ANÁLISIS

La Ciencia al servicio de las personas

Los investigadores del ISGlobal analizan el Premio Nobel de Medicina

M. GONZÁLEZ Y E. BASSAT

Despertarse con la estupenda noticia de que el premio Nobel de Medicina ha sido otorgado a los responsables del desarrollo de unos productos cuyo impacto puede medirse en millones de vidas salvadas es una fantástica oportunidad para reconciliarse con el mundo de los premios. Es motivo de gran alegría el merecidísimo reconocimiento de los tres investigadores Youyou Tu, William C. Campbell y Satoshi Omura, por haber dotado a la salud pública de algunas de sus mejores armas contra enfermedades que afectan de manera desproporcionada a las poblaciones más pobres. Con el desarrollo de la artemisinina y la ivermectina, medicamentos utilizados actualmente de manera masiva para el tratamiento de la malaria, la oncocercosis y la filariasis linfática, estos científicos han materializado uno de los objetivos más nobles de la investigación: conseguir que el conocimiento generado marque una diferencia real en la vida de las personas.

Echando mano de la medicina tradicional china, Youyou Tu aisló la artemisinina en los años sesenta, en plena guerra de Vietnam, cuando la malaria causaba más bajas en sus aliados vietnamitas que el propio enfrentamiento bélico. Años más tarde, cuando los parásitos desarrollaron resistencias contra la cloroquina, esta sustancia se convirtió en la principal herramienta terapéutica contra la malaria. La ivermectina, por su parte, ha reducido la oncocercosis y la filariasis linfática al punto de que su erradicación se contempla cercana, sin duda en parte gracias a que la empresa que la fabrica se ha comprometido a donarla de manera gratuita hasta que se consiga el objetivo.

La decisión del Instituto Karolinska reafirma la importancia de una ciencia que trabaje para desarrollar herramientas contra las enfermedades relacionadas con la pobreza, aquellas por las que la industria farmacéutica tiene poco interés y cuyo estudio requiere financiación de organismos públicos y filantrópicos. Y a pesar de que queda mucho trabajo por hacer, como lo demuestra el que cada año continúen muriendo por malaria casi medio millón de personas, hoy tenemos motivos para la esperanza. ¡Salud!

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