EN TERCERA PERSONA
La peluquera y Erasmo de Rotterdam
«La mayoría de esta información se aprendía a través del medio de comunicación más masivo de la historia, la televisión, que ya empezaba a ser desplazado por internet»
Cualquier peluquera de hoy en día que trabajara en un recóndito pueblo de la Comunidad Valenciana tenía más conocimiento que Erasmo de Rotterdam en su día. La idea no era suya sino de Hagnus Magnus Enzensberger. Este poeta y ensayista alemán había escrito un artículo en el que describía las escasas lecturas de las que disponía Erasmo frente a la desmesurada información que podía manejar una peluquera de Berlín por la que tenía una gran simpatía y que incluía la alineación del Bayern de Munich, los nombres de los principales actores y actrices de Hollywood , los de los herederos de los tronos europeos, todo lo referente a los usos de la telefonía móvil, las diversas tramas de las telenovelas que seguía, las melodías de los anuncios más conocidos y una infinidad de datos que a Erasmo no le servirían para nada pero que a la peluquera le facilitaban el poder relacionarse con sus cóngeneres.
La mayoría de esta información se aprendía a través del medio de comunicación más masivo de la historia, la televisión, que ya empezaba a ser desplazado por internet. Y lo cierto era que si uno pasaba un tiempo desconectado de este aparato, bien fuera por voluntad propia o forzado por las circunstancias, comenzaba a sentir una extraña desconexión con el mundo que le rodeaba. Tan solo había que asomarse a esa jaula de hámsters que era «Gran Hermano VIP» para poder comprobarlo. Las siglas hacían referencia a una supesta «Very Important People» (»Gente muy importante»), por lo que resultaba extraño que solo conociera al hijo de una famosa tonadillera que se encontraba en la cárcel por corrupción. Algo parecido ocurría con los jugadores de fútbol, pues los nuevos fichajes desplazaban a los antiguos a una velocidad cada vez más rápida, de tal modo, que las estrellas futbolísticas se sucedían como si se tratara de una lluvia de cometas. En cuanto a las tramas de las series, era casi imposible seguirlas, pues ya no sabías si estabas ante la primera temporada, la cuarta o un capítulo repetido.
Quizás fuera mejor centrarse como Erasmo en los grandes clásicos griegos pero ahí las posibilidades de establecer conversación con tus más allegados eran bastante escasas. La solución pasaba entonces por los programas de «zapping», que era una buena manera de, en poco tiempo, hacerte con cuatro claves para saber de quién hablaban tus amigos y decir aquello de que sí, que habías visto al hijo de la cantante remojando sus lorzas en un jacuzzi. Un tema que tenía el éxito asegurado en cualquier cena de amigos.