Día del asteroide: el peligro real de las rocas espaciales y otras nueve cuestiones que quizá no sepas
Desde los planes de la humanidad para desviar un meteorito que viaja directo hacia la Tierra a cómo reconocer un resto de piedra del espacio, pasando por la minería de asteroides y lo que sabemos de estos cuerpos que flotan por millones en el Sistema Solar
Existen muchas peliculas de ciencia ficción en la que la Tierra se ve amenazada por inmensos asteroides . Normalmente, la humanidad encuentra una solución más o menos heróica y más o menos creíble para salvar el planeta, sobre todo en las películas de acción. O si no, que se lo pregunten a Bruce Willis en « Armageddon ». Todos estamos de acuerdo en que hay muchas licencias de ficción en estas apasionantes películas, pero, ¿hay algo de verdad?
Hoy, 30 de junio, con motivo del 112 aniversario del famoso evento Tunguska , se celebra el Día del Asteroide . Una oportunidad para conocer la amenaza real que se cierne sobre nosotros desde el espacio y qué estamos haciendo al respecto la Humanidad. Aquí, diez cuestiones que no siempre son conocidas por el gran público.
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El origen conocido: Tunguska
El 30 de junio de 1908 los cielos de Siberia oriental se iluminaron con un resplandor nunca visto. Apenas unos segundos después, una enorme explosión equivalente a la fuerza de un terremoto de magnitud 8 en la Escala Ricther (el 9 es el máximo) a una distancia de entre 5 y 10 kilómetros del suelo provocó una onda que arrasó con un terreno de más de 2.000 metros cuadrados. Los primeros en llegar pudieron ver los árboles calcinados y arrancados de cuajo sobre la superficie. Bautizado como el evento Tunguska, por el nombre del río que cruza la zona, se trata de la mayor explosión venida desde el espacio registrada en la Edad Moderna y aún un quebradero de cabeza para los científicos.
De hecho, aunque la teoría más aceptada era que ese cuerpo, de entre 50 a 190 metros de longitud , había explotado en el aire, un reciente estudio afirmaba que tan solo nos había «rozado» y había pasado de largo . 112 años después lo que pasí en aquella mañana del 30 de junio sobre los cielos de Siberia sigue siendo un misterio .
«Pequeños asteroides y cometas impactan en la Tierra todos lo días. Afortunadamente, la mayoría se queman en la atmósfera y no llegamos ni a notarlos. Sin embago, hay veces en las que la atmósfera no es suficiente para frenarlos , y para esos casos debemos estar preparados», explica en una conferencia online Mariella Graziano , directora ejecutiva de Sistemas Espaciales y Robótiva de la compañía aerospacial GMV, moderadora de un interesante debate que la Agencia Espacial Europea (ESA) ha organizado con motivo del Día del Asteroide.
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Diferencia entre cometas y asteroides
Antes de nada, conviene aclarar conceptos. Aunque a veces se empleen con el mismo significado, cometa y asteroide no es lo mismo. «Ambos cuerpos son un poco los retales del Sistema Solar : cyabdi se formó había mucha materia que se compactó en su mayoría en estrellas y planetas; pero hubo trozos que formaron asteroides y cometas», afirma Julia Marín-Yaseli , ingeniera de operaciones científicas de la ESA.
«La diferencia principal entre ambos es dónde se crearon . Los cometas, que suelen tener una larga cola, se formaron en las afueras del Sistema Solar; en cambio, los asteroides nacieron en zonas más cercanas al Sol». Esta distinción se nota en la composición : mientras que los asteroides suelen ser metales y material rocoso , los cometas tienen mucho hielo, polvo -componentes que les dan su mítica cola visible mientras se van desintegrando por el espacio- y algo de rocas.
Sin embargo, la distinción no es siempre muy clara, ya que existen algunos raros asteroides, llamados troyanos , que se comportan como cometas. « Hay una línea delgada entre cometas y asteroides », selaña Marín-Yaseli.
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¿Qué son realmente estas rocas?
José María Madiedo , experto en meteroides del Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA) explica que el truco de estas rocas está en el tamaño : «Las más pequeñas no pudieron acumular mucho calor en su interior, por lo que los materiales que las forman casi no han sufrido ninguna alteración desde que se formaron, al principio de la creación del Sistema Solar». Es decir, son una suerte de « cápsulas del tiempo espaciales » que pueden arrojar pistas sobre los orígenes de nuestro vecindario cósmico, que se formó hace 4.500 millones de años.
