Asfixia, inflamación y mutaciones, los peligrosos efectos del polvo lunar

Las partículas finas del regolito suponen un peligro porque son capaces de entrar en los alveolos, interferir con la hemoglobina y, quizás, provocar daños en el ADN

Buzz Aldrin, fotografiado por Neil Armstrong, durante la misión Apolo 11 NASA

PEDRO GARGANTILLA

El suelo lunar es de color grisáceo, ultraseco y está cargado electrostáticamente , debido al bombardeo incesante de la radiación solar. Los impactos prolongados por los meteoritos, a lo largo de miles de años, lo han pulverizado en fragmentos minúsculos y de morfología puntiaguda.

Los materiales poco compactos, formados por fragmentos rocosos, que tapizan la superficie lunar se conocen habitualmente con el término de regolito. Los científicos han consensuado en denominar «suelo lunar» a todas aquellas partículas de diámetro inferior a un centímetro, y de roca lunar a las partículas mayores.

El espesor del regolito no es constante a lo largo de toda la superficie lunar y se han observado grandes oscilaciones, desde los dos metros, a nivel de los mares lunares, hasta la veintena en las superficies más antiguas en las zonas más elevadas.

Silicosis pulmonar

Hay que tener en cuenta que el polvo lunar está formado por partículas cincuenta veces más pequeñas que un cabello humano , lo cual hace factible que puedan llegar hasta los alveolos pulmonares y permanecer allí durante meses.

El siguiente aspecto a tener en cuenta en su composición química. Entre sus componentes destaca el dióxido de sílice, el cual puede ocasionar inflamación pulmonar si se inhala de forma continuada, como sucede con la silicosis de los mineros.

Además, el polvo lunar tiene grandes cantidades de hierro –en forma de olivino y augito-, las cuales podrían interferir con el correcto funcionamiento de la hemoglobina y provocar una lenta asfixia, como la que observamos tras la inhalación de monóxido de carbono.

Todos estos datos hacen pensar a los científicos que después de una exposición prolongada, como la que podrían sufrir los colonos de una supuesta base en la luna, afectaría de forma irreversible a las vías respiratorias y a la función pulmonar

Fiebre del heno lunar

Hasta el momento son doce los astronautas que han pisado el suelo lunar, el último fue Harrison Schmitt, el único científico civil de todo el programa norteamericano. Este geólogo de la Universidad de Harvard reclama para sí la autoría de la famosa fotografía panorámica de la Tierra –la llamada «canica azul»- efectuada durante la misión Apolo 17.

Fue precisamente durante esta misión cuando Schmitt transitó durante más de veinte horas fuera del módulo lunar, recorriendo treinta kilómetros con la ayuda de un vehículo lunar y recogiendo 110.5 kilogramos de rocas lunares .

Cuando regresó al módulo comenzó a presentar estornudos en salvas, secreción y congestión nasal, acuosidad ocular y dolor de garganta , síntomas que suelen presentar los pacientes con alergia. De esta forma, Schmitt se convirtió en el primer astronauta en sufrir lo que podría definirse como «fiebre del heno lunar».

Mutaciones en el ADN celular

Durante décadas los científicos han tratado de estudiar los efectos nocivos del polvo lunar en nuestro organismo. El principal problema al que se han enfrentado es conseguir grandes cantidades del mismo, hasta el punto que han tenido que fabricar su propio polvo lunar.

El «polvo lunar simulado» -extraído de una región volcánica teutona- se puso en contacto con células cerebrales humanas y de los pulmones de ratones. Esta exposición provocó o bien la muerte celular o bien una lesión a nivel del ADN, lo cual provoca la aparición de mutaciones y, por lo tanto, de cáncer.

A pesar de que todavía no disponemos de conclusiones definitivas que expliquen la relación causa-efecto, es muy probable que el daño tisular esté directamente relacionado con el tamaño y la forma del polvo lunar.

M. Jara

Pedro Gargantilla es médico internista del Hospital de El Escorial (Madrid) y autor de varios libros de divulgación

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