HOTEL DEL UNIVERSO
Mi vidente favorito
«La vida me ha enseñado que hay que estar dispuesto a encontrar la sabiduría en cualquier ámbito»
Desde hace muchas semanas encontraba en mi buzón, cada día, publicidad del Profesor Famine, auténtico vidente africano. Por las calles del Ensanche, un empleado suyo me ofrecía cada dos por tres sus pequeñas papeletas de publicidad sanadora. No hay problema sin solución. Con su sintaxis esotérica indicaba: recuperar la pareja y atraer personas queridas, impotencia sexual, amor, negocios, judiciales, suerte, quitar hechizos, mal de ojo, depresión, limpieza y protecciones vida familiar, mantener puesto de trabajo, atraer éxitos en los negocios. Atención directa y personal por correspondencia y por desplazamiento.
La vida me ha enseñado que hay que estar dispuesto a encontrar la sabiduría en cualquier ámbito. Los remedios sincréticos y primitivos –por llamarlos de algún modo- pueden ser tan eficaces como los de la ciencia occidental más rigurosa. Al fin y al cabo, mi abuela obraba pequeños portentos domésticos para mi beneficio, mediante sus oraciones a San Judas Tadeo, patrono de las causas perdidas: cosas como que me aprobasen los exámenes de cálculo en el Bachillerato, o que Óscar Rubén Valdez, mi héroe futbolístico de infancia, marcase un gol el domingo. Mi abuela poseía muy buenas relaciones empresariales con todo el santoral.
Ayer, urgido por la curiosidad, por mi vocación investigadora y por mis angustias privadas (¿quién no las tiene?), telefoneé al Profesor Famine a su móvil. Una voz risueña, con una tonalidad africana que no sabría precisar, me contestó:
–Hola, don Marzal. Hace semanas estaba esperando tú.
–Joder, profesor Famine. Me ha impresionado. Casi me cago en los pantalones. ¿Cómo sabía que era yo?
–Yo vivo en montaña. Montaña me había dicho que ibas tú, don Marzal, a llamar a Profesor Famine. Montaña es sabia. Más que Profesor Famine.
El vidente me acababa de convertir al animismo orográfico trascendental.
–¿Qué montaña es esa, Profesor Famine? ¿Puedo visitarla en caso de necesidad?
–Sierra Espadán es montaña. Tú, don Marzal, no sabes hablar montaña. Pero llamas a Profesor Famine, explicas problema y Profesor Famine habla con montaña.
Está visto que la intermediación es uno de los trabajos más importantes en el mercado laboral. Los conseguidores. Hay que tener una buena agenda. Lo que vale es el cara a cara. Que te coja el teléfono lo mismo un Ministro que la Sierra de Espadán.
–Estás impotente, don Marzal. Profesor Famine curará con montaña.
–Ejemmm –carraspeé–. Siempre me ha costado mucho escribir, profesor, pero yo no llamaría a eso impotencia. Los escritores no solemos tener facilidad: lo que ocurre es que dedicamos muchas horas a la escritura, y al final algo escribimos.
–Impotente de escribir no, don Marzal. Impotente de amor. Necesitas fuerza montaña en tus cosas de amor.
El profesor Famine me proporcionó un conjuro personalizado que la montaña diseñó para mí. Quemé en un cazo ciertas palabras negativas escritas en un papel, y después puse a remojo las positivas. Desde entonces noto que escribo con más ímpetu. Como si me dictase una montaña.