EL FARO
PÓQUER CON COMODINES
El reloj se ha puesto en marcha. Menos de dos meses para pasar por las urnas, y ahí está Ciudadanos, la formación política encabezada por Albert Rivera a nivel nacional y Carolina Punset en la Comunidad, emergiendo para situarse en el centro de la pista cual reina del baile. Todos quieren cortejarla, con casi todos hace buena pareja, tiene la facultad de elegir, o lo que es lo mismo trasladado al mapa político de la Comunidad Valenciana que se asoma el 25 de mayo: mucho debería cambiar el panorama para que Ciudadanos no tenga la capacidad de decidir quién gobernará en la Comunidad los próximos cuatro años.
Desde su dirección nacional se inclinan por que sus representantes autonómicos apoyen la lista más votada. Aún así, y sin que esto sorprenda, estamos en tiempo de jugar al gato y al ratón. A esta hora nadie quiere asomar la más mínima intención de pacto. Bueno, sí, lo dejó caer hace algunos meses el presidente Fabra y tuvo que aguantar un aluvión de críticas. A dos meses no hay otra, el que quiera gobernar tendrá que pactar, no era tan complicado, lo dicen las encuestas y lo reclaman los ciudadanos.
Esto nos lleva a una curiosa situación interna dentro del PPCV. Mientras desde la dirección nacional del partido se iniste en sus mensajes públicos y privados en marcar distancia y «sacudir» a los de Albert Rivera a la primera que se pueda, para Alberto Fabra Ciudadanos es, según los sondeos, la única vía para mantener la Generalitat. Difícil juego de malabares ante la opinión pública.
Pero mientras se desarrolla esta partida de poker, el pacto PPCV-Ciudadanos no es ni mucho menos descabellado. Al margen de las pretensiones, o no, que pudieran exigir en una mesa de negociación Carolina Punset y los suyos,una de las banderas más visibles de la nueva formación es su lucha contra la corrupción. Rivera se anotaba otro tanto público, y ya van unos cuantos, cuando horas después de conocerse el resultado de las elecciones andaluzas avisaba que ni siquiera se sentaría con Susana Díaz si antes no firmaba la defunción política de Chaves y Griñán. Por ese camino, el pacto con Fabra no tiene aristas, su lucha contra la corrupción puede darle sus frutos cuatro años después, justo en el momento más necesario.