Los vencejos, las aves que duermen entre las nubes
Estos animales pasan casi toda su vida volando
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Los vencejos comunes son aves migratorias que junto con las salanganas y los colibríes pertenecen al orden de los Apodiformes, que en griego significa 'sin pie', debido a que sus patas son extremadamente cortas, una cualidad que les condicionará sobremanera sus hábitos de vida.
Tras pasar los meses invernales en las lejanas latitudes del África central y meridional regresan puntuales cada primavera a sus nidos europeos para llevar a cabo la temporada de cría.
En el viejo continente es posible observar tres especies diferentes: el vencejo común ( Apus apus ), el vencejo pálido ( Apus pallidus ) y el vencejo real ( Trachimarptis melba ). En los últimos años el cambio climático nos ha regalado la presencia de otras dos especies procedentes de África: el vencejo moro ( Apus affinis ) y el vencejo cafre ( Apus caffer ).
Un animal de costumbres
Miguel de Unamuno se preguntó en cierta ocasión si en aquella rima inmortal, que comienza « volverán las oscuras golondrinas », realmente Gustavo Adolfo Bécquer confundió a las golondrinas con los vencejos.
No deja de ser curioso que a pesar del enorme parecido entre estas dos aves no guarden ningún lazo de parentesco y es que su semejanza está en relación con lo que se conoce como convergencia evolutiva. Se trata de un proceso biológico que se produce cuando dos especies animales tienen una misma forma de vida, con similar alimentación o idénticos depredadores, lo cual hace que desarrollen las mismas soluciones para afrontarlos.
Con la ayuda de la técnica del anillamiento los ornitólogos han podido demostrar dos singularidades en estas aves, por una parte las parejas mantienen una fidelidad que dura prácticamente toda la vida y, por otra, gracias a sus sistemas biológicos de orientación, son capaces de regresar año tras año al mismo nido. En algún caso se ha podido atestiguar, incluso, como una pareja ha ocupado el mismo nido durante más de una década.
Los primeros en llegar de tierras africanas son los machos 'casados' que discretamente reconocen el nido del año anterior, lo ocupan y lo defienden con ferocidad ante la presencia de los machos 'casaderos', que buscan desesperadamente un lugar donde llevar a cabo su primer nidada.
Los materiales que utilizan para fabricar la morada que dará cobijo a los polluelos los recolectan al vuelo entre los materiales que arrastra el viento (briznas de paja, telas, plumas) y, con la ayuda de su saliva, los moldean hasta darles una forma definitiva de cuenco.
Dormitorios aéreos y comunitarios
Uno de los aspectos más singulares de esta ave es su extraordinaria adaptación al medio aéreo, y es que el vencejo es un infatigable volador, capaz de pasarse meses planeando de forma ininterrumpida. Se ha podido demostrar que desde el momento en que abandona el nido materno no para de volar hasta que llega el momento de formar su propia familia, una circunstancia que sucede en torno a los veinte meses de vida.
Esta singularidad les obliga a tener que alimentarse en el aire y tener que beber de charcas y lagunas a través de arriesgadas corvetas acrobáticas. Es más, los científicos han podido constatar que la cópula también la realizan en pleno vuelo.
Al final de cada jornada, cuando la puesta de sol da paso al imperio de la oscuridad, los vencejos dan por terminadas sus erráticas cabriolas y se integran en un solo grupo, para formar un 'dormitorio comunitario'. La anárquica comunidad de vencejos se eleva en círculos hasta alcanzar cierta altitud –próxima a los dos mil metros- que les protegerá de posibles depredadores.
Es entonces cuando el vencejo se sumerge en un estado de amodorramiento, reduciendo la frecuencia de su aleteo (de 10 a 17 movimientos por segundo) pero sin llegar en ningún momento a dejan de mover sus alas. Con la llegada del alba, las bandadas descienden y se disgregan en espera de volver a juntarse con el siguiente ocaso.
Para finalizar, parafraseando a Miguel de Unamuno en su poema « Han vuelto los vencejos », esperemos que en la próxima primavera estas aves vuelvan a nuestros campos y pueblos igual que siempre vuelven las hojas a los árboles y las nieves a las cumbres.
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Pedro Gargantilla es médico internista del Hospital de El Escorial (Madrid) y autor de varios libros de divulgación.
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