Crítica de «La desaparición de Eleanor Rigby» (***): Doble duelo de una pareja

Lucha con armas muy sensatas y recubre el horror de la pareja con unos personajes nihilistas y divertidos

Crítica de «La desaparición de Eleanor Rigby» (***): Doble duelo de una pareja

oti rodríguez marchante

Conviene aclarar que lo que vemos aquí es el zumo de dos películas y que como tales se presentaron en el Festival de Toronto del pasado año; una historia, la de la descomposición de una pareja, pero contada desde los dos ángulos, «ella» y «él». Los Wenstein (esa pareja de hermanos productores también un poco en descomposición eterna) fundieron o licuaron los dos puntos de vista en una sola película, que fue la que se pudo ver en el pasado Festival de Cannes. Y ahora se estrena con algunos ligeros pero sustanciales cambios, como la volatilización de algún embarazoso plano final. La historia de Eleanor y Conor, magníficos Jessica Chastain y James McAvoy , trata con enorme elegancia y profundidad el presente de una relación muerta, o quizás mejor, en coma, mientras sugiere sutilmente las causas que provocaron ese «accidente» que suele apagar las luces del amor entre una pareja. Veremos las luces en ajustados flashback, intuiremos sin ver el «accidente» y el director, Ned Benson, nos narrará el paisaje de esos restos del naufragio.

Jessica Chastain construye un personaje conmovedor, una mujer enamorada, una madre pletórica y una mujer que no le encuentra sentido al resto de su vida y quiere «desaparecer» de ella como sea; mientras que James McAvoy recorre otro camino con el mismo fardo, busca recomponer en lo esencial sus pedazos rotos. Dos puntos de vista muy distintos en el modo de afrontar el duelo y que la película nos ofrece cruzados, ensamblados e inteligibles para el espectador.

Contra el drama irresoluble que plantea, y conmovedor precisamente por lo que de escollo infranqueable tiene la muerte, la película lucha con armas muy sensatas y recubre el horror de la pareja con unos personajes nihilistas y divertidos, como esa profesora que interpreta Viola Davis , o nihilistas y abismales como el papel de padre que borda William Hurt . La escena en la que le cuenta a ella, su hija, cómo el momento más angustioso de su vida y el más feliz estuvieron separados por tan sólo un segundo es el Artículo primero y último de la Constitución de un padre, o creador con minúscula. A pesar de ciertas concesiones a lo meló, a lo convencional, que por otra parte son bienvenidas debido a lo duro de los acontecimientos, la película conserva el equilibrio, la cercanía, el diálogo con los sentimientos del espectador... Las ganas de que nada desaparezca, sino que se transforme.

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