EN TERCERA PERSONA

Los petardos

«Nunca había entendido ni compartido esa costumbre de fastidiar al prójimo con una explosión sonora que le hiciera temblar sus tímpanos»

JAVIER y MOLINS

SIEMPRE había pensado que los petardos eran como los pedos: solo se quedaba a gusto el que los tiraba. Era un pensamiento recurrente que le venía a la mente cada vez que se acercaban las Fallas o, en menor medida, las fiestas de la Magdalena. Nunca había entendido ni compartido esa costumbre de fastidiar al prójimo con una explosión sonora que le hicieran temblar sus tímpanos. Ya le podían contar que la pólvora hundía su origen en la China milenaria y que de allí llegó a Valencia, tierra por excelencia de la pólvora cuyos fuegos artificiales eran famosos en el mundo entero. Todo eso estaba muy bien pero ¿qué tenía que ver con introducir un «masclet» en una papelera para que saltara por los aires rota en mil pedazos?

Ese acto de vandalismo le sorprendía doblemente. Por un lado, era una demostración de que en Valencia no existía una conciencia de la propiedad colectiva, pues nadie introduciría un «masclet» en la nevera de su casa o en la papelera de su despacho. Pero, claro, esas propiedades eran individuales y las otras eran colectivas, lo que para muchos significaba que no eran de nadie. Y, por otro lado, esa fea costumbre venía a demostrar una vez más la influencia (en este caso mala) que un padre podía ejercer sobre sus hijos. El destrozo del mobiliario urbano durante las Fallas no era un hecho aislado producido por un grupo de jóvenes turbados por la ingesta de alcohol, sino que era una (mala) costumbre que se pasaba de padres a hijos.

Una de las típicas estampas falleras consistía en ver cómo un padre enseñaba a su hijo con una mecha y una bolsa de petardos en la mano la mejor manera de causar el mayor número de destrozos posibles al encender un petardo. Estaba la versión del petardo en la lata de cerveza vacía, en la alcantarilla, en la grieta de la pared y el clásico de la papelera. Todo un ejemplo de que el gamberro, en la mayor parte de los casos, no nacía, sino que se hacía.

www.javiermolins.com

Los petardos

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