¿Es el mar realmente azul?
Varias teorías científicas explican por qué vemos el agua de los océanos de este tono
El mar guarda en sus profundidades multitud de enigmas. Desde buques hundidos de los que apenas conocemos el nombre, hasta todo tipo de fauna que aún es necesario descubrir. Sin embargo, hay una máxima sobre él: es de color azul. O eso creemos todos. La realidad es bien distinta, pues -aunque lo vemos así debido a una serie de reacciones biológicas y físicas- realmente puede tener varios tonos que van desde los turquesas, hasta los marrones.
¿Por qué, entonces, lo vemos azul? Según afirma la versión digital de « BBC News », hay varias causas. La primera está íntimamente relacionada con la forma que el ojo tiene de detectar los colores. Y es que, nuestro globo ocular solo es capaz de percibir las radiaciones electromagnéticas con una longitud de onda que vaya desde los 380, hasta los 700 nanómetros. En este rango, cada longitud de onda se corresponde con los distintos tonos que podemos avistar.
Debido a que las moléculas de agua absorben de forma más eficaz la luz que proviene de longitudes de onda mayores (las cuales equivalen a los colores del arcoiris rojo, verde, amarillo y naranja), solo queda una que es repelida o le cuesta mucho penetrar: la del azul. Así pues, queda «visible» (por así decirlo) para el ser humano.
Con todo, esta no es la única explicación plausible. Otra ciencia encargada de ofrecer una alternativa ha sido la biología, cuyos expertos consideran que el color del mar lo «crean» unos pequeños microorganismos llamados fitoplancton . Estos animales suelen ser más pequeños que una aguja y se caracterizan porque usan pigmentos verdes para capturar la energía del sol y, mediante ella, poder trasformar el agua y el dióxido de carbono en componentes para su propio cuerpo. El resultado, como no podía ser de otra forma, es que tiñen de un tono verdoso el líquido que les rodea.
Pero, entonces… ¿Qué color tiene el mar realmente? A día de hoy es difícil saberlo. De hecho, los expertos consideran que haría falta monitorizar las aguas durante 40 años para poder conocer los posibles cambios de tono, en qué grado se modifican y la influencia que estamos teniendo en ese proceso los seres humanos. Quedan, por lo tanto, muchas preguntas en el aire. Algunas de ellas, como la que se cuestiona si la cantidad de clorofila es determinante o no para determinar la tonalidad del mar.
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