punto de fuga
El cine en Matrix
Como nadie ignora, el rasgo más notable del cine catalán es que no existe. Evidencia que no supuso impedimento alguno para que las autoridades del llamado Tripartito procediesen a la exhaustiva regulación de esa industria imaginaria. Ya se sabe, lo normal en Matrix. Y un asunto que a nadie hubiera importado si la norma solo afectase al espectral cine catalán. Pero resulta que también pretendía extender sus efectos al cine de verdad, esto es al norteamericano. Y eso, ¡ay!, eran palabras mayores. Así, aprovechando la circunstancia baladí de que Europa apenas cuenta con doscientas lenguas de exclusivo uso doméstico, la Generalitat pretendió ordenar a las “majors” el doblaje de todas sus cintas a una de ellas, el catalán. Propósito que se aprestaron a consumar por medio del bálsamo habitual en esos casos: amenazas, inspecciones, expedientes administrativos y multas. Pero las cifras del test inicial no resultaron demasiado esperanzadoras: sólo un nueve por ciento de los espectadores eligió las sesiones en catalán.
Una masiva deserción popular que el consejero de Cultura de la época, Tresserras, explicó señalando al genuino responsable del fiasco: el general Franco. Pues, como es fama, fue él en persona quien prohibió a los grandes estudios yanquis traducir todas sus producciones a las decenas y decenas idiomas que el personal farfulla en este pequeño rincón del planeta llamado Europa. Por lo demás, la amenaza a Hollywood de verse privado de exhibir sus estrenos mundiales en las salas de nuestras cuatro provincias no causó el efecto previsto. Contra todo pronóstico, América no se echó a temblar frente a la Generalitat. Ergo, el nuevo Ejecutivo de Mas se la envaino al discreto modo. Y, acto seguido, sacó a relucir la chequera. De ahí que la gente siga sin querer cine en catalán, pero otro medio millón de euros públicos se acaben de ir a la basura, perdón quise decir al doblaje subvencionado. Aunque por dinero que no sea, que aquí sobra. En fin, la eterna película de Matrix.