Dennis G. Whyte: «Con la energía de fusión ya hemos logrado cosas de ciencia ficción»

Whyte, uno de los ideólogos de SPARC, el ‘sol artificial’ del MIT, vaticina una década crucial para el sector

Whyte posa para ABC durante la entrevista José Ramón Ladra
Patricia Biosca

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Estamos cerca, muy cerca. Pero aún nos queda camino para lograr que la energía de fusión, la que surge de las estrellas y promete ser limpia e inagotable, alimente nuestros frigoríficos o nuestra bombilla del salón. Si preguntamos a Dennis G. Whyte , director del Centro de Ciencia del Plasma y Fusión (PSFC) del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), nos contestará que esta década seremos testigos de las últimas conquistas de esta gesta. Y él, que acaba de pasar por España para participar en unas jornadas sobre cambio climático en la Fundación Ramón Areces, habla con conocimiento de causa: el núcleo del proyecto SPARC, el ‘sol artificial’ que está creando el MIT, se ideó hace más de ocho años durante uno de sus cursos de diseño. «Se han conseguido muchas cosas, pero aún nos queda resolver algunas cuestiones fundamentales».

Cuando hablamos de la energía de fusión, a menudo se explica como la recreación de la energía del Sol.

De forma simple, sí. Las estrellas, incluido nuestro propio Sol, son bolas muy grandes de hidrógeno. Son tan enormes que, en su centro, la presión y la temperatura se vuelven tan altas que permiten que los átomos de hidrógeno se fusionen y se conviertan en helio. Ese proceso libera muchísima energía: un kilogramo de combustible de fusión contiene unos diez millones de veces más energía que un kilogramo de carbón, petróleo o gas. Esta es la razón de que las estrellas puedan brillar durante miles de millones de años. Recrearlo en la Tierra es algo un poco diferente. Por tamaño, básicamente. Sin embargo sí, fundamentalmente hacemos lo mismo: tomar formas de hidrógeno y fusionarlas en helio. Y eso es una fuente de energía casi inagotable.

Inagotable y limpia.

Sí. Si ves los recursos que requiere, te das cuenta de que es sostenible y puede suministrar energía para todo el mundo. Esta es la razón por la que llevamos estudiando la energía de fusión durante tanto tiempo.

Y segura. En las centrales de fusión, en ningún caso podría repetirse algo como lo de Chernóbil, ¿no es cierto?

Efectivamente. En fusión no se da la reacción en cadena de la fisión, por lo que es físicamente imposible.

Entonces, ¿cuál es la letra pequeña de esta energía?

El coste de recrear las condiciones que se dan en el centro de las estrellas. De hecho, nuestros equipos no son lo suficientemente eficientes, ya que aún gastamos más energía para encender el combustible de lo que recuperamos de la reacción de fusión en sí. Por otro lado, también genera algunos productos de desecho. La ventaja en este punto es que si aplicamos bien la ingeniería, los desechos serán mínimos.

¿Estamos cerca de conseguir el primer reactor de fusión?

Muchas veces se malinterpreta lo avanzada que está la ciencia en este campo. Hemos conseguido recrear muchas cosas que parecen casi ciencia ficción, como conseguir que el plasma se caliente hasta los 100 millones de grados. Todo esto está avanzando, pero queda mucha investigación y desarrollo. El calendario del MIT pasa por comenzar con las operaciones de demostración en 2025. Es factible, pero todo su desarrollo práctico surgirá en la próxima década.

¿Qué opina sobre la entrada de la iniciativa privada?

Creo que en los próximos años veremos realmente la combinación y la sinergia entre los avances en la ciencia y en la tecnología de fusión, encaminándonos hacia sistemas aplicables y comerciales. De momento no hemos llegado a ese punto, porque aún necesitamos verificar partes muy importantes relacionados con la ciencia, en particular el punto sobre la producción de energía neta. Pero una vez superado, las empresas del sector privado podrán comenzar a construir centrales eléctricas alimentadas con energía de fusión.

¿Estamos en un momento de ‘bombo’ con respecto a la fusión nuclear o realmente es un punto y aparte?

Hay algo de los dos. Se siente como un punto de inflexión, pero también porque se nota la inversión de las empresas privadas. También es una tecnología que se acopla muy bien a la urgencia en torno al cambio climático. Personalmente, soy un firme defensor de nuestro enfoque en el MIT, porque creemos que tiene perspectivas muy prometedoras. Pero también me alientan mucho los logros de las diversas líneas de investigación y sería genial obtener energía de fusión por cualquiera de estos métodos. Cuantos más intentos, mejor.

¿Existe una carrera competitiva entre los diferentes tipos de sistemas?

Yo diría que hay una competencia sana. Además, es muy interesante que esté ocurriendo no solo a nivel técnico, sino también a nivel institucional. Por ejemplo, China tiene un programa muy ambicioso y el Reino Unido acaba de anunciar su propio proyecto de desarrollo de energía de fusión comercial. Estados Unidos también acaba de sacar una línea más vinculada con el sector privado. Todo esto es positivo.

¿Afectará la crisis de Ucrania y Rusia a estos experimentos?

Está claro que estamos en un momento enormemente disruptivo, sobre todo en Europa. Pero no creo que provoque muchas interrupciones en los experimentos. No obstante, el acceso a la energía es una parte importante de lo que está pasando en la ecuación en Ucrania. Y tener fuentes de energía limpias e independientes será una parte muy importante del equilibrio social, político del futuro.

¿Está convencido de que será la tecnología que combata el cambio climático?

Puede ser una parte muy importante de la solución. Pero tenemos que seguir intentándolo como sociedad y ser muy serios para conseguirlo. No es solo un experimento científico, sino un sistema de energía práctico.

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