Las más feroces, las zombis, las de fuego y otras hormigas de pesadilla

El biólogo Edward O. Wilson, el 'Darwin' de los tiempos modernos, desgrana en su último libro curiosidades sobre los insectos a los que dedicó su vida

Hormigas matabele transportan termitas muertas Wikipedia

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La ciencia ha reconocido más de 15.400 especies de hormigas en todo el mundo. De ellas, unas 450 han sido descritas por el biólogo y naturalista estadounidense Edward O. Wilson , apodado el 'Darwin del siglo XXI' y 'padre de la biodiversidad'. Lamentablemente, este profesor emérito de la Universidad de Harvard falleció el pasado diciembre a los 92 años, pero dejó un último libro que la editorial Crítica acaba de publicar en España. En 'Historias del mundo de las hormigas' , Wilson habla de los insectos que le apasionaron y a los que dedicó sus investigaciones durante ocho décadas. Increíblemente abundantes y con sociedades que «rivalizan» con las nuestras, «si el Homo sapiens no hubiera surgido de forma accidental en las praderas de África y no se hubiera propagado por todo el mundo, cuando llegaran visitantes de otros sistemas solares seguramente dirían que la Tierra es el 'planeta de las hormigas'», escribe el científico.

Pese a su fascinación, el mirmecólogo recuerda que las hormigas tienen características «moralmente dudosas». Para empezar, el 'feminismo' desbocado, si es que puede llamarse así. Las hembras asumen todo el control desde que estos insectos aparecieron hace 150 millones de años, mientras que los machos «son poco más que misiles de esperma voladores» y están destinados a morir en cuestión de horas. Además, muchas especies se comen a sus muertos o heridos, envían a la guerra a los individuos 'prescindibles' y son tremendamente belicosas, con colonias que se enfrentan entre sí hasta la exterminación, por regla general, de las más pequeñas.

Por si fuera poco, existen algunas hormigas que podrían protagonizar películas de terror. Cualquiera que haya pisado alguna vez los alrededores de un hormiguero mientras caminaba descalzo por un jardín o un parque solo puede hacerse una ligera idea de la pesadilla. Su mordisco, por mucho que no haya olvidado la sorpresa y el dolor, es una nimiedad comparado con lo que pueden hacer algunas especies.

«Las defensoras enloquecieron. Se subieron unas encima de otras y me rociaron con una nube de ácido fórmico»

Aguijón aterrador

Edward O. Wilson ABC

Las hormigas africanas matabele tiene un aguijón «aterrador». «En una supuesta escala de dolor, sería parecido al provocado por una avispa, puede que por dos o tres avispas a la vez», recuerda el entomólogo sobre un ejemplar que recogió en Gorongosa y rápidamente le picó en el dedo. Su competidora más seria es la gigante Paraponera clavata de las selvas tropicales de Centroamérica y Sudamérica. Su nombre común en español es Dos semanas, que es lo que tardas en recuperarte de su picadura. Al menos una tribu indígena las ha utilizado en la ceremonia que celebra el paso de la niñez a la edad adulta. Las Pseudomyrmes triplar del Amazonas pueden hacer que te arda todo el cuerpo y el dolor de la picadura del género Tetraponera se prolonga durante horas.

Pero las más feroces de ellas son, a juicio del biólogo, las Camponotus femoratus , de las selvas amazónicas. Construyen 'jardines' en las ramas de los árboles en los que las cochinillas hacen de ganado, de forma que proporcionan excrementos ricos en azúcares y aminoácidos, y, a veces, son devoradas si faltan proteínas. Pues bien, Wilson recuerda que cuando se propuso estudiar uno de estos nidos, un enjambre de obreras salió «casi instantáneamente». A medida que se acercaba a favor del viento, «las defensoras enloquecieron. Se subieron unas encima de otras, apuntándome con sus abdómenes y me rociaron con una nube de ácido fórmico».

Unas hormigas toro de Australia, del género Myrmecia , rivalizan en belicosidad. Las más grandes tienen el tamaño de un avispón y aguijones impactantes. Las centinelas se giran y te observan si te aproximas. «Si te acercas demasiado empiezan a caminar hacia ti, y sería un gran error quedarse», dice el investigador. Cuando te retiras, pueden seguirte a una distancia de diez metros. Todo para proteger sus hogares de cualquiera que pase cerca.

Letal para un niño

Las hormigas de fuego también tienen mala fama, pero solo salen en masa para atacar si su nido es invadido. Eso sí, pueden matar a una persona que tenga alergia a su veneno. Para un niño pequeño que tropiece con un montículo, el resultado puede ser letal. Wilson, que ha experimentado sus picaduras, dice que son «como si me hubiera vertido queroseno sobre la mano y le hubiese prendido fuego». Pero también son criaturas extraordinarias. Cuando el agua entra en las cámaras de sus nidos, toda la colonia se une. La reina camina o es empujada hacia la masa de obreras cerca de la entrada. Las pupas, las larvas y los huevos son transportados y depositados junto a ella. Si el agua llega hasta la superficie, la colonia hecha una piña se convierte en una balsa que flota corriente abajo hasta dar con una nueva tierra prometedora donde volver a construir su hogar.

Algunas explotan sus propios cuerpos mediante violentas contracciones abdominales

Sin ese grado de agresividad, las hormigas legionarias pueden ser temidas por el tamaño de sus hordas. Salen en tromba (pueden formar grupos de entre 150.000 y 700.000 individuos), lo que supone el final para cualquier pequeña forma de vida animal que se encuentren en su camino y no pueda escapar. Cuando se topan con un riachuelo o una grieta profunda, las que van delante encadenan patas y mandíbulas para formar puentes vivientes. Y, como si fuera una película bélica, hay una especie cuyos soldados suicidas hacen explotar sus propios cuerpos mediante violentas contracciones abdominales.

Otro capítulo de terror está protagonizado por las hormigas 'zombis'. Los hongos Cordyceps modifican el comportamiento de las Formica para controlar sus cuerpos. De esta forma, obligan a sus hospedadoras a abandonar el nido, trepar por la vegetación y anclarse con la cabeza levantada hasta morir. Una vez en el lugar que considera idóneo, el parásito se reproduce.

En la cocina

Pero el mundo de las hormigas es mucho más que violencia e historias escalofriantes. Wilson describe en su libro cómo estos insectos son capaces de comunicarse con señales químicas y construir nidos colosales con una complejísima red de galerías y cámaras; sus estrategias de organización social van más allá de lo que se pueda imaginar -las hay que caminan bajo el agua para recuperar los cuerpos de insectos ahogados-, son de una variedad enorme -Wilson cree que todavía faltan muchas especies por descubrir- y, sobre todo, han conseguido sobrevivir durante millones de años. Las hormigas convivieron con los dinosaurios y siguen teniendo éxito.

Por todo ello, Edward O. Wilson estaba fascinado por las hormigas. Hasta el punto de que a aquellos que las encuentran en su cocina les recomienda que les dejen vía libre. «¿Por qué no? No portan enfermedades y pueden ayudar a eliminar a otros insectos que sí las transmiten. Eres un millón de veces más grande que ellas. Podrías contener una colonia entera entre tus manos. Les inspiras miedo; ellas no deberían inspirártelo a ti», asegura. Es más, aconseja dejar alguna golosina, como miel, agua azucarada o, la más curiosa, atún en lata, para atraerlas y presenciar un comportamiento social «tan ajeno a la experiencia humana que bien podrías pensar que te encuentras en otro planeta».

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