ENTREVISTA
Paco Roca: «Debería invertirse más dinero en proyectos para los valencianos»
ABC analiza con el dibujante la evolución de la Comunidad Valenciana durante los últimos 25 años
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La Comunidad Valenciana ha sido siempre tierra de buenos dibujantes e historietistas. Pero pocos se han quedado a vivir en su lugar de origen después de triunfar. Uno de ellos es Paco Roca (Valencia, 1969), autor de títulos tan célebres como «Arrugas» o «Los surcos del azar». Hablamos con él en la terraza del Granada, un castizo bar del popular barrio de San Marcelino donde pasó su infancia.
«No creo que me vaya ya de Valencia. Esas cosas, o las haces en un momento dado, o te acomodas y lo olvidas. Creo que es difícil encontrar una ciudad mejor para vivir. Además, con el AVE e internet no me hace falta. Lo que sí es verdad es que aquí tienes que hacer el doble de esfuerzo que en Madrid para que tus proyectos no se queden en el ámbito local», lamenta.
Lo cierto es que, debido a la naturaleza independiente del dibujante, Paco Roca ha conseguido labrar un notable prestigio internacional, incluso trabajando en pantuflas. Ése es precisamente el asunto central de las tiras para prensa tituladas «Memorias de un hombre en pijama», que en 2016 llegarán a la gran pantalla
La actividad de Paco Roca se intensificó exponencialmente a raíz del reconocimiento del Premio Nacional del Cómic en 2008 y los dos Goyas obtenidos en 2012 por la adaptación cinematográfica de su novela gráfica «Arrugas». Desde entonces ha protagonizado varias exposiciones –en el MuVIM, en Las Naves de Valencia y la Fundación Telefónica de Madrid–. Lo último en echarse a los hombros ha sido el proyecto cinematográfico «Memorias de un hombre en pijama», en el que además debutará como director.
–Acostumbrado a trabajar en solitario, ¿cómo lleva la experiencia de dirigir?
–Hay muchas diferencias. La primera es que en el cómic la creatividad acaba donde acaba tu capacidad. Luchas contra ti mismo. En el cine tu límite es el dinero. Tienes que hacer lo máximo posible con los recursos que tienes, y renunciar a muchas cosas que te gustaría hacer. Me encanta la experiencia, porque tu trabajo se puede beneficiar de otros puntos de vista, pero al mismo tiempo es un poco desesperante porque hay muchos parones.
–Finalmente Raúl Arévalo será el protagonista. ¿En qué se parece a Paco Roca?
–Me gusta mucho cómo actúa Raúl Arévalo y los papeles que ha ido eligiendo. Pero, aunque «Memorias de un hombre en pijama» es una historia autobiográfica, en la película he puesto más distancia que en las tiras cómicas. No he buscado a alguien parecido a mí físicamente o en la forma de ser, sino una persona que pudiera tener ese punto a veces patético, a veces perdedor, pero con capacidad para sacar carácter en un momento dado.
–¿Cómo es vivir en pijama?
–Yo antes de tener a mi hija me pasaba el día en casa en pijama trabajando tan feliz. Ahora me tengo que vestir por las mañanas para llevarla al colegio. «Memorias de un hombre en pijama » habla de la vida en pareja, y de cómo la felicidad te lleva a la rutina, y cómo la monotonía te hace perder la inspiración. De alguna manera, la creatividad se alimenta de los estados de crisis. Es como eso que dijo Joaquín Sabina, que desde que lleva vida burguesa había dejado de hacer buenas canciones.
–¿Cuál es el principal cambio que se ha producido en la Comunidad Valenciana en los últimos veinte años?
–Ha cambiado para mejor la cara de la ciudad. Está más bonita. Pero lo malo es precisamente que solo hemos cambiado la cara. Un buen ejemplo es la Ciudad de las Artes y las Ciencias, que es una fachada sin contenido. Nadie viene a Valencia a ver una exposición del Museo Príncipe Felipe, sino a hacerse una foto. Hemos construido un decorado millonario, propio de nuevo rico. Prefiero el ejemplo de Bilbao, que se ha sabido modernizar exterior e interiormente, pensando en crear una ciudad para sus habitantes, no para el turista.
–¿Qué se puede hacer para mejorar?
–Muchas cosas. Me gustaría que fuese más conocida por su patrimonio cultural y por museos como el de Bellas Artes, y que se invirtiera el dinero en proyectos no necesariamente costosos, pero que mejoren la vida de sus ciudadanos. El carril bici, por ejemplo, me parece una maravilla, y sorprende mucho a la gente que viene de fuera.