«Por el contrario, los grandes sí retuvieron calor, lo que dio lugar a un proceso de diferenciación y que parte de los materiales se fundieran », continúa. «El hierro, el níquel y metales afines se fundieron hacia el interior, igual que ocurrió en el núcleo de la Yierra. El resto, formaron una costra alrededor». Estos cuerpos dan pistas sobre la evolución del Sistema Solar y sus procesos.
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¿Cuántos meteoritos caen al año en la Tierra?
Aproximar una cifra sobre cuántos objetos espaciales caen a la Tierra es objeto de acalorado debate entre los astrónomos. «Hay fuentes que señalan que recibimos entre 500 y 600 al año , mientras que otros indican que que pueden llegar a los 17.000 », afirma Marín-Yaseli.
Aparte de que la mayoría quedan fundidos con el roce de la atmósfera , los que consiguen sobrevivir a esta intensa fricción caen en el mar o en los casquetes polares . «Es complicado recuperarlos y de los que se consigue suelen ser rocas antiguas».
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¿Es esto un meteorito?
El experto del IAA afirma que «es más fácil que te toque la lotería a que te encuentres un meteorito»: se recogen apenas una docena al año en todo el planeta . Sin embargo, hay formas de saber si lo que has recogido del suelo llegó alguna vez del espacio. Para empezar, la mayoría contiene hierro , por lo que tiene propiedades magnéticas » y reaccionaría más o menos igual que el hierro de la Tierra cuando le acercas un imán». Por otro lado, se puede observar una corteza de fusión exterior , que se forma al contacto del calor por el roce del aire y que es más oscura que el interior; si la corteza está partida, es muy posible que se aprece a simple vista esta diferencia de tonos.
«Aunque lo más probable es que sea una roca terrestre, si seguimos albergando dudas lo mejor es que consultemos en algún laboratorio o centro especializado», afirma Madiedo. Por ejemplo, el CSIC en España cuenta con servicios de este tipo.
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Meteoritos en la Luna
La atmósfera terrestre frena e incluso destruye muchos de los meteoritos que se nos acercan. Pero, ¿qué ocurre en la Luna, que carece de esta capa protectora ? «La roca choca a muy alta velocidad directamente sobre la superficie de la Luna , y normalmente el meteroide se destruye en este impacto», cuenta Madiedo. Este proceso tiene varias consecuencias: la primera, que se crea un nuevo crater en nuestro satélite -de ahí que su superficie esté plagada-; por otro lado, al desintegrarse, se produce un destello de luz que se puede ver desde la Tierra , si bien con instrumentos potentes.
Estos destellos dan a su vez información muy valiosa a los astrónomos, sobre el tamaño del cráter , la masa del meteorito e incluso su trayectoria y a qué objeto del Sistema Solar pertenecía en un principio.
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Los asteroides que hemos visitado
Los asteroides no son los únicos que vienen a la Tierra, sino que nosotros, la humanidad, también hemos ido en un par de ocasiones a sus dominios cósmicos. En concreto, en los últimos dos o tres años hemos visitado a Bennu y Ryugu , dos asteroides bastante raros, dentro de las condritas carbonáceas , una suerte de « reliquias cósmicas ». Tienen en común que se trata de material primitivo, con agua integrada en los minerales y moléculas orgánicas, como aminoácidos, que podrían formar los conocidos como « ladrillos de la vida ».
«Nos hemos encontrado muchas sorpresas», afirma Javier Licandro , coordinador del área de Investigación del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC). «Lo primero, es que pensábamos que sería un sitio con mucho polvo, mares de polvo. Y, cuando llegamos, nos encontramos un pedregal », afirma. El investigador compara a Bennu y Ryugu con una «pila de escombros»: es como cuando tiras una pared abajo y lo que sobra lo acumulas en una pila de escombros, donde hay huecos».
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El peligro real de las rocas espaciales
«Se está haciendo un gran esfuerzo desde Europa y Estados Unidos por detectar y monitorizar asteroides, de los que tenemos controlados unos 23.000 , de los cuales ninguno supone un gran peligro para la Tierra. Sin embargo, el mayor problema es que aún nos faltan por localizar millones y probablemente alguno de esos sí que tenga en mira en su órbita a nuestro planeta». Así habla Juan Luis Cano , coordinador del Centro de Coordinación de NEO (Neocc) de la ESA y responsable del observatorio de Frascati, muy cerca de Roma, desde el que se coordina toda la actividad europea para hallar los Objetos Cercanos a la Tierra (NEOs, por sus siglas en inglés) potencialmente peligrosos.
