ENTREVISTA a Mercedes Hurtado y Antonio Llombart, Ilustre Colegio de Médicos de Valencia
«Gastamos dinero en formar a médicos que acaban en Europa»
La entidad considera prioritaria la lucha más activa contra el intrusismo profesional
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El Colegio de Médicos de Valencia y la Real Academia de Medicina de la Comunidad son dos de los pilares básicos que sostienen este sector en la región. Mercedes Hurtado y Antonio Llombart son, respectivamente, sus máximos representantes. Desde sus cargos desgranan para ABC los cambios más destacados en el Colegio el último cuarto de siglo, tiempo durante el cual ha habido cinco presidentes y el número de colegiados ha pasado de los 8.000 a los 14.000 actuales.
—¿Qué hechos han marcado más la actividad del Colegio?
—Antonio: Su función ha sido determinante en la medicina valenciana y constituye el arma fundamental de defensa de los intereses del colectivo y de su actividad científica. Para ello, lo primero fue poner en marcha la sede y numerosas actividades, como la docencia a través de los cursos de formación continuada o la preparación de los médicos internos y residentes. También destacaría la creación de la biblioteca, que cuenta con más de 3.000 volúmenes y tiene mucho valor intelectual. Otro de los objetivos de la entidad es la defensa de los intereses en la comisión de ética, donde se analizan las posibles reclamaciones, las demandas periciales y la relación directa entre la justicia y el profesional. El colegio actúa a través de ella como una fuente de equilibrio.
—¿En qué situación se encontraba el colectivo hace 25 años?
—Antonio: Son ciclos. En esta época se sumaron dos circunstancias distintas. Por una parte, hubo una plétora de médicos, terminaban promociones en las facultades de 2.000. Eso provocó un exceso de profesionales y una gran dificultad de colocación, que había sido muy buena hasta entonces por la apertura de hospitales como La Fe, el antiguo Sanjurjo (hoy doctor Peset) o el Arnau de Vilanova. Por otra parte, a principios de los 90 hubo una pequeña crisis que provocó un gran movimiento entre provincias para encontrar trabajo. Posteriormente, pasamos a un ciclo de resugir de la economía en el que los médicos pasaron a tener un buen nivel de vida y, finalmente, hemos vuelto a caer. El salir de esas crisis en las carreras profesionales, aunque la medicina es la menos perjudicada, se está produciendo a base de los salarios mínimos más bajos de Europa y empleos precarios. Eso está provocando una emigración muy importante en este sector, fundamentalmente a Alemania, Inglaterra y Países Nórdicos.
—¿Qué supone esta pérdida?
—Antonio: Que la gente se marche no es malo, pero el país ha de tener posibilidades de recuperarlos porque son personas muy bien formadas. Creo que es el gran reto en este momento del Gobierno.
—Mercedes: El problema también es que se va gente ya formada. Acaban el MIR y se marchan. Gastamos aquí una educación excelente, en ocasiones mejor que en Europa, para que dé sus frutos en otros países, donde además echan raíces y los perdemos.
—¿La transparencia se encuentra entre sus mayores desafíos?
—Mercedes: Sí, es muy importante en los tiempos que corren. Aquí se maneja el dinero de los colegiados, por lo que hay que ir con mucho cuidado con todo lo que se hace e informar de cómo lo realizamos.
—¿Cuáles más se plantean?
—Mercedes: Unificar más el colectivo, luchar por sus intereses (también frente a la Administración), colaborar con las instituciones siempre que seamos requeridos, la extensión de la labor del médico a toda la sociedad y la lucha contra el intrusismo.
—¿Existe suficiente unidad?
—Antonio: Echamos de menos que haya aún más. Somos un colectivo muy heterogéneo, con muchas especialidades y los intereses son diferentes. Da la impresión de que existe un poco de dispersión, pero al fin y al cabo todos somos médicos y compartimos vocación.
—¿Cómo pretenden combatir contra el intrusismo?
—Mercedes: Hay dos tipos. El de aquel que no es médico y se hace llamar así, y el de aquel que no es especialista y se anuncia como tal. Lo primero es detectarlo, ir a buscarlo de forma activa, porque muchas veces es el mismo paciente el que llama al colegio para saber si esa persona que le ha atendido es médico. La entidad tiene que participar en ese proceso que va desde la denuncia de un paciente hasta la resolución judicial. Y, si es necesario, incluso con medidas como recurrir a detectives privados que confirmen esas ciscunstancias. Esa lucha tan activa es disuasoria porque pone en alerta a aquellos que realiza este tipo de prácticas.
—¿De qué forma ha cambiado la relación del paciente y el médico?
—Mercedes: Viene mucho más informado, es muy exigente y no ve al médico como a un dios, lo que a veces supone que se cuestione sus conocimientos. La medicina ha pasado de ser paternalista a personalista.