Descubren a un auténtico «vampiro» en las profundidades del espacio
Observan una violenta explosión en los alrededores de una estrella que está succionando el gas de un «planeta» vecino
![Ilustración de una enana blanca (izquierda) y una enana marrón (derecha). La blanca está canibalizando el gas de la marrón y forma un disco que estalla cada cierto tiempo](https://s2.abcstatics.com/media/ciencia/2020/01/27/estrella-kzWG--1248x698@abc.jpg)
El 70% de las 300.000 estrellas que existen en la Vía Láctea son estrellas binarias o dobles, es decir, pequeños grupos de dos, tres, cuatro o incluso más estrellas unidas por la atracción gravitatoria. Además, la mayor parte de las estrellas no son blanco-amarillentas, como el Sol : hay gigantescas estrellas azules o rojas, enanas blancas o enanas marrones, orbes más pequeños que estrellas que no emiten luz propia. Por eso, ahí fuera hay todo tipo de grupos estelares.
Esta semana, un equipo de investigadores ha publicado el hallazgo de una superexplosión proveniente de una pareja de estas parejas. Los astrónomos han recurrido a los datos del telescopio espacial Kepler para observar un estallido en el que el brillo de una estrella aumentó 1.600 veces en menos de un día, antes de comenzar a perder intensidad. Las observaciones, publicadas en octubre en la revista « Monthly Notices of the Royal Astronomical Society », indican que una estrella vampirizó o canibalizó a otra hasta acabar emitiendo ese intenso fulgor.
Este «crimen» fue captado por el telescopio espacial Kepler en 2016 y detectado por accidente por el equipo de Ryan Ridden-Harper, investigador en la Universidad Nacional de Australia en Canberra. Afortunadamente, el instrumento pudo captar todo el evento, tomando registros con una cadencia de 30 minutos.
La estrella caníbal
Según los investigadores, este estallido es lo que se conoce como una « nova enana », un fenómeno observado en bastantes ocasiones pero cuyo comportamiento no es del todo conocido. La nova se produjo en un sistema binario formado por una enana blanca (un cadáver de una estrella despojada de su envuelta) y una enana marrón (un gigantesco planeta gaseoso que no llega a brillar con luz propia). La enana blanca es un objeto de tamaño parecido a la Tierra pero casi tan masivo como el Sol , mientras que la enana marrón es un mundo de 10 a 80 veces más masivo que Júpiter.
La enana blanca y la enana marrón están girando en torno a un centro de masas común, un punto de equilibrio definido por su atracción gravitatoria. Y lo hacen desde muy cerca: los dos objetos están a una distancia muy parecida a la que separa la Tierra y la Luna. De hecho, están tan próximas que la enana marrón solo tarda 83 minutos en completar una vuelta en torno a la enana blanca. Pero al hacerlo no sale incólume: la gravedad de su compañera es suficiente para que le arranque parte de su envuelta gaseosa, como si se tratase de un vampiro. A medida que lo va haciendo, la enana blanca va formando un disco con ese gas (que se llama disco de acreción).
Un violento destello
La estrella blanca va «aspirando» el gas durante años o décadas. Pero a la vez que lo hace, la gravedad de la enana marrón va aumentando la temperatura del disco de acreción, hasta que llega un punto en que este gas se supercalienta y genera un potente estallido .
En esta ocasión, el telescopio espacial Kepler observó un lento aumento del brillo de estos objetos, cuyas causas se desconocen. A continuación, llegó la explosión: los datos de Kepler indican que la temperatura del disco de acreción saltó de los 5.300ºC a los 11.700ºC .
Se conocen cerca de 100 sistemas estelares capaces de producir este tipo de novas, pero estas explosiones solo aparecen cada cierto número de años o décadas, por lo que resulta difícil observarlas. Por suerte, los autores del estudio han indicado que los datos de telescopios como Kepler o TESS, que observan amplias zonas del cielo durante varios años, pueden permitirle a los astrónomos detectar muchos más de estos fenómenos. Por delante queda comprender todo el proceso previo a la nova y seguir investigando el comportamiento de los discos de acreción, importantes en muchos ámbitos de la astrofísica.
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