Investigadores españoles piden ayuda económica para buscar medicamentos para la COVID-19
El grupo del Laboratorio de Estructura Celular del Centro Nacional de Biotecnología (CNB-CSIC) trabaja en buscar fármacos entre 116 compuestos. Han lanzado una campaña de micromecenazgo en Precipita para poder continuar su proyecto
La vacuna frente a la COVID-19 podrá erradicar la enfermedad, pero serán los tratamientos, fármacos que destinados a actuar sobre la infección o los síntomas, los que ayudarán a los médicos a salvar más vidas y a disminuir el sufrimiento de sus pacientes . Al menos 150 fármacos, que originalmente se usaban para otras dolencias o patógenos, se están probando ya en humanos (con resultados positivos para el remdesivir o la dexometaxona, por ejemplo) pero existen miles más por examinar que podrían ser fundamentales para luchar contra la pandemia.
Uno de los grupos que trata de hacerlo en España es el Laboratorio de Estructura Celular del Centro Nacional de Biotecnología (CNB-CSIC), en Madrid, dirigido por la viróloga Cristina Risco . Ahora mismo tratan de probar 116 compuestos contra el SARS-CoV-2 pero no cuentan con financiación suficiente, por lo que han lanzado una campaña de micromecenazgo en la plataforma Precipita , de nombre «Nuevos medicamentos para curar la COVID-19». Esperan recaudar 35.000 euros de aquí al 10 de octubre, pero hasta el momento han logrado reunir 9.300 euros gracias a las donaciones.
«Si alcanzamos ese óptimo podremos probar el mayor número posible de compuestos», ha explicado a ABC Cristina Risco. Según ha dicho, el problema al que se enfrentan ahora es que, después de probar los 116 posibles fármacos contra un coronavirus causante del catarro, de nombre 229E , ahora han de ponerlos a prueba frente al SARS-CoV-2. Dado que este patógeno es peligroso, solo se puede trabajar con él en un laboratorio de nivel 3 de bioseguridad (BSL-3) : «Pasar al BSL-3 supone un gastro extra importante», ha reconocido la investigadora.
¿Cómo se busca un medicamento?
¿Cómo tratan de encontrar medicamentos contra la COVID-19? Mientras que a veces sencillamente se prueban con miles de fámarcos aprobados en busca de propiedades antivirales, este laboratorio se dedica al « reposicionamiento de fármacos ». Esta aproximación consiste en aprovechar compuestos ya empleados para tratar otras enfermedades, en busca de fármacos que puedan atacar dianas o «puntos débiles» comunes a varios virus, como la polimerasa de ARN (que sintetiza el material genético del virus) o los «mensajeros» químicos que el virus emplea para convertir a las células humanas en fábricas de patógenos.
De hecho, entre los candidatos que van a probar contra el SARS-CoV-2 hay varios compuestos que ya han mostrado cierta capacidad antiviral frente a varios bunyavirus (algunos de los cuales causan dolencias como la fiebre hemorrágica de Crimea-Congo o la fiebre del valle del Rift).
Para adaptar estos fármacos, en primer lugar han contado con la ayuda de investigadores de la Universidad Católica San Antonio de Murcia (UCAM) para identificar los compuestos que pudieran servir contra el SARS-CoV-2, por medio de técnicas de química computacional. Después de probarlos en cultivos celulares frente al coronavirus del catarro, ahora están listos para comenzar a probar sus 116 candidatos frente a la amenaza real, el SARS-CoV-2, a finales de este mes. En ese momento, harán estudios de microscopía, virología y bioquímica para ver cómo actúan estos fármacos contra el virus. Después, habría que hacer estudios en animales para garantizar la eficacia y la seguridad, antes de pasar a ensayos en humanos.
Al final, el desarrollo de un medicamento puede llevar de 10 a 15 años, y solo un porcentaje muy pequeño de ellos muestra ser lo suficientemente eficaz y seguro. Por eso, usar o «reciclar» fármacos ya empleados anteriormente en ensayos clínicos puede acortar mucho los plazos y facilitar el proceso.
Tal como ha explicado Risco, el objetivo final que se persigue con la investigación de tratamientos es elaborar una batería de fármacos que puedan servirle a los médicos para «tratar a los pacientes en las distintas etapas de la enfermedad de forma personalizada». Así se podrá ir reduciendo poco a poco el repertorio de síntomas que puede causar esta enfermedad.
La amenaza de los nuevos virus
«Trabajamos a contrarreloj para contribuir con lo que sabemos de virus y antivirales de amplio espectro», ha comentado la investigadora. Esta táctica es especialmente importante para hacer frente a virus emergentes, como el SARS-CoV-2, el zika o el virus del Nilo, para los que al principio no hay tratamientos ni tantos conocimientos previos (porque son «nuevos» patógenos humanos). De hecho, ha comentado que esta táctica también es fundamental para hacer frente a futuras amenazas, porque los fármacos de amplio espectro pueden atacar distintas dianas y ya se conoce en parte cuál es su seguridad y eficacia.
«Trabajamos a contrarreloj para contribuir con lo que sabemos de virus y antivirales de amplio espectro»
« Esta pandemia no va a ser la última », ha avisado Cristina Risco. «Cada vez hay más movilidad y el ser humano cada vez invade más áreas geográficas y entra en contacto con virus que antes no estaban tan cerca de sus poblaciones». Entre todas las posibles amenazas, la investigadora ha comentado que muchos científicos tienen puesta la mirada en la gripe, por su capacidad de mutar rápidamente y su potencial para adqurir más virulencia.
En ausencia de una vacuna eficaz, Risco ha comentado que los tratamientos pueden ser también una alternativa para contener la epidemia. Esto sería posible «si consiguiéramos desarrollar un fármaco inocuo, que controle la transmisión y que se pueda administrar a pacientes asintomáticos o con síntomas leves», ha comentado.
Falta de inversión y contratos temporales
«La campaña de micromecenazgo tiene varios objetivos», ha comentado Cristina Risco. «El primero lógicamente es conseguir fondos, pero tambien darle la oportunidad a la gente de que pueda ayudar. Pero, aparte de eso, queremos que la gente recuerde que se están haciendo cosas y dar un poco de luz . Muchas personas están muy desanimadas y creen que esto no tiene solución. Es difícil, porque es un virus nuevo, pero nunca se han dedicado tantos fondos para estudiar un virus en tan poco tiempo».
En este sentido, ha reconocido que el desarrollo de fármacos y vacunas es más lento de lo que podría ser porque la inversión no llega hasta que hay un brote. De hecho, tras la epidemia de 2003, se investigó en gran profundidad el virus SARS, pero este patógeno quedó en el olvido años después y se abandonó el desarrollo de candidatos a vacuna: «Si se hubiera invertido en su momento, es seguro que ahora habríamos estado más preparados para el SARS-CoV-2 —dada la cierta similitud que existe entre SARS-CoV-1 y SARS-CoV-2—».
«Si se hubiera invertido en su momento, es seguro que ahora habríamos estado más preparados para el SARS-CoV-2»
En cuanto a España, este laboratorio que trabaja en desarrollar fármacos frente a la COVID-19 está impulsado por investigadores que llevan varios años encadenando contratos temporales para desempeñar su trabajo. «Siempre dependemos de que los proyectos se renueven», ha comentado la investigadora.
«Con dinero se puede hacer experimentos y comprar aparatos», ha dicho. «Pero es una vergüenza que gente de altísimo nivel, especialmente los más jóvenes, no tengan apoyo y no tengan una vía profesional de estabilización. Seguirán yéndose al extranjero y no podremos mantener nuestro potencial humano, por lo que la calidad de nuestra investigación no va a ser la misma».
Además de Cristina Risco, el equipo de este proyecto está compuesto por las investigadoras Isabel Fernández de Castro Martín y Raquel Tenorio Vela, expertas en el estudio de virus emergentes; los estudiantes de doctorado Paula Ortega González y Alberto Fernández Oliva, que desarrollan sus tesis doctorales sobre virus humanos y antivirales, así como Sara Yolanda Fernández Sánchez, técnico de laboratorio. También se ha contado con la colaboración de José Pedro Cerón Carrasco, experto en química computacional de la Universidad Católica de Murcia; Beatriz Pacheco de la Universidad Complutense de Madrid; Moisés García Serradilla, del Hospital San Rafael y María del Carmen Martínez Jiménez, del Hospital Nuestra Sra de Sonsoles de Ávila.
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