La primera píldora 'del día después' de la Historia
El silfio fue muy utilizado en la antigüedad como condimento, perfume, afrodisiaco y abortivo

Los antiguos griegos conocían una planta silvestre llamada silfio, de raíces robustas, flores amarillas y hojas pequeñas, de la cual rezumaba una savia aromática que se conocía con el nombre de 'laser'. De ahí, precisamente, derivó su nombre romano: laserpicio.
El silfio no tiene, ... ni tuvo, nombre científico, porque cuando Carl Linneo (1707-1778) se impuso la ardua tarea de nombrar a todas las plantas, ya había desaparecido hacía muchos siglos. De ella tan sólo nos queda una tenue sombra del poder que ejerció en la cuenca mediterránea.
Sabemos que crecía casi en exclusividad en las proximidades de la colonia griega de Cirene -hoy conocida como Shahhat (Libia)-. Según la leyenda, la planta llegó hasta allí procedente de las cercanías del Jardín de las Hespérides, en donde surgió tras un 'diluvio negro como la pez'.
Muy posiblemente, el silfio pudo estar emparentada con la Ferula assafoetida , también conocida como asafétida o rueda de Santa Catalina, una planta muy apreciada en la cocina hindú, ya que potencia el umami.
Un auténtico oro verde

Del silfio, deliciosa al gusto y al olfato, se aprovechaba prácticamente todo, sus crujientes tallos se horneaban y eran consumidos como si de una verdura se tratase, sus raíces se comían mojadas en vinagre y la savia se usaba como condimento en la alta cocina. Lo que no podía ser consumido se empleaba como forraje para el ganado o en la elaboración de fragancias.
A todas esas virtudes hay que añadir que el jugo del silfio era muy apreciado por sus propiedades medicinales, los galenos de la época llegaron a considerarlo una verdadera panacea, capaz de aliviar las más diversas dolencias.
Además, la planta se usaba en la alcoba, bien como afrodisiaco o bien para 'purgar el útero', una singularidad derivada de sus propiedades estrogénicas. Estudios modernos han demostrado que cuando se administra asafétida a ratones de laboratorio de sexo femenino, durante los tres días siguientes al apareamiento, se produce el aborto con una tasa de éxito próxima al cien por cien.
Las causas de su extinción
Tal fue la importancia que adquirió la planta que los poetas llegaron a escribir odas ensu nombre y utilizaron su imagen para embellecer algunas monedas. Así, el silfio apareció en el reverso de algunas monedas griegas que se acuñaron a finales del siglo sexto antes de Cristo y que, curiosamente, constituyen el único documento que disponemos para reconstruir su aspecto.
Durante mucho tiempo el silfio fue un bien muy preciado, hasta el punto de que Julio César llegó a atesorar más de seiscientos kilos en su poder. Desgraciadamente, cuando esto sucedió la planta tenía sus días contados.
Probablemente fue la sobreexplotación, junto al pastoreo del ganado y la imposibilidad de cultivarla más allá de una pequeña franja costera al norte de África lo que llevaron al silfio a su extinción, allá por el siglo I de nuestra era.
Plinio el Viejo (23-79) escribió que, a pesar de los esfuerzos que dedicó, tan sólo pudo encontrar un tallo de esta planta, que cortó y envió al emperador Nerón (37-68) como muestra de su excentricidad biológica.
Algunos estudiosos defienden que su ocaso se debió a que, muy posiblemente, la planta era un híbrido natural, que se reproducía de forma asexual, extendiendo sus raíces bajo tierra. Cuando los griegos intentaron cultivarla a partir de semillas, no creció, por el contrario, extendió sus raíces bajo tierra, de forma que la segunda generación apareció con una forma diferente a la original y, por tanto, no fue reconocida.
En otras palabras, es posible que el silfio todavía se encuentre entre nosotros, oculto en algún remoto lugar, esperando a ser redescubierto. El problema es qué no sabemos cuál es su aspecto actual.

Pedro Gargantilla es médico internista del Hospital de El Escorial (Madrid) y autor de varios libros de divulgación.
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