Que ella diga sí depende de muy poco
Un nuevo estudio con moscas descubre que son solo unas pocas neuronas del cerebro femenino las que toman la decisión de aceptar el cortejo
Él se acerca repentinamente con claras intenciones. Se hace el interesante, despliega todos sus encantos y las feromonas se liberan en el aire. Ella tiene que decidir si acepta la propuesta o no. Lo hará si el pretendiente reúne una serie de características que le agradan, pero, ¿qué ocurre dentro de su cabeza para tomar una decisión y aceptar una proposición que incluso puede marcar la historia de su descendencia? ¿Qué conexiones neuronales se producen? ¿En qué parte del cerebro?
El ejemplo anterior recuerda al de una pareja humana, pero en realidad, describe el cortejo de dos moscas de la fruta. Este insecto es el que ha tomado como ejemplo un grupo de investigadores de la Universidad Case Western Reserve ha querido conocer qué ocurre en el cerebro femenino cuando se plantea si aceptar o rechazar un cortejo, una decisión muy importante para la vida de la especie. Pues resulta, como explican en la revista de acceso abierto PLoS Biology, que la aceptación parece ser generada por un número asombrosamente pequeño de neuronas excitadoras localizadas en tres regiones del cerebro.
En la elección de sus compañeros, las hembras seleccionan rasgos que les resultan agradables, que serán heredados por sus descendientes. Debido a que los rasgos elegidos probablemente se verán en las generaciones siguientes, la elección de pareja es primordial tanto para la conservación como por la diversificación de la especie , y, por lo tanto, es en parte responsable de la gran variedad de organismos sobre la Tierra. Sin embargo, a pesar de lo importante que es la elección de una pareja, los genes, las células y los circuitos neuronales que se requieren para hacer una decisión de este tipo siguen siendo en gran parte desconocidos.
Las moscas se encuentran, como cualquier otro animal en la Tierra, con situaciones cotidianas en las que tienen que tomar una decisión (por ejemplo, ¿debería acercarse a ese plátano maduro?). Además, como ocurre en el cerebro humano, el de la mosca está compartimentado en regiones que procesan la información sensorial diferente (visual, acústica, olfativa), y utiliza los mismos tipos de neurotransmisores que los seres humanos. Por lo tanto, el cerebro de la mosca es un buen modelo para el estudio de la toma de decisiones, según los investigadores.
Un gen clave
Para desmenuzar cómo las neuronas toman una decisión, los autores realizaron una aproximación genética: buscaron los genes que controlan la elección de pareja. Descubrieron un gen que, cuando muta, vuelve a la mosca hembra incapaz de decidir si debe o no aparearse. «Este gen, llamado dati, estaba escondido en una de las regiones más genéticamente inaccesibles del genoma», dice Rui Sousa-Neves, del Departamento de Genética y Ciencias del Genoma de la Case Western Reserve, autor principal de la publicación. «Lo que es tan notable sobre dati es que las hembras que son mutantes por este único gen nunca pueden decidir aceptar machos, no importa cuántos tratan de impresionarlas», apunta Joseph Schinaman, estudiante de doctorado y primer autor de la publicación.
Normalmente, las hembras de la mosca de la fruta aceptan o no el apareamiento en 15 minutos de cortejo de un macho, que baila y canta (con sus alas) y libera feromonas. Si el macho no lo ha logrado después de 30 minutos de cortejo, fracasa seguro.
Los autores examinaron en qué parte del cerebro de la hembra actúa este gen para influir en la aceptación del cortejo. Para resolver este problema, los autores desarrollaron un sistema genético para generar pequeños parches de neuronas que carecen de dati en un cerebro por lo demás normal. Para visualizar los lugares del cerebro de estos parches, hicieron que dati expresara una proteína verde fluorescente. De esa forma, fueron capaces de localizar el comportamiento de rechazo en tres regiones distintas en el cerebro, dos de las cuales nunca habían sido previamente asociadas con la conducta de apareamiento.
Para su gran sorpresa, encontraron que sólo quince células en dos de las regiones, y tan sólo cuatro en la tercera región eran capaces de producir un comportamiento de rechazo de apareamiento. «Es notable que un comportamiento tan complejo se pueda generar a partir de un número tan reducido de neuronas», dicen los investigadores.
En resumen, los investigadores creen que estas neuronas excitadoras se proyectan a los principales centros sensoriales del cerebro y hacen que ella diga sí al esforzado macho.
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