¿Perfeccionamos el arco y la rueda porque éramos muy listos o por imitación?

Un nuevo estudio asegura que no hace falta entender la tecnología para mejorarla

Los investigadores creen que la imitación sin necesidad de comprensión ayudó a desarrollar la tecnología Adobe Stock

ABC Ciencia

En nuestra vanagloria, consideramos que los seres humanos logramos producir herramientas complejas gracias a nuestro impresionante cerebro, que nos convierte en los seres más ingeniosos e inventivos del planeta . Eso es cierto en buena parte, pero tampoco significa que nuestros antepasados, ni nosotros mismos, seamos todos unos genios. La eficacia de tecnologías tradicionales como los arcos o los kayaks depende de numerosos parámetros que siguen siendo difíciles de entender incluso para los físicos modernos. Por ese motivo, algunos antropólogos se han preguntado si estas tecnologías han sido el resultado de nuestras capacidades intelectuales o, más bien, de nuestra capacidad de imitar a otros miembros de nuestra propia especie.

Un equipo internacional de investigadores ha intentado contestar a esta pregunta con un curioso experimento y sus conclusiones no dejan lugar a dudas: la aparición de tecnologías que son eficaces no requiere necesariamente que las entendamos . Nos basta con copiar lo que a otro le ha salido bien. Y así por generaciones.

Universidad de Exeter

Los investigadores reclutaron a estudiantes universitarios franceses para optimizar una rueda que viajaba sobre rieles (la que se ve en la foto). Cada uno de ellos recibió cinco intentos para producir la configuración más efectiva, antes de responder a un cuestionario que probaba su comprensión de los mecanismos físicos que afectan la velocidad de la rueda. Para simular la sucesión de generaciones humanas, los investigadores crearon catorce cadenas de cinco individuos: cada uno de ellos tenía acceso en una pantalla de ordenador a la configuración y efectividad de la rueda desde los dos intentos finales realizados por el participante anterior.

A medida que la rueda aumentaba su velocidad a lo largo de «generaciones», la comprensión de los individuos seguía siendo mediocre. En otras palabras, no había un vínculo entre el rendimiento de la rueda y el nivel de comprensión de los participantes . Cada individuo produjo configuraciones más o menos aleatorias, y la combinación de estos ensayos y errores individuales y la copia de las configuraciones más rápidas demostraron ser suficientes para optimizar la rueda.

Transmisión cultural

En una segunda versión del experimento, los participantes transmitían sus dos últimos intentos al siguiente individuo, así como un texto que describía su teoría sobre la efectividad de la rueda. Los resultados fueron similares, con las ruedas ganando velocidad, aunque una vez más sin que los individuos entendieran por qué . La transmisión de teorías falsas o incompletas podría incluso impedir que las generaciones posteriores desarrollen una comprensión adecuada del sistema, de alguna manera cegándolas a una parte del problema.

Según los investigadores, este experimento dado a conocer en la revista «Nature Human Behavior» ilustra la importancia de los procesos culturales en el surgimiento de herramientas complejas, ya que nuestra capacidad para copiar a otros individuos permite el surgimiento de tecnologías que ningún individuo podría haber inventado solo . Es decir, los hallazgos demuestran el poder de la «transmisión cultural, sin la necesidad de una comprensión causal precisa del sistema». También nos alienta a ser más prudentes en la interpretación de los restos arqueológicos en términos de capacidades cognitivas, ya que estas habilidades no son el único impulsor de la evolución tecnológica.

«Nuestro experimento indica que uno debe ser cauteloso al interpretar materiales arqueológicos complejos como evidencia de habilidades cognitivas sofisticadas como el razonamiento, la resolución de problemas o la planificación, ya que estas habilidades no son el único impulsor de la sofisticación tecnológica», señala Alex Mesoudi, de la británica Universidad de Exeter.

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