«Lo único que vino bien fue la mejora de las carreteras»
Los vecinos de la zona recuerdan las consecuencias del suceso
Lo primero que Juan Carlos Barrera recuerda del incendio es que estaba jugando a las cartas con su primo cuando el alcalde entró al bar del pueblo, Ciruelos del Pinar, y les dijo: «Sale humo por ahí». Aquella noche y la siguiente la pasaron a seis kilómetros de casa, en Maranchón, pues el fuego saludó (y quemó) hasta el mismo cartel de entrada a Ciruelos. Al habla, detrás de la barra, está uno que se pasó 15 años subiendo y bajando de Alemania con un camión hasta que hace cosa de año y medio le comentaron que el bar en el que jugaba a las cartas aquel 16 de julio de 2005 se quedaba libre. No se lo pensó: dejó el volante, se puso el mandil y hasta la fecha.
Para un vecino de Riba de Saelices, «lo único que vino bien del incendio fue que se mejoraron las carreteras». «Aquí había algunas que desde la época de Franco no se habían tocado», afirma este paisano, que prefiere no identificarse porque «puede traer problemas».
Ángel Tenorio también es de la Riba, aunque lleva media vida subido a una torre desde la que ve extenderse hasta el horizonte un manto verde que hace una década tapaba un pinar. Además del obvio cambio de paisaje, el incendio le trajo un cambio de altura: hasta 2005 la caseta desde la que controla el monte estaba situada a 13 metros, ahora con siete le sobra y le basta. Ahora los pinos que no alcanzan ni de lejos la altura de antes.
Entre los once pueblos que se vieron afectados por el fuego no suman los 1.000 habitantes. Eso hace que cualquier «problemilla» se convierta en un mundo. «A la semana tenemos médico tres días, uno enfermera; la fruta, la carne y el pescado vienen en camiones... Hemos estado 12 días sin internet», cuentan en la Riba. El sobrino de siete años de Juan Carlos Barrera es el único niño de Ciruelos que va al colegio... de Maranchón.
De las paredes del bar de Juan Carlos cuelgan carteles que anuncian las orquestas que vienen a tocar en las fiestas, a finales de julio, y un recorte del ABC que habla de un campeonato de fútbol sala con equipos de 16 pueblos. La asociación deportivo-cultural, cuyo presidente es Juan Carlos, organiza ambas actividades y a él se le iluminan los ojos cuando habla de ellas. «Aquí hay un fiestón, no ves que son las primeras y la gente las coge con ganas». Lo dice tan convencido que sería imposible dudar de su palabra.