EN TERCERA PERSONA
Vivirlo, retratarlo y contarlo
«El «selfie» suponía una nueva vuelta de tuerca a ese afán por capturar lo inasible e incorporaba la persona al objeto retratado»
Pasaba en cualquier museo de la Comunidad Valenciana, en cualquier monumento, concierto o evento cultural que se preciara. Siempre aparecía ese espectador que se ponía delante de la obra que había acudido a disfrutar para sacar su móvil, estirar el brazo y hacer lo que ahora los modernos denominaban «selfie», y que toda la vida se había llamado autorretrato. No era una moda pasajera, sino una nueva costumbre que había llegado para quedarse.
Sin duda alguna, la práctica tenía mucho de narcisista. Ya no se trataba solo de capturar ese cuadro famoso (La Gioconda era sin duda alguna la obra de arte más retratada), ese edificio singular o esa ópera que estaba a punto de empezar en el Palau de les Arts, sino que el «yo» tenía que aparecer junto a la obra. Pero, al mismo tiempo, tenía también un componente de sala de trofeos en el que uno mostraba todas las «piezas» que había «cazado». Él nunca había sido muy partidario de ese tipo de fotografías, pues era de los que pensaba que los momentos estaban para vivirlos, no para intentar capturarlos, y todo instante que se fotografía era una experiencia que dejaba de ser vivida en un vano intento por intentar retenerla no se sabía muy bien para qué.
El «selfie» suponía una nueva vuelta de tuerca a ese afán por capturar lo inasible e incorporaba la persona al objeto retratado. Pero ya no era suficiente con vivirlo y retratarlo, sino que había que compartirlo con las amistades, bien fueran reales o virtuales, en un intento desesperado por decir aquello de «yo estuve allí» y que se entere todo el mundo. Algo que le recordó a aquella famosa anécdota de Luis Miguel Dominguín, quien tras acostarse con Ava Gadner, salió corriendo de la cama y ante la pregunta de ella de a dónde iba, respondió. «¿A dónde voy? ¡A contarlo!». Hoy en día, hubiera bastado con que el torero se hubiera hecho un «selfie» con la actriz y lo hubiera colgado en Facebook. Una forma de dejar de vivir la vida para pasar a contarla.