Diez capítulos de la Prehistoria que antes no conocíamos
El primer encuentro con neandertales, la migración fuera de África o la identidad del Hombre de Flores... Estas son algunas de las investigaciones sobre nuestros orígenes más interesantes publicadas en 2016
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Una historia de amor aún más antigua
Un amplio equipo internacional de investigadores, entre ellos varios españoles, escribía en enero en la revista «Nature» un nuevo capítulo de la historia de «amor» entre el hombre anatómicamente moderno y nuestros primos neandertales. Resulta que se produjeron al menos dos cruces entre ambas especies inteligentes , en las que tuvieron hijos. Uno, que ya se conocía, ocurrió en Europa hace unos 50.000 años, pero hubo otro anterior, completamente inesperado, hace 100.000 años en Oriente Medio.
Los científicos también revelaron otra gran sorpresa. Es sabido que en el segundo intercambio, los neandertales nos transmitieron sus genes (motivo por el que alrededor del 2% de nuestro genoma es neandertal), pero en el primero sucedió al revés, y fuimos nosotros quienes les aportamos nuestro material genético.
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Hijos de los mismos migrantes
La mayoría de los seres vivos fuera de África descienden de una sola migración . Cualquier otra ocurrida con anterioridad fue arrastrada por la última. Esta es la conclusión a la que han llegado tres equipos independientes de investigadores.
Los científicos analizaron cientos de genomas de grupos aborígenes que viven en los rincones más lejanos del mundo, desde Australia y Papúa Nueva Guinea a África. El ADN reveló, por ejemplo, que Australia fue ocupada solo una vez y que solo alrededor del 2% del genoma de la gente de Papúa Nueva Guinea puede provenir de una migración separada y anterior que se extinguió casi por completo, dejando apenas un débil rastro en algunas personas vivas.
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El Hombre de Flores, único y original
El «Hombre de Flores» (Homo floresiensis) apenas medía un metro de altura y tenía un cerebro diminuto. Desde que sus restos fueron descubiertos hace más de diez años en la cueva de Liang Bua, en una remota isla de Indonesia, los científicos han debatido si se trata de un homínido distinto y desconocido o, en cambio, un humano moderno con enanismo o alguna malformación. Por fortuna, la recuperación de nuevos huesos y dientes de otros individuos en lugares cercanos ha podido arrojar luz sobre el asunto. Para los investigadores del Museo de Ciencia de Japón y las universidades australianas de Wollongong y Griffith, son la confirmación de que el Homo floresiensis es una especie humana distinta a la nuestra , el sapiens, con profundas raíces evolutivas que se remontan a más de 700.000 años, al menos medio millón de años más de lo que se pensaba hasta ahora. Proponen que el pequeño «hobbit» puede ser un descendiente del Homo erectus.
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Todavía nos subíamos a los árboles
«Lucy» es fascinante. Esta pequeña australopiteca, algo así como la abuela de la Humanidad, vivió hace 3 millones de años en la región de Afar en Etiopía y ya caminaba erguida. Sin embargo, pese a su recién estrenada habilidad, pasaba buena parte del tiempo en las ramas . Nuevos estudios han encontrado evidencias de esa costumbre arbórea. Incluso creen que la homínida murió, precisamente, al caerse de un árbol.
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Y entonces domesticamos los cereales
La domesticación es el proceso por el cual el hombre selecciona plantas y animales y acaba transformándolos en su propio beneficio. Según un artículo publicado hace tan solo unas semanas en la revista «Proceedings of the National Academy of Sciences» (PNAS) y realizado por científicos del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y la Universidad de Copenhague, la primera vez que ocurrió con los cereales fue en Siria, en un poblado cercano a la actual ciudad de Sweida, hace 10.500 años.
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El cruce con los denisovanos
Investigadores de la Universidad de Washington (EE.UU.) y del Instituto Max-Planck de Antropología Evolutiva en Leipzig, Alemania, descubrieron que un reducido grupo humano, los pobladores actuales de las islas de la Melanesia en el Océano Pacífico, tienen ADN del Hombre de Denisova , cuyos restos fueron encontrados muy lejos, en una cueva de Siberia. En concreto, del 2% al 4% del genoma de estos nativos es denisovano. También, como todas las personas de ascendencia asiática o europea, tienen genes neandertales.
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Hombre de Atapuerca, el origen
Investigadores del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva de Leipzig y del Centro Mixto de Evolución y Comportamiento Humanos, estos últimos dirigidos por Juan Luis Arsuaga, han hecho historia al analizar el ADN del yacimiento de la Sima de los Huesos, en Atapuerca. Con 430.000 años de «edad», se ha convertido, con mucho, en el ADN más antiguo nunca secuenciado. Además, ha permitido apoyar la hipótesis de que el hombre de Atapuerca era un antepasado lejano de los neandertales.
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Lo que debemos a la carne cruda
Somos lo que comemos, dicen, y no les falta razón. La introducción de la carne cruda en la dieta de nuestros antepasados , junto con el uso de las primeras herramientas de piedra, pudo provocar algunos de los cambios evolutivos que diferencian a los primeros humanos de sus predecesores inmediatos. El estudio de la Universidad de Harvard, sugiere, que esta combinación pudo haber influido de forma decisiva en el acortamiento de los rostros y en la disminución del tamaño de los dientes, rasgos que a su vez favorecieron el desarrollo de otras funciones, como la capacidad de hablar.
9
La violencia heredada
Una curiosa investigación llevada a cabo por científicos del CSIC utilizó un método estadístico para comparar la incidencia de la violencia letal cometida dentro de nuestra propia especie, el Homo sapiens, a lo largo de su historia, con la que ejercen otros mamíferos entre sí. Una de las conclusiones dice que el hombre de las cavernas agredía a sus congéneres hasta la muerte tanto como los grandes simios, por lo que es muy posible que hayamos heredado esa conducta violenta de nuestros ancestros comunes a lo largo de la evolución. El equipo de Gómez recogió información acerca de 4 millones de muertes de individuos pertenecientes a 1.024 especies de mamíferos que aparecen en trabajos científicos sobre historia natural y biología, incluidos ratones, caballos, murciélagos, conejos y monos. Los datos sobre el ser humano vienen de 600 estudios de restos desde el Paleolítico hasta la actualidad.
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El hueso del pene
Los machos de nuestros parientes vivos más cercanos, los chimpancés y los bonobos, con quienes compartimos un altísimo porcentaje del genoma, tienen un hueso en el pene. Sin embargo, los varones humanos carecen de esa característica. Un equipo de investigadores del University College de Londres ha rastreado la historia evolutiva del báculo a través del tiempo y resulta que se desarrolló por primera vez hace entre 145 millones y 95 millones de años. Eso significa que estaba presente en el ancestro común más reciente de todos los primates y carnívoros.
Para los autores del estudio, que algunos descendientes, como los humanos, perdieran su báculo puede deberse a las diferencias en las prácticas de apareamiento. Chimpancés y bonobos se se caracterizan por ser polígamos, por lo que los varones experimentan altos niveles de competencia después de la copulación. Los investigadores sugieren que esto puede ser la razón por la que estas especies hayan retenido el báculo, aunque sea pequeño, para ayudarles a prolongar la cópula y garantizar su propia descendencia. Sin embargo, cuando el linaje humano se separó del de los simios y nos decantamos por la monogamia, probablemente hace 2 millones de años, las presiones evolutivas para retener el báculo desaparecieron.