EN TERCERA PERSONA
El futuro del IVAM
«No era el Instituto de Arte Moderno Valenciano sino el Instituto Valenciano de Arte Moderno»
No dejaba de ser curioso que, de la nueva programación de exposiciones temporales del IVAM, fuera noticia lo que no iba a ser en lugar de lo que iba a tener lugar. Pero si el mundo no se creó en un día, no podíamos esperar que diez años de deriva museística, se arreglaran en un abrir y cerrar de ojos. Las cosas requerían su tiempo y, por el camino, el nuevo director se iba a dejar algún que otro jirón de piel. Lo que era más alarmante es que se volviera a debates del pasado que ya se creían superados. El IVAM se creó en 1986 y, como su nombre indicó desde un primer momento, no era el Instituto de Arte Moderno Valenciano sino el Instituto Valenciano de Arte Moderno. Algo que generó polémica en su día entre los artistas locales hasta que se dieron cuenta de que el IVAM tenía una clara vocación internacional y que aspiraba a competir con los mejores museos de todo el mundo. No se trataba de crear un espacio destinado para los artistas valencianos (para ellos había y hay otras muchas salas) sino para que los valencianos pudieran contemplar el mejor arte moderno y contemporáneo y no tuvieran que irse a otras ciudades para poder disfrutar de él.
Ello no quería decir que ningún artista valenciano pudiera exponer en este centro sino que el que lo hiciera fuera por su calidad y trayectoria artística y no por su valencianía, algo difícil de mesurar. De hecho, todos los artistas valencianos con una trayectoria internacional contrastada ya habían tenido sus exposiciones en el IVAM, incluso algunos habían repetido. Ahí estaban los ejemplos de Josep Renau, Manolo Valdés, Andreu Alfaro, Juan Genovés, Miquel Navarro, Carmen Calvo o Jordi Teixidor, por citar tan solo algunos de los más prestigiosos. Todos ellos habían entrado en el IVAM por la calidad de sus obras y no por su tierra de origen o adopción. E incluso alguno como Miquel Navarro había hecho una generosa donación al museo que requería sin duda alguna un necesario reconocimiento público.
Esta vocación internacional que tuvo el IVAM desde su origen no era nada nuevo. Tan solo había que echar un vistazo a la programación de nuestro entorno para ver que el Pompidou exponía actualmente la obra del arquitecto norteamericano Frank Gehry, la Tate Modern al alemán Sigmar Polke, la Neue Nationalgalerie de Berlín a los británicos Jake y Dinos Chapman, el Palazzo Reale de Milán al holandés van Gogh, el Stedelijk de Amsterdam a la sudafricana Marlene Dumas y el Albertina de Viena al español Joan Miró. Todos ellos apostaban por la calidad artística independientemente de la nacionalidad del artista.