Un observatorio muy sensible
El Observatorio Geofísico de Toledo, referencia en todo el mundo, ha comenzado a digitalizar 35.000 bandas con registros de terremotos detectados por el propio centro
José Manuel Tordesillas muestra una de las bandas con registros de un terremoto el 30 de enero de 1917
Marina no da abasto. Le faltan manos y tiempo. Es la responsable, y hasta la fecha única empleada, del Archivo Nacional de Datos Geofísicos y Geodésicos, que ocupa un edificio dentro de la parcela del Observatorio Geofísico de Toledo del que forma parte. La ardua tarea de Marina López desde 2007 es la de ordenar y clasificar los registros en papel obtenidos por la instrumentación, de Sismología y de Geomagnetismo, de todos los observatorios que el Instituto Geográfico Nacional (IGN) ha tenido a lo largo de su historia. Son más de un millón de bandas de papel con formatos de hasta dos metros de longitud que contienen los registros obtenidos en los observatorios desde hace más de cien años. «Deben conservarse bajo unas condiciones de humedad y de temperatura controladas para no dañar el material. Además, se utilizan unas cajas especiales con pH neutro para conservar mejor las bandas», explica esta ingeniero superior en Geodesia y Cartografía.
Tiene también la misión, como personal de un archivo nacional, de atender las peticiones de datos que le llegan desde cualquier lugar del mundo. «Las peticiones le paralizan su tarea de organización del archivo, aunque es algo que hay que atender forzosamente como trabajo del archivo. Tiene que buscar los datos solicitados, escanearlos y remitirlos al organismo que los ha pedido», añade José Manuel Tordesillas, director del Observatorio Geofísico de Toledo.
A esa labor, se suma desde primeros de verano la digitalización de 35.000 bandas con registros de terremotos detectados por el Observatorio Geofísico de Toledo, del que se encuentran completas todas las series en el propio archivo. Y Marina también tiene que preparar el material para que se lo lleve la empresa que escanea las bandas. «Supone una gran carga de trabajo, ya que tiene que seguir buscando registros mientras ordena la información que recibe de la empresa una vez escaneada», explica José Manuel. «¡Tenía que ser una mujer!», dice con media sonrisa la fotógrafa Ana Pérez Herrera.
Delante del ordenador
La responsable de este archivo nacional es una de los cinco empleados que trabajan en el Observatorio Geofísico de Toledo, donde llegó a vivir cerca de medio centenar de personas, familias enteras, que dispusieron hasta de un conductor para llevar a los niños al colegio o a las mujeres a la compra. Pero ahora dentro de sus instalaciones ni viven familias ni trabajan tantas personas, aunque sería necesario más personal, porque las tareas han cambiado radicalmente con el paso de los años.
Muy lejos queda la imagen de los primeros empleados del Observatorio Geofísico de Toledo, creado en junio de 1909 para los estudios de la Sismología, en los sótanos de la Diputación Provincial. Veinticuatro años después, la instrumentación fue trasladada a las afueras de Toledo, a un edificio con la denominación de Observatorio de Buenavista por el topónimo de la finca donde se levantó, gracias a una donación del conde de Romanones al Instituto Geográfico Nacional (IGN). ¿Por qué en Toledo? Dos motivos: la proximidad a Madrid y su emplazamiento, en una zona libre o con poca actividad de terremotos, por lo que era un lugar «ideal» para la instrumentación sísmica.
Desde 1933, el Observatorio Geofísico de Toledo se convirtió en uno de los más importantes de España, ya que, al estudio de la Sismología, se sumaron las secciones de Geomagnetismo y Geoelectricidad. Además, se consiguió un prestigio internacional por la continuidad de las series de datos registradas en él, así como por la calidad de los mismos.
Ahora casi todo el trabajo se realiza delante de un ordenador. Atrás quedan los métodos de entonces para recoger las ondas sísmicas sobre papel ahumado por medio de un punzón. Luego vino el papel fotográfico y más tarde el papel térmico.
«Antes había que medir la amplitud de las ondas del registro de un terremoto, así como las horas de llegada de las distintas fases, para poder calcular la distancia epicentral del mismo, pero hasta que este valor no se conocía en al menos tres observatorios no se podía determinar el epicentro del terremoto. Los distintos observatorios tenían que estar en contacto a través del telégrafo para compartir los datos, y era en Toledo desde donde se daba la alarma de terremoto», resume José Manuel.
«Estábamos hablando de horas hasta los años 80 y ahora se tarda un minuto en conocer el epicentro con una probabilidad del 90 por ciento y a los dos minutos se sabe con certeza plena», explica. «Antes la gente vivía en el observatorio, entre doce y catorce familias. Si a las cuatro de la mañana se detectaba un terremoto, todo el mundo se ponía en marcha», cuenta el director del centro, quien aclara que él no vivió esas situaciones.
Y todo fue manual hasta que la Red Sísmica Nacional empezó a funcionar en la década de los 80, cuando comenzaron a transferirse datos vía telefónica desde estaciones sísmicas de corto periodo repartidas por el territorio nacional, para quedar registrados en bandas sísmicas en el Centro de Recepción de Datos en Madrid.
En aquella década, la instrumentación de las instalaciones toledanas fue trasladada a otro lugar debido al crecimiento de la ciudad, la electrificación del ferrocarril y el paso de vehículos. «Las medidas no eran de la suficiente calidad, puesto que las perturbaciones originadas por el ruido cultural enmascaraban las señales sísmicas, y de geomagnetismo», explica José Manuel.
Campo magnético terrestre
Por esos motivos, la instrumentación de sismología y geomagnetismo fue trasladada al nuevo Observatorio Geofísico de San Pablo de los Montes, a 50 kilómetros de Toledo y adonde todas las semanas se desplaza personal del Geofísico para realizar observaciones.
Hoy en día, el Centro de Recepción de Datos de la Red Sísmica Nacional en Madrid recibe los datos en tiempo real en sus ordenadores tanto del Observatorio de San Pablo como del resto de la actual Red Sísmica Digital, en funcionamiento desde el año 2000 y que «contribuyó a mejorar muchísimo» el estudio de los terremotos.
Aunque no solo de seísmos vive el Observatorio Geofísico de Toledo del Instituto Geográfico Nacional (IGN). Aquí también se preocupan por el Geomagnetismo, otra rama de la Geofísica que se encarga del estudio del campo magnético terrestre y es muy utilizada por los sistemas de aviación. «En nuestro observatorio se monitorizan las variaciones del campo magnético y se determina su valor absoluto, siendo además el observatorio de referencia para la cartografía magnética que elabora el IGN». De esto también se preocupa José Manuel Tordesillas, que además de jefe del observatorio es el jefe de servicio de Geomagnetismo del IGN, junto con su equipo. «Los datos son enviados en tiempo casi real a la Red Mundial de Observatorios Intermagnet y a la web del IGN», explica el director.
Además, el Observatorio Geofísico de Toledo cuenta con un taller en el que se están abordando dos importantes tareas, a pesar de contar tan solo con un mecánico, Gregorio Alonso Aguado. Por un lado, se está restaurando la instrumentación histórica de los observatorios geofísicos, que pasa a formar parte de una exposición situada en el edificio de Archivo y que actualmente cuenta con más de 40 mecanismos, algunos de casi 100 años de antigüedad. Por otro lado, se realizan trabajos de apoyo a la Red Sísmica Nacional y a la Red de Vigilancia Volcánica de Canarias del IGN.
En el Observatorio Geofísico de Toledo también está situado el Servicio Regional del IGN, que realiza tareas relacionadas con la Geodesia y la Cartografía. «Aquí colaboramos con los proyectos cartográficos del IGN para obtener cartografía a escala 25.000, 50.000 y 100.000, damos respaldo a los principales proyectos del IGN en la Comunidad: Plan Nacional de Teledetección (PNT), Plan Nacional de Ortofotografía Aérea (PNOA), Sistema de Información de Ocupación del Suelo (SIOSE), Red de estaciones permanentes GPS y Nomenclator, entre otros proyectos. También somos el principal punto de venta en la región de cartografía y otras publicaciones del IGN-CNIG», apunta Juan José Peces, director del servicio regional del IGN en Castilla-La Mancha. «Un mapa, que es la versión estética de la información geográfica para el usuario, no es tan sencillo de hacer como la gente piensa», aclara Peces.