Y, aunque pueda parecer lo contrario, los que más preocupan son los asteroides pequeños. Por ejemplo, el meteorito que explotó en febrero de 2013 sobre el cielo de la localidad rusa de Chelyabinsk, provocando más de 1.000 heridos y daños en centenares de casas, tan solo medía 19 metros de diámetro . « No conocemos ni el 1% de estos cuerpos , por lo que es importante continuar con las investigaciones», contaba en otra ocasión a ABC el propio Juan Luis Cano.
Por ello, en breve la ESA va a inaugurar el telescopio Flyeye , que desde Sicilia intentará tener un gran rango de cielo controlado y que en apenas dos noches pueda determinar si lo que está viendo es un asteroide y su peligro potencial.
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Los planes para desviar asteroides
Si bien los astrónomos quieren llamar a la calma, ya que todos los cuerpos espaciales rastreados tienen muy pocas probabilidades de chocar contra la Tierra -al menos, de momento-, la humanidad no se ha quedado de brazos cruzados ante la inminente amenaza de que un cuerpo realmente peligroso, como ocurrió con meteorito de Chicxulub -causante de que hace 65 millones se extinguieran los dinosaurios -, esté de camino.
Según el tamaño de la roca potencialmente peligrosa, así de ambicioso resultaría el plan. Para asteroides gigantescos -precisamente como el que acabó con la vida de los dinosaurios y que tenía un diámetro de 12 kilómetros -, los científicos han pensado en la solución nuclear . No se enviaría directamente a impactar contra la roca, sino que se detonaría cerca para que la fuerza expansiva desviara el cuerpo y evitar así que se desintegrase en miles de fragmentos más pequeños, también potencialmente peligrosos . Tampoco está claro su eficacia en el caso de que un meteorito como el de Chicxulub se dirigiera hacia nosotros.
En el caso de tener tiempo suficiente desde que se detecta el asteroide peligroso hasta su previsible choque contra la Tierra, científicos han ideado el plan tractor de gravedad : colocar un cuerpo -nave u otro cuerpo espacial- al lado de la roca en cuestión para que, poco a poco -al menos entre 50 o 100 años- influya en la gravedad del objeto, desviándolo uno poco de su órbita. Sin embargo, esta solución, aparte de requerir tiempo, también tiene otras limitaciones: solo serviría para rocas menores de 500 metros .
Para asteroides de entre 60 y 300 metros la idea es enviar un impactador cinético : una nave que, sin carga explosiva, choque contra la roca espacial, causando un desvío mínimo en su trayectoria. Para probar su eficacia, la NASA (con la misión DART ) y la ESA (con la misión HERA ) han desarrollado el programa AIDA, cuya financiación por parte de la agencia europea se aprobó a finales del pasado año y cuya primera fase será lanzada a finales de 2022. «Aún si la misión de la NASA fracasa, con la tecnología que llevemos a bordo aprenderemos muchas cosas sobre los asteroides», explica Jesús Gil , responsable de guías, navegación y control del programa HERA.
Por otro lado, un equipo chino ha propuesto una nueva estrategia con un impactador cinético , pero esta vez cargado de rocas de otro asteroide cercano. Los investigadores explican que la misión tendría varias etapas. La primera sería idear una nave espacial no tripulada y lanzarla a un asteroide diferente cercano a la Tierra. Después, la sonda recolectaría más de cien toneladas de rocas de este cuerpo o incluso el asteroide entero si no es muy grande. Tras la «caza», se dirigiría la nave y su cargamento a gran velocidad hacia el cuerpo potencialmente peligroso. El impacto conseguiría una «desviación significativa», según el estudio publicado en la revista « Scientific Reports ».
Para cuerpos menores de 50 metros , aunque la mayoría quedan desintegrados por nuestra atmósfera, en el caso de no ser así se estudiaría un ataque desde la Tierra , pero volvemos al mismo problema del principio: su tamaño los hace muy complicados de detectar.
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La minería espacial: ¿un nicho empresarial?
A principios de la década muchas fueron las empresas que se embarcaron en el área de la minería de asteroides . «Todo fue a raíz de un proyecto de la NASA que pretendía traer un asteroide cerca ce la Luna para luego enviar una misión tripulada», explica Daniel Marín , astrofísico y esponsable del portal de divulgación científica Naukas . «Pero no estaba destinada tanto a extraer metales o tierras raras como a los volátiles, principalmente el agua ». El H2O se puede separar en hidrógeno y oxígeno , vitales para las misiones espaciales como combustible. Sin embargo, una vez se canceló la misión y se pasó el «boom» de la minería espacial, las empresas se han apartado en gran medida de esta carrera.
«Ahora generar este tipo de recursos pasa por explotarlos directamente de la Luna . De momento, la minería pesada querda lejos en el futuro. Por ahora». Por ahora.