Segunda Guerra Mundial
¿Sabías que el microondas se inventó para detectar los bombardeos nazis?
Cuando dos científicos descubrieron el magnetrón para luchar contra la aviación alemana, nunca pensaron que habían puesto la primera piedra de una auténtica revolución en la cocina
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Es domingo por la noche y falta poco para que empiece el mejor partido de la jornada . Estás en casa pagando los excesos de un ajetreado fin de semana, y apenas dispones de tiempo para cocinar algo sin perderte el momento en que el balón echa a rodar. Así que decides calentar algo en el microondas y en cuestión de minutos tienes la cena lista. Fácil, ¿verdad? Pues a mediados del siglo XX esta acción era prácticamente una quimera.
Difícil, pero no imposible, ya que en el año 1945 el ingeniero e inventor estadounidense Percy Spencer decidió que había llegado el momento de revolucionar la cocina. Sin embargo, como suele ser habitual con las grandes cosas de la vida, el origen de este descubrimiento llegó por eso que llamamos azar. Así, durante una de sus investigaciones para la Raytheon Company , observó, o más bien sufrió, como una chocolatina se le derretía en el bolsillo de su pantalón al permanecer al lado de un magentrón en marcha.
Sorprendido (o quién sabe si indignado) cogió un puñado de granos de maiz, lo acercó al tubo (el magentrón es un tipo de tubo de vacío) y ¡voilà!: habían aparecido las primeras palomitas. Al día siguiente fue un paso más allá, colocó el huevo de una gallina y esperó hasta que estallara. La vertiginosa subida de temperatura fruto del aumento de la presión interna había obrado el milagro. Gracias a la energía de baja densidad de las microondas, las pruebas se trasladaron a otro tipo de alimentos.
Pero vayamos por partes. Antes de entrar en el terreno culinario, la primera piedra de este invento transcurrió literalmente entre bombas. Tal y como señala Pancracio Celdrán en «El Gran Libro de la Historia de las Cosas» (La esfera de los libros, 1995), «el magentrón había sido descubierto en 1941 por el inglés John Randall y su amigo H.A. Boot . Estos dos científicos no se habían propuesto un medio de cocción de alimentos de manera rápida, sino que buscaban la manera de hacer posible el radar, método de detección de la aviación alemana en la Segunda Guerra Mundial. Para aquel fin, el magnetrón era esencial».
Después llegó Percy Spencer y la gusa hizo el resto. La Raytheon Company (recuerden, la empresa para la que trabajaba) vio en aquello un filón y empezó a explotarlo. «La compañía no tardó en anunciar su famoso RadarRange , pero con escasa repercusión debido a lo enorme de su tamaño, casi tan grande como un refrigerador , con el inconveniente adicional de que aún siendo tan descomunal, su espacio útil era muy escaso».
Si los primeros ejemplares fueron adquiridos por restaurantes y hoteles , no sería hasta varios años después cuando el gran público empieza a buscarle un hueco en su cocina. «No fue hasta 1952 , fecha en la que la Tappan Company lanzó su modelo de dos niveles de coccción con mando regulador de tiempo . El artefacto en cuestión podía adquirise por 1.295 dólares, un precio muy elevado, que sin embargo no fue un obstáculo para su comercialización, dadas las expectativas y aplicaciones de tan sorprendente máquina», señala Celdrán.
Diversos usos
Pronto, el potencial del microondas empezó a correr como la pólvora. Los comerciantes podían mantener congelado su producto y en solo unos minutos vendérselo al cliente listo para tomar. Todo un avance que sorteaba el problema de la conservación de los mismos. Pero no solo la industria alimentaria obtuvo beneficio, ya que también se empezó a utilizar para secar tabaco, lápices, fibras textiles, flores, corcho, papel, cuero o cerámica. Además de convertirse en pieza esencial para el curado de materiales sintéticos como nailon o hule.
Pero no todo fue coser y cantar. La evolución del microondas ha caminado siempre a la par que una serie de mitos : impotencia, ceguera, o riesgo de contraer una enfermedad radiactiva han sido algunos de los obstáculos en la senda evolutiva de este artefacto. Pero una vez desvanecidos los temores (al menos en gran parte), el 'boom' fue brutal. De un tiempo a esta parte los hábitos culinarios han cambiado radicalmente y gran parte de culpa la tiene una pequeña caja que nos avisa cuando la comida está lista. ¡Piiii! ¡Piiii! El partido está a punto de empezar y el estómago, esta vez, no será el protagonista más destacado de la jornada.
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