crítica

James Taylor, una leyenda fiable y balsámica

El trovador de Boston, activista del folk sanador, se coló en el Liceu e hizo suyo tan colosal recinto

James Taylor, una leyenda fiable y balsámica pep dalmau

david morán

No es James Taylor un artista que se haya prodigado demasiado por escenarios catalanes. Más bien al contrario: una actuación en Barcelona en las últimas dos décadas, una excursión veraniega al Festival de Cap Roig y poco más. Quizá por eso daba la sensación que su visita de anoche al Festival del Mil·leni puntuaba doble. O triple. Y no solo porque el trovador de Boston, activista del folk sanador, se colase en el Liceu e hiciera suyo tan colosal recinto.

El escenario, es cierto, imponía, pero aún más vérselas con un artista de aura legendaria que se presentó en modo antológico para medirse con un cancionero de gran belleza y sensibilidad. En la calle había vuelto el frío, sí, pero puertas adentro el estadounidense, acompañado de cuatro músicos de primera y tres voces esponjadas, construía una fortaleza de folk mullido. Suavidad y nostalgia para un músico al que se podría afear un uso excesivo del retrovisor pero al que se le acaba perdonando cualquier cosa gracias a la dedicación con la que maneja su material de los setenta.

Porque, a la espera de que en mayo aparezca su nuevo álbum, el primero en trece años, un dicharachero y parlanchín Taylor se centró en repasar aquellos primeros trabajos con los que se convirtió en la perfecta encarnación del cantautor. Hubo tiempo también para estrenos -de su futuro trabajo adelantó "Today, Today, Today", con su traqueteo country, y el blues sedoso de "Stretch Of The Highway"- e incluso para una versión fina y segura del "Everyday" de Buddy Holly, pero el protagonismo se lo llevaron letanías floreadas como "Country Road", "Lo And Behold", "Carolina On My Mind" o esa "Something In The Way She Moves" con la que abrió el concierto, presentándola una vez más como la canción con la que se ganó a Paul McCartney y George Harrison.

El entreacto aplacó un poco los ánimos, pero el clima se recuperó en cuanto el público le cantó el cumpleaños feliz -el jueves cumplió 67 años- y Taylor respondió subiéndole los colores a "Hour That The Morning Comes", "Handy Man" y "Steamroller". Momentos de distensión eléctrica y coqueteo con el blues y el soul desde los que tomó impulso para un tramo final impecable. Un clímax de suavidad hipnótica alimentado por "Walking Man", "Fire & Rain", "Mexico" o, ya en los bises, "How Sweet It Is" y la inevitable "You've Got A Friend". Clásicos populares con los que el de Boston no hizo más que apuntalar su condición de leyenda fiable y balsámica.

James Taylor, una leyenda fiable y balsámica

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