Comienza el espectáculo

JOAQUÍN GUZMÁN

Era un concierto envuelto en un ambiente de optimismo. Las aguas bajan más tranquilas en Les Arts y los rumores que circulaban por el patio de butacas eran esperanzadores. Para esta pseudo apertura de la temporada, dos obras de fuste. El Divertimento para cuerdas de Bela Bartok es una pieza virtuosa en la que se evidencian carencias o excelencias de la familia dedicataria. Afortunadamente la cuerda es uno de los pilares de la formación valenciana que solventó la magistral partitura con la solvencia de costumbre: magnífica en empaste, cuerpo y resolución de dinámicas. Había ganas de escuchar de nuevo al formidable conjunto tras el largo parón estival (salvo apariciones esporádicas). Enérgica a la par que clara y ordenada dirección del joven director húngaro Henrik Nánási (Pécs, 1975), un especialista en la materia, que controló férreamente la partitura.

El Castillo de Barbazul –única ópera de Bartok– era el plato fuerte. Buscando un mayor atractivo extramusical –cierto es que no lo necesita esta obra maestra– se ideó la semiescenificación de la obra, contando para ello con Davide Livermore (cada vez más implicado en el proyecto futuro de Les Arts) y videoproyecciones de Miguel Bosch. Un trabajo esencialmente digital con proyección de imágenes que evocaban la morada de Barbazul y los símbolos que se suceden. El trabajo de Bosch/Livermore es excelente. La sobriedad refuerza el texto de Béla Balázs y la partitura. Atractiva apuesta sin manierismos pseudointelectuales. Imagénes icónicas coetáneas a la música como «El beso» de Klimt, se alternaron con creaciones propias.

El dúo protagonista estuvo a la altura. Elena Elena Zhidkova, excelsa Judith, posee una voz idónea para el rol. Tiene hechuras de gran cantante. Un escalón por debajo, aunque notable, estuvo el bajo Gábor Bretz. No le benefició la colocación de ambos detrás de la orquesta ya que dada las frecuencias de la tesitura de bajo, siempre cuesta más proyectar la voz y a travesar el muro orquestal.

Éxito rotundo, y merecido, premiado con prolongadas ovaciones.

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