HOTEL DEL UNIVERSO
Y UN SEÑOR DE GAFAS
He observado a lo largo de mi vida, como analista laureado de lo cotidiano trascendente –que es una forma de llamar, dándole importancia, a todo aquello que no tiene importancia ninguna, salvo para unos cuantos chiflados–, he observado, digo, que en las fotografías antiguas en las que aparecen famosos, siempre figura alguien sin identificar. A pie de foto se dice, de manera invariable: y un señor de gafas.
El señor de gafas es alguien que pasaba por allí, alguien al que algunos de la foto puede que conociesen, pero que la posteridad ya no recuerda. Es el croquetero de las celebraciones, quizá, que después de comerse sus croquetas de pollo y bechamel, sus canapés de salmón y su copita de vino tinto de Cariñena, tras los discursos y los abrazos, se ha sumado al grupo de notables, y a quien los notables, pensando que se trababa de un igual, no le han dicho: Oiga usted, arribista iconográfico, no se atreva a posar a nuestro lado, la Historia no está hecha para su persona. Es el vecino de un vecino de un prócer de la foto, a quien la avalancha fotográfica ha sorprendido, con sus gafas puestas, y su abrigo gris de cheviot, entre dos próceres, sin tiempo para desenmascararse confesando: Alto ahí, déjenme salir de la imagen, yo no soy digno de entrar en este caso. El señor de las gafas de pasta y sombrero es –digamos– el novio inconfeso de turno del artista homenajeado, alguien que fue sustituido por otro novio a la semana siguiente, y que no tendrá ni una línea en las biografías no autorizadas dedicadas al autor.
Le tengo un especial cariño al señor de las gafas, me mueve a una compasión inconcreta que, según creo, es solidaridad con todos los desheredados fotográficos del mundo, con los parias del retratismo universal. Qué tristeza la del escarnio que produce ese anonimato. ¿Quién es el tercero por la izquierda, en la foto fundacional de la Generación, ante la tumba del gran poeta del Siglo de Oro? Es el señor de gafas ¿Quién es el que se ha subido a la silla, al fondo de la sala, en la foto del banquete conmemorativo por el regreso a la patria del gran agitador republicano? Es el señor de gafas.
Siempre el mismo y siempre distinto. Siempre las mismas gafas de cristales gruesos, con la misma miopía y con la misma graduación. Siempre la misma cara de entusiasmo y la misma alegría de figurante. En el teatro y el cine hay quien pasea la lanza en los péplums de romanos, y en las fotos de época hay quien pasea las gafas.
El arte de la fotografía es el más fúnebre, el más melancólico, con su endiablada sugestión de presente fallido. Nos recuerda siempre nuestra condición efímera, el carácter fantasmal de nuestra presencia en el mundo: somos esa huella que imprime la luz sobre un papel sensible y que parece perdurar más allá de nosotros. La fotografía del destino en la que se nos identifica, sin identificarnos, como un señor de gafas.