¿Cuáles son las medidas más «frikis» que usan los científicos?
Desde los plátanos para medir la radiactividad hasta los miliDarwins para conocer la fama de un investigador
8, 15, 25, 30… no tiene sentido si no añadimos el apellido metros, kilos, yardas… La metrología es una herramienta básica, no solo a nivel industrial o en investigación, sino también en nuestras vidas cotidianas. La expresión «a ojo de buen cubero», y otras similares, hacen referencia a la falta de reglamentación que existía antiguamente. Muy posiblemente las primeras mediciones aparecieron en la agrimensura para delimitar la propiedad de la tierra.
En los comienzos nuestros antepasados tuvieron que conformarse con aquello que tenían más a mano: su propio cuerpo. De esta forma, las primeras unidades fueron antropométricas.
Se empleó el pie para delimitar pequeñas parcelas, el codo para medir trozos de tela, el paso para las lindes de mayor longitud y la palma o el dedo si lo que se precisaba medir era muy pequeño.
El pie de Gudea
El primer patrón de medida del que se tiene noticia fue el pie del príncipe de Gudea de Lagash , nombre con el que se conocía en la antigüedad a Babilonia. Sobre el regazo de su estatua de diorita –actualmente en el Museo Louvre- hay una medida en forma de regla que se utilizaba en las mediciones rutinarias.
La regla se encuentra dividida en dieciséis partes o dedos, con una longitud total de veintiséis centímetros y medio. Esta precisión permitió que durante siglos fuese la medida más estandarizada.
Cuando, mucho tiempo después, Eratóstenes acometió la medición de la circunferencia terráquea empleó como unidad los estadios , cada uno de los cuales equivalía a seiscientos pies de Gudea.
Es más, ya en la Edad Media, las piedras del duomo de Orvieto (Italia) tienen una altura que se corresponden exactamente con el pie del príncipe babilónico.
El codo bíblico
Los amantes del séptimo arte seguro que recuerden una pregunta que hace Julia Roberts a Richard Gere en «Pretty woman»: «¿Sabes que el pie mide como el brazo desde el codo a la muñeca? Lo sé por el Trivial».
Desgraciadamente, hace siglos no era tan sencillo como Vivian Ward nos quiere hacer ver, el valor del codo no sólo variaba de un país a otro, sino también dentro del mismo país.
La Biblia nos describe con absoluta minuciosidad las medidas del Arca de Noé, del Tabernáculo de Moisés, del Arca de la Alianza y de los Templos de Salomón y Ezequiel, en todos ellos la medida era el codo bíblico. El codo sagrado era la distancia comprendida entre el codo y el dedo medio con la palma extendida.
En el Renacimiento se utilizó como patrón de medida las unidades que aparecían recogidas en «De Architectura», la célebre obra del arquitecto romano Vitrubio. Allí se señala que 4 dedos equivalen a una palma, 4 palmas a un pie, 6 palmas a un codo, 4 codos a un paso y 24 palmas a la altura del hombre.
50 plátanos, una radiografía dental
Para medir la radiactividad se usan becquereles, curies, grays y sieverts … pero también los plátanos . Esta fruta contiene mucho potasio y este elemento químico tiene un 0.0117 por ciento de potasio-40, un isótopo radiactivo. Por término medio, es estima que un plátano tiene 0.0528 mg de potasio radiactivo, lo cual equivale a 0.00037 microcurios.
De tal forma, y aplicando una sencilla regla de tres, la ingesta de cincuenta plátanos equivalen a la exposición a una radiografía dental, doscientos a la de una radiografía de tórax, cuatro mil a una mamografía y quinientos millones a permanecer durante diez minutos en la central nuclear de Chernobyl.
La fama también se mide
Los miliDarwins (md) son las unidades utilizadas para conocer la fama de un científico.
Charles Darwin aparece más de 148.000 veces en los libros ingleses publicados entre los años 1839 y 2000 –el dos por ciento del total- y se decidió, por consenso, que equivalía a 1.000 md. A partir de ahí empezaron las equivalencias.
Así por ejemplo, Marie Curie tiene 189 md, Bertrand Russell 1.500 md y Albert Einstein 878 md.
En defintiiva, la ciencia sin unidades de medida no sería ciencia, necesitamos de la medición estandarizada para seguir progresando.
Pedro Gargantilla es médico internista del Hospital de El Escorial (Madrid) y autor de varios libros de divulgación.
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