», la del robo ideal, con su tic-tac del género, y la del robo a la española (butanero en vez de butronero). Es decir, a pesar de Torrente, hay una película maquinada, una huida hacia delante en las intenciones del director con un doble mensaje en su camiseta: soy el mismo tipo gracioso y guarro de siempre y soy también alguien con una mirada crítica y vitriólica a mi/vuestro alrededor. Bergman, es cierto, lo hubiera envuelto de otro modo.

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