El caso de la científica que se clavó una aguja en la mano y se infectó con un virus parecido a la letal viruela
Una investigadora se infectó con el virus de la vacuna en diciembre de 2018 y tardó tres meses en curarse. Se le administró un antiviral empleado para combatir la letal viruela
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Los virus son extraordinariamente abundantes y están por todas partes: un solo mililitro de agua de mar contiene unos 180 millones de virus y se calcula que en la Tierra existen unos diez quintillones (10^31), lo que en teoría significa que hay un millón de veces más de estos microbios que estrellas en el Universo . Una pequeñísima porción de ellos atacan al ser humano. Por ejemplo, uno de los más terribles es el virus de la viruela, una de cuyas variantes ( Variola major ) estuvo diezmando a la población mundial desde hace 10.000 años y hasta 1980, fecha en la que los médicos y los científicos lograron erradicarlo por medio de la vacunación.
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La vacunación es posible gracias a que el virus de la viruela tiene algunos «parientes» próximos que no son tan peligrosos : se trata de los virus de la vacuna ( Vaccinia virus ) y de la viruela bovina ( Cowpox virus ). Resulta que la estructura externa de ambos es muy similar a la de Variola major , lo que conlleva que, cuando una persona entra en contacto con los virus menos peligrosos, los anticuerpos producidos por su sistema inmune también son eficaces contra la viruela. Esto fue precisamente lo que Edward Jenner aprovechó cuando observó que las lecheras eran generalmente inmunes a la viruela, probablemente por entrar en contacto con el pus de las ampollas de las vacas infectadas por el virus de la viruela bovina. De ahí el nombre de la vacuna .

Aunque la viruela está erradicada, todos estos virus se siguen estudiando. De hecho, en diciembre de 2018 una investigadora de la Universidad de California en San Diego (Estados Unidos) tuvo uno de los accidentes más temidos por el personal de los laboratorios de microbiología: perforó su guante de trabajo con una jeringa y quedó expuesta a un patógeno. En este caso, se inoculó el virus de la vacuna .
Los científicos decidieron recurrir a un antiviral que se almacena para hacer frente a un ataque de armas biológicas: se trata del «tecovirimat». Este producto está diseñado para tratar la viruela y está pensado para ser empleado por el personal investigador que trabaja con este tipo de virus. Las observaciones sobre este caso se han publicado en la revista « Morbidity and Mortality Weekly Report » y han sido elaboradas por investigadores de los Centros de Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDCs).
Una jeringa atravesó el guante
Aunque la viruela está erradicada, se sigue trabajando con este tipo de microbios. El motivo es que se sigue almacenando en instalaciones de alta seguridad y se considera como un arma biológica de categoría A, la de mayor peligrosidad. Y en parte también porque los otros virus tienen diversas aplicaciones: por ejemplo, el virus vaccinia se usa como «vehículo» para insertar ciertos genes o en terapias contra el cáncer.
En esta ocasión, la científica trabajaba con el virus de la vacuna cuando, por accidente, perforó su guante y se clavó una aguja repleta de virus . Se lavó con agua durante 15 minutos, avisó a sus supervisores y acudió a la sala de emergencias.
Se da la circunstancia de que la investigadora, de 26 años de edad y que estaba en perfecto estado de salud, no estaba vacunada por temor a los efectos secundarios y por desconocer la gravedad de los síntomas de la infección, tal como reconoció después.
La vacuna produce heridas
Hay que tener en cuenta que la vacunación frente a la viruela no es tan inocua como otras vacunas: el virus es inofensivo pero produce una herida que acaba convirtiéndose en una ampolla llena de pus . Finalmente, se forma una costra, que se cae y que solo deja una pequeña marca. En todo este tiempo, basta con proteger la lesión con una venda que ha de cambiarse cada tres días, pero el procedimiento resulta molesto.
En este caso, las lesiones aparecieron diez días después del accidente: el dedo se hinchó y apareció una herida. Días después, la hinchazón empeoró y la paciente comenzó a sufrir fiebre.
Finalmente, 14 días después del accidente, los investigadores trataron a la paciente con un antiviral, el «tecovirimat», así como con una inyección de anticuerpos para vaccinia y con antibióticos para evitar infecciones bacterianas en el dedo.
48 horas después de aplicar este tratamiento, la hinchazón y el dolor disminuyeron. Sin embargo, una gran parte de los tejidos muertos (necrosados) tardaron más de tres meses en curarse , y la investigadora no pudo trabajar en todo ese tiempo.
El estudio concluye que, aunque el «tecovirimat» puede usarse de forma segura para tratar la infección, se desconoce hasta qué punto resulta eficaz. Además, subrayan, el accidente recuerda el peligro de que los propios investigadores desconozcan la virulencia de los virus de la familia de la viruela y sobre la necesidad de informarlos y de asesorarlos.