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Un testigo sitúa a un hombre de complexión fuerte en el lugar del crimen de Malagón

LEONOR BARAZA

La Sala del Jurado de la Audiencia Provincial de Ciudad Real acogió ayer la segunda sesión del juicio contra Roberto Christian C.C., de 26 años de edad, acusado de la muerte violenta de Víctor S.D., un vecino de Malagón de 49 años cuyo cadáver apareció debajo de un contenedor calcinado el 23 de agosto de 2012.

Para Roberto Christian, que mantuvo el lunes ante la Sala su inocencia, el Ministerio Fiscal pide cuatro años por homicidio imprudente ya que considera que la víctima estaba muerta cuando se le prendió fuego al contenedor, mientras que la acusación particular eleva la pena a 25 años al entender que fue un asesinato con alevosía y ensañamiento.

En la sesión de ayer testificaron dos vecinos del callejón donde ocurrieron los hechos aquella noche de agosto en Malagón, así como cuatro agentes de la Guardia Civil que participaron en las primeras horas de la instrucción del caso, tanto en el lugar donde apareció el cadáver como en la recogida de pruebas en la vivienda del procesado.

Según el relato de estos testigos, fue uno de los vecinos, R.G., el que al asomarse a la ventana alertado por el ruido de las rodadas del contenedor descubrió que estaba en llamas y vio a alguien agazapado, de complexión fuerte, vestido con camiseta blanca y pantalón rojo, a unos 40 metros, aunque no logró identificarle.

Aviso a la Guardia Civil

Este testigo aseguró que intentó apagar el incendio con cubos de agua desde su ventana no sin antes llamar a la Policía Local, aunque como esa noche no había servicio entró en contacto directo con el 112, que remitió el aviso a la Guardia Civil. Una patrulla que estaba a poco más de un kilómetro llegó al lugar de los hechos en menos de cinco minutos.

Según este vecino, en ningún momento se percataron de que había un cuerpo debajo del contenedor hasta que los agentes apagaron el incendio con el extintor. Un extremo que ratificaron posteriormente los dos guardias civiles que manifestaron que, en principio, incluso pensaron que era solo una pierna ortopédica o un maniquí.

Los dos agentes, una vez verificaron que era un cuerpo, precintaron la zona y dado que otro vecino (C.M. que también declaró ayer) les comentó que había oído una discusión entre dos personas en un banco de una calle más arriba acudieron a realizar una inspección ocular. Fue entonces cuando, según declararon, descubrieron las manchas de sangre y el reguero de gotas que iba hasta el contenedor por lo que acordonaron la zona y esperaron la llegada de la Policía Judicial.

La defensa, que pide la libre absolución, encaminó sus preguntas a intentar demostrar que la víctima murió al caer debido a su discapacidad física. De este modo, en su interrogatorio a los testigos se interesó sobremanera en dos cuestiones, dónde exactamente estaba la mancha de sangre del bordillo y si alguien recordaba que el banco donde supuestamente tuvo lugar la discusión no tenía apoyabrazos.

Además, quiso desmontar la declaración del principal testigo ocular, el vecino R.G. que aseguró haber visto a un hombre de complexión fuerte vestido de rojo y blanco, a pesar de decirles a los agentes que tenía dificultades para ver de lejos.

Declaró también en la sesión de ayer la madre del acusado quien explicó a la Sala que aquella mañana sobre las seis su hijo llegó a casa bebido y drogado. Que posteriormente recibió una llamada del Cuartel de la Guardia Civil, donde se personó y accedió a colaborar voluntariamente. Dos agentes entraron en la habitación del procesado donde encontraron la ropa que vestía aquella noche, camiseta blanca, bermuda roja y zapatillas de deporte, sin encontrar nada más relevante.

El testimonio de estos dos agentes es una de las piezas clave del puzle de este caso ya que uno de ellos explicó a la Sala que la ropa del acusado estaba manchada de sangre tanto por contacto como por proyección, un extremo que, apuntó sin embargo, es difícil de demostrar a primera vista fuera del laboratorio.

En cuanto al segundo, en su declaración manifestó cómo se encontraba en el calabozo de la Policía Local cuando Roberto Christian mostró su voluntad de contar lo que había sucedido y que relató tanto a él como a un agente local su versión de los hechos.

Alcohol y cocaína

Según este guardia civil, el ahora procesado les contó que Víctor se cayó y que él intentó levantarle, que habían bebido y consumido cocaína. Que la víctima le amenazó con denunciarle y que pensó que le creerían porque era paralítico. Que cuando volvió a caerse y no reaccionaba se asustó y que como tenía antecedentes policiales decidió deshacerse de las pruebas por lo que llevó el cuerpo hasta el contenedor.

En esta primera declaración a los agentes reside la clave de la estrategia de la defensa: Roberto nunca dijo que había matado a Víctor, pero sí que estaba asustado. El juicio continúa hoy con la presentación de pruebas periciales.

Un testigo sitúa a un hombre de complexión fuerte en el lugar del crimen de Malagón

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