¿Con cuánto margen podemos predecir una catastrófica tormenta solar?
Esta es una de las cuestiones que pretende abordar la misión Solar Orbiter, que pondrá rumbo al Sol febrero de 2020
Eran los últimos días de agosto de 1859 cuando un extraño fenómeno empezó a mostrarse por todo el hemisferio norte: las auroras boreales , típicas de latitudes cercanas a los polos, se dejaban ver en lugares como Colombia , Florida, Cuba o Hawai . El Diario de Menorca recogía en sus páginas el día 4 de septiembre: «Anteayer a hora avanzada de la noche vio una persona fidedigna dos auroras boreales, que si bien eran más diminutas que la que vimos años atrás no dejaron de causar un efecto maravilloso». Incluso se vieron en Madrid . Pero no todo fue bonito : las recién estrenadas líneas del telégrafo de Estados Unidos y Europa empezaron a fallar. El mundo había documentado la primera tormenta solar de su existencia, el evento Carrington .
El 28 de agosto de 1859 , el astronónomo Richard Carrington se percató de que habían aparecido en el Sol enormes manchas . El día 1 se produjo un violento estallido en nuestra estrella. Tan solo 17 horas y 40 minutos después, la eyección cargada de partículas de carga magnética muy intensa procedente de la gigantesca llamarada solar chocó contra el campo magnético terrestre , que no pudo soportar toda la carga: de deformó por completo, dejando pasar esta dañina emisión solar por la parte alta de la atmósfera, provocando las citadas auroras boreales y problemas en la red telegráfica.
El evento fue quedando en una anécdota en los libros de historia para el gran público. Hasta que en 1989 en Quebec (Canadá) se quemaron centenares de generadores eléctricos y se fundieron las líneas de alta tensión , lo que provocó que miles de personas se quedaran sin suministro eléctrico durante todo un día. La historia se volvía a repetir en una sociedad cada vez más dependiente de la electricidad. En 2012, el Congreso de Estados Unidos llamaba a la población a estar prevenida ante este tipo de fenómenos . «En este momento nos dimos cuenta de que había un peligro y de que no estábamos preparados », señala a ABC Javier Rodríguez-Pacheco , catedrático de astronomía y astrofísica en la Universidad de Alcalá (UAH). Muchos vaticinaron que la humanidad podría retroceder una época pre-eléctrica, incluso parecida a la Edad Media. ¿Es posible?
¿Estamos preparados para algo similar?
A partir de aquí se comenzaron a elaborar protocolos por todo el mundo para hacer frente a una hipotética tormenta solar . «Ahora estamos más preparados y, sobre todo en Europa, es difícil que ocurran problemas importantes », señala Rodríguez-Pacheco, quien explica que nuestro continente está más protegido por su ubicación , a latitudes más pegadas al ecuador; y por el tipo de redes , mucho menos gigantescas de las construidas en EE. UU. y Canadá, por ejemplo. «Aún así, en meteorología espacial estamos a los mismos niveles que estaríamos de mediados del siglo pasado en la meteorología clásica», expone el investigador.
El conocimiento científico del Sol también ha aumentado exponencialmente en las últimas décadas. Misiones como Helios , Ulysses , SOHO o Parker Solar Probe nos han permitido fotografiar el astro como nunca, orbitar muy cerca del fuego que desprende y conocer más acerca de su vida, de la que sabemos que tiene ciclos de once años o que sus fulguraciones son tan potentes que pueden «freír» una nave espacial o astronautas en cuestión de un suspiro.
Ventana de días
Ahora mismo nos encontramos en un mínimo solar pero, cuando está en su máximo, expulsa grandes cantidades de material y muestra un gran número de manchas -las mismas que observó Carrington- que se aprecian como zonas más oscuras , lo que puede ser clave para predecir con un tiempo suficiente las temidas tormentas solares, que lanzan energía equivalente a 10 millones de bombas de hidrógeno. «La ventana para predecir un fenómeno de este tipo ahora mismo es mayor que hace unos años. Podemos hablar, dependiendo del caso, de varios días », dice en tono tranquilizador el investigador de la UAH.
Pero aún necesitamos mucha más información para predecir los ciclos solares con exactitud y, a pesar de las múltiples misiones, el Sol aún guarda muchos secretos. «Tenemos únicamente una visión fuera de los polos, pero ahí campos magnéticos, gases en movimiento que nunca hemos visto... Por eso hace falta ir allí, realizar mediciones y, una vez que tengamos esa información, podremos contrastar con los modelos», afirma Rodríguez-Pacheco.
La importancia de Solar Orbiter
Y a eso se dedicará Solar Orbiter , el proyecto de la Agencia Espacial Europea en colaboración con la NASA que fotografiará por primera vez los polos del Sol. «Aunque se puedan predecir con cierto margen este tipo de fenómenos, seguimos hablando de probabilidades. Por eso son tan necesarias misiones como Solar Orbiter y otras que muestreen toda nuestra estrella, para obtener una mayor fiabilidad de los modelos de predicción», señala. Rodríguez-Pacheco habla con conocimiento de causa: investigador principal de EPD, uno de los principales instrumentos de observación que llevará a bordo la sonda y cuyo desarrollo ha estado liderado, precisamente, por la UAH.
No es el único instrumento con sello español: también el telescopio SO-PHI, que sondeará la capa más profunda a la que accederán los equipos instalados en la Solar Orbiter, que forman un total de 27 sensores entre telescopios, radioscopios y detectores. «Nos esperan por lo menos ocho años de datos para desarrollar esa ciencia que estábamos deseando hacer. Es un momento muy emocionante», recalca Rodríguez-Pacheco. Y probablemente abriremos más esa ventana para anticiparnos a las temidas tormentas solares.
Noticias relacionadas