crítica de ópera
Manon Lescaut: Corrección sin emoción
Una cosa es llevar a buen puerto Manon Lescaut y otra bien distinta es lograr una velada memorable. A poco que se conozca esta música se sabe que no por popular está exenta de trampas. En este caso, los dos roles principales están repletos de exigencias y la música de Puccini, si se quiere ir más allá, precisa de una batuta de primer nivel que no solo ensamble sino que extraiga las más recónditas esencias.
El resultado es esta Manon es correcto pero un tanto desangelado. A la escena dieciochesca de Medcalf no se le puede reprochar falta de buen gusto, pero sí la abundancia de lugares comunes, pareciendo un brillante trabajo de fin de carrera. Particularmente, no suele gustarme, por pueril, ver a los cantantes saliendo del patio de butacas sin una idea de lo que se pretende. El movimiento de actores es correcto pero aunque previsible.
Germán Olvera, tenor de voz ancha, con buenos medios, le falta todavía una técnica que se evidencia en el complicado primer acto, en el que quedaron demasiado expuestas sus carencias. Los pasajes más dramáticos los supera con soltura y arrojo. María José Siri, un par de escalones por arriba- es una cantante que promete- sufre más en el grave y en la colocación de notas de paso. No obstante, tiene unos agudos algo faltos de cuerpo pero con esmalte y bien proyectados. Milling cumple sobradamente, pero no lo vi muy cómodo en un rol que no creo que se adapte demasiado bien a su voz. El resto cumplieron sin grandes sorpresas.
Alabar la implicación y entusiasmo de Domingo. Sorprende el excesivo apego a leer la partitura cuando estamos ante un artista que ha memorizado más de un centenar de roles y este concretamente debe sabérselo del derecho y del revés. La dirección es correcta, entregada, con desajustes propios del estreno, pero faltó ese “más allá”.
La orquesta, irreprochable aunque a bajas revoluciones, con un sonido que irá mejorando en sucesivas representaciones. El coro, bien, sin emocionar. Éxito moderado.