punto de fuga

Nostalgia de Companys

¿Pero quién encarnará esta vez al “milhomes” que, tras sonar las primeras descargas en la Plaza de San Jaime, corrió despavorido a Radio Barcelona para gritar un “¡Viva España!”?

josé garcía domínguez

Esa estampa escénica tan cuidadosamente fabricada para el consumo de las audiencias televisivas en busca de emociones fuertes: Artur Mas travestido de Lluís Companys entre decenas de estacas municipales a las puertas del Palacio de Justicia. Como dijo Hegel – y no Marx pese a lo que tantos creen– , la Historia siempre se repite bajo el formato grotesco de la farsa. Inevitable reconocer los espectros redivivos de Ventura Gassol, de los Badia o de aquel otro orate, el célebre Dencàs de la excursión por las cloacas, en el carrusel de garibaldis de salón que fabrica cotidianamente la fiel infantería mediática de “Junts per la Subvenció". Imposible ignorar el marchamo perenne de los eternos aprendices de brujos, llámense Cambó o Duran, en la gestación del caldo de cultivo intelectual del caos. Recuérdese para la ocasión lo que anotara en su Dietario Francesc Cambó poco antes de salir huyendo de Barcelona con lo puesto, cuando su tan preciada conciencia nacional catalana comenzó a escupir balas contra la fachada de la magnífica residencia que se había procurado en la Vía Layetana: “Quiero más este revivir de la conciencia catalana que cien leyes de autonomía; quiero más una Cataluña sin ninguna libertad, hablando en catalán y sintiendo en catalán, que eso le traerá la libertad, que una Cataluña con los mayores atributos de soberanía política, pero teniendo amortecida su conciencia nacional”. Difícil, en fin, no reparar en la ceguera crónica de las elites políticas madrileñas.

¿Pero quién encarnará esta vez al “milhomes” que, tras sonar las primeras descargas en la Plaza de San Jaime, corrió despavorido a Radio Barcelona para gritar un “¡Viva España!” que la cohorte de atolondrados majaderos que lo escoltaba, los de la ANC de la época, celebraría entre absurdos aplausos? Escena del más puro surrealismo buñueliano inmortalizada después por Gaziel en aquella memorable columna escrita en el balcón su casa, desde donde asistió a la representación del esperpento merced a un receptor de galena. Nostalgia de Companys. Lo que nos faltaba.

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