La espada artesana de Toledo, en peligro de extinción

La espada artesana de Toledo, en peligro de extinción EFE

CRISTINA SERENA

La llegada de producto chino y la falta de relevo generacional ha hecho mucho daño a la espada toledana

Toledo ha sido durante siglos cuna de las mejores espadas de España e, incluso, en un tiempo se dijo que eran las mejores de Europa. Pero en el siglo XXI, el oficio de espadero artesano tiene ante sí sus retos más complicados: perdurar, ante la falta de relevo generacional y la competencia del producto chino.

Los hermanos Emilio y José Ramón Moreno son dos de los cinco espaderos artesanos que quedan en Toledo, y en una entrevista concedida a Efe sostienen que son los «únicos y los últimos» que forjan y templan el acero como se ha hecho durante tantos años en la ciudad imperial, un método de trabajo con el que se consigue que «el acero saque todas sus propiedades y que, gracias a la terminación del temple al punto, se curve la espada totalmente y luego vuelva a su ser».

Desde su taller, donde todavía calientan la fragua y el horno para hacer las espadas al estilo tradicional, explican que hay dos formas de fabricar espadas: el método artesano, en el que es necesario un fuego para calentar el acero y así poder estirarlo y darle la forma deseada, y el método industrial, en el que las planchas prefabricadas y la maquinaria hacen todo el trabajo. Gracias a la combinación de las dos técnicas, estos dos hermanos toledanos, que son la tercera generación de espaderos—y sospechan que la última— consiguen vender al año unas 12.000 armas, entre espadas, puñales, floretes, estoques, sables y cualquier tipo de arma blanca que el cliente pida.

Admiten que las más vendidas son las espadas que se fabrican en serie para ser utilizadas en banquetes o comuniones, mientras que para vender como ‘souvenir’ desde hace muchos años «la estrella es la espada Tizona», admite José Ramón, que también sitúa en los primeros puestos de la clasificación de las más vendidas la de Carlos V, Gran Capitán, Duque de Alba o la Colada. «Pero lo que nos ha salvado de la crisis ha sido la espada artesana», afirma José Ramón, que asegura que el abanico es tan amplio como las necesidades del cliente, que «puede venir con una fotografía y decir que la quiere de ese modo, y se le hace la hoja y la empuñadura a demanda».

Entre los clientes de estas espadas artesanas, destacan las asociaciones de esgrima, las escuelas taurinas y aficionados a las espadas que desean poseer una pieza única para practicar sus deportes relacionados con este mundo.

China, la principal amenaza

Pero todo este trabajo artesano, que ha pasado de padres a hijos, corre el riesgo de desaparecer ante la llegada a las tiendas de producto extranjero, sobre todo de origen chino, de menor calidad y también de más baratas, y la falta de relevo generacional. «La culpa del producto chino la tienen muchos espaderos toledanos, que iban a China o Bulgaria a enseñar a hacer espadas», lamenta José Ramón, que denuncia que «muchos espaderos traían contenedores de espadas chinas más baratas, las ensamblaban aquí y las vendían como toledanas».

Para luchar contra esta invasión del producto extranjero, estos hermanos espaderos valoran la puesta en marcha, por parte del Ayuntamiento de Toledo, del sello «Hecho en Toledo», que certifica que toda la espada que luce este distintivo está hecha en la ciudad imperial y les protege de las imitaciones chinas.

«Ha habido mucha dejadez tanto de los políticos como de los espaderos», se queja José Ramón, que recuerda que cuando su padre -que a día de hoy tiene 75 años- trabajaba, «había muchas familias en Toledo que vivían de la espada, en pequeños talleres», especializados en distintos aspectos de la fabricación, desde forjadores, pulidores, grabadores, cinceladores o montadores.

Todos esos trabajos «se han ido acabando» cuando sus propietarios se han jubilado y estos dos hermanos, de cuarenta y tantos años, se encargan de todo el proceso de elaboración, aunque temen que cuando ellos dejen de hacer espadas artesanas «se acaba el oficio». «Ha habido un problema, que no se ha hecho una escuela de la espadería toledana», analiza José Ramón, que se pregunta por qué no se ha formado a jóvenes en este oficio, mientras sí se han puesto en marcha escuelas de forja o de cerámica.

Este mismo análisis lo comparte Mariano Zamorano, otro de los espaderos que quedan en Toledo y que a sus 60 años teme que cuando tenga que dejar su pequeño taller en el Casco histórico, se cerrará ante la falta de aprendices. «El oficio de espadero va a desaparecer de aquí a unos años, no el hacer espadas, pero sí este oficio como han desaparecido multitud de ellos», comenta Zamorano, que explica que si bien todavía enciende la vieja fragua que tiene en contadas ocasiones para hacer un encargo especial, su trabajo fundamentalmente se basa en ensamblar los productos comprados a otros fabricantes toledanos y venderlos a los turistas.

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