Cuando una simple vitamina pudo derrotar a los últimos de Filipinas

La falta de una sustancia desconocida por entonces, la vitamina B1, estuvo a punto de acabar con la heroica defensa de Baler. Hasta el descubrimiento de esta y otras vitaminas, el «beri-beri» se extendió por Asia, a causa de esta carencia

A la izquierda, el teniente médico Rogelio Vigil de Quiñones y Alfaro. En el centro, de pie, el cabo Jesús García Quijano. A la derecha, el segundo teniente Saturnino Martín Cerezo

Pedro Gargantilla

El 1 de septiembre de 1899 llegaron al puerto de Barcelona 33 supervivientes del ejército español a bordo del vapor correo «Alicante». Eran los «últimos de Filipinas» , los valientes que defendieron con coraje y heroicidad la iglesia de Baler.

Enrique de las Morenas, Saturnino Martín Cerezo, Juan Alonso Zayas, Vicente González Toca, Rogelio Vigil de Quiñones… resistieron los envites de los cuatro jinetes del apocalipsis durante más de 300 días .

Lo que ellos no sabían en aquellos momentos es que estuvieron a punto de no poder contarlo, pero no por el fuego enemigo, sino por la falta de una vitamina , desconocida en aquellos momentos, la tiamina.

Debilidad extrema

Nuestro organismo es incapaz de producir tiamina, también conocida como vitamina B1 ; la obtenemos a partir de ciertos alimentos, como la carne, los cereales y las legumbres , en menor medida con las verduras, las frutas o los lácteos.

Cuando sufrimos esta avitaminosis nuestro organismo no es capaz de transformar los alimentos en energía, de forma que el sistema nervioso y el osteomuscular se resienten, dejando de funcionar correctamente.

Con el paso del tiempo –si la carencia no se corrige– sobreviene un cuadro de extenuación extrema , con parálisis generalizada que desemboca en el fallecimiento del afectado.

El nombre de la enfermedad es beri-beri, un vocablo que deriva del cingalés «beri», que significa debilidad, por lo que la traducción literal sería «debilidad-debilidad».

La enfermedad de los arrozales

Las primeras noticias que tuvimos de esta patología se remontan al siglo XIX cuando los ejércitos holandeses destinados en el sureste asiático aquejaban una enfermedad que afectaba a los músculos, al aparato cardiovascular y al sistema nervioso.

La falta de medios diagnósticos y el desconocimiento imperante hizo suponer a los galenos que su origen estaba en algún agente infeccioso.

La realidad era muy distinta, en toda esa área geográfica el arroz era la base alimentaria , al tratarse de un cereal muy barato y fácil de cultivar, al tiempo que nutritivo.

En esta zona, tradicionalmente, el arroz se molía en las casas, pero con el desarrollo tecnológico comenzó a llevarse a los molinos, descascarillando el grano y generando una harina blanca y refinada, mucho más apta para el horneado. Aquí radicaba el problema, la tiamina se encuentra en la cáscara del arroz y a través de este proceso de manufactura se perdía.

La mejor forma de combatirlo: arroz integral

En 1896 el médico holandés Christiaan Eijkman (1858-1930), después de pasar 10 años en Java diagnosticando a enfermos con beri-beri, regresó a su país y centró todos sus estudios en esclarecer el origen de esta enfermedad. Estaba convencido de que su origen era infeccioso, sin embargo, no había sido capaz de transmitir experimentalmente la patología de un animal enfermo a uno sano.

Cierto día, y ayudado por una serendipia, observó que los pollos únicamente enfermaban si en su alimentación se incluía arroz blanco sin cáscara, mientras que la enfermedad los respetaba si se les alimentaba con la cubierta marrón –arroz integral–.

Eijkman, con los medios que tenía a su alcance, dedujo que el arroz contenía una toxina y que en la cubierta marrón había una sustancia –factor anti-beriberi– que la neutralizaba. Su hipótesis no era mala pero distaba mucho de ser la solución definitiva.

La respuesta llegó en 1912 cuando el químico polaco Casimir Funk descubrió que los alimentos contienen unos nutrientes esenciales a los que los denominó «aminas vitales», es decir, vitaminas . Cuando estas sustancias no están presentes en la dieta aparecen las enfermedades carenciales.

Pedro Gargantilla es médico internista del Hospital de El Escorial (Madrid) y autor de varios libros de divulgación